Salí de la cabaña. Necesitaba respirar. Sentía que todos esos informes recién comenzaban. Había mucho más que reportar por Sophia.
Encendí un cigarrillo, y en bocanadas pausadas, observaba el horizonte, ahora, en un tono más púrpura. La gran batalla era más feroz. Pocas almas se veían. Eran ángeles y demonios, que se peleaban... ¡Era increíble y aterrador presenciar el poder que tenían! Era una energía indescriptible, que partía de sus cuerpos etéreos. Era una demostración de cuánto poder cargaban.El mal y el bien eran poderosos, cada uno a su manera y en equivalencia. Sophia había dicho que todo el Universo est&a"Debemos analizar nuestros errores y eliminar esos elementos psíquicos que los ocasionan. Esa es la gran batalla de la que habla la Biblia.La gran batalla final. esa es dentro de nosotros. esa batalla no se realiza fuera, como creen, sino aquí dentro de nosotros".RabolúLas pocas horas que quedaban para que el día amaneciera, pasé en claro. Mis ojos abiertos observaban el techo de madera rústica, y mis pensamientos agitados no me permitían descansar. Mi padre era Castañeda. Mi hermano, el hombre con poder para modificar toda la estructura de un planeta. Mi madre... ¿Mi madre, una puta? ¡Jesús! Sabía que juzgar era el primer paso para la condenación de nuestras propias almas, pero era demasiado difícil... Conocí el carácter de mi madre. ¿Por qué
"El cuerpo humano es el carruaje; yo, el hombre que la conduce; los pensamientos, las riendas; los sentimientos son los caballos".PlatónCaminé algunos kilómetros, buscando librar mi mente de todo lo que la atormentaba. Mi carga era pesada. Sentía en mi espalda el peso de un mundo y todos sus habitantes. No pretendía, como Jesús, permanecer cuarenta días en un desierto, enfrentando mi lado más humano y peligroso. Quería solo unas horas, donde toda la materia que me rodeaba fuera completamente olvidada. Donde pudiera estar a solas con mi fe perdida, y con eso, conseguir oír la voz de Aquel que me puso en este camino. Me senté, ya cansado de caminar y sintiendo la debilidad, por la falta de alimentación. A mi frente, un inmenso descampado. Veía la hierba baja y verde. Algunos caminos de tierra cortaban la vegeta
"En una palabra, el diablo, para nosotros, es la fuerza puesta por un tiempo, al servicio del error, como el pecado mortal es, a nuestro juicio. la persistencia de la voluntad en el absurdo".Eliphas LeviMientras caminaba de regreso, mucho más ligero que cuando empecé estaba seguro de qué camino debía seguir. No sabía exactamente quién era ese chico, pero sabía que no estaba ahí para nada.Mi respuesta había sido dada por Dios! Él me escuchó. Ya no me sentía tan abandonado y perdido. Un poco de mi fe había sido recobrada. No, la fe de un sacerdote, sino la fe que cualquier ser humano debería buscar. Mientras caminaba lentamente, con las manos metidas en los bolsillos, me acordaba de las veces que intenté promover un encuentro personal de los fieles con Dios. ¡Sabías que ese era el cam
"Vale más un soldado en el campo de batalla, que mil generales acuartelados. ¡Morimos o vencemos, pero nunca derrotados!Debemos morir en pie de guerra contra nosotros mismos".RabolúComenzaría mi redención a los cincuenta y ocho renegados de la luz. Esa noche, partiría al claustro con Sophia. Escenificaríamos mi iniciación, haría todo exactamente según la voluntad de la Gacela. Magdalena y Enoc se sentían incómodos con esa situación. Estaban conmigo desde el principio, en busca de respuestas, y ahora, se encontraban completamente perdidos. Las últimas palabras de Magdalena para mí, antes de que saliera de allí con Sophia, fueron: — ¡Ten cuidado, Ruan! ¡Moriría si algo te pasara! Sé que no me quieres como yo te quiero... S
“Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor.”Leonardo da VinciComo ya había previsto, la noche fue muy larga. Observaba callado, con una falsa sonrisa de satisfacción, aquella ceremonia, donde el poder de Samuel era demostrado cada segundo y admirado por los cincuenta y ocho renegados de la luz que ocupaban aquellos viejos bancos de madera. Sophia, en cualquier momento, me tomaba de la mano. Creo que su intención era la de percibir las emociones que me tomaban cada demostración de poder de su hijo. Tuve que desatarme de cualquier sentimiento, para que mi repugnancia a todo aquello no fuese percibida. Mi mente recorría los pasillos oscuros del claustro, en busca de Magdalena y Enoch. Quería mucho saber cómo estaban..., pero hasta eso necesité desnudarme, al final, era inevitable que mis músculos se contrajeran de odio, te
"Querer el mal es querer la muerte. una voluntad perversa es un comienzo de suicidio. la tontería se expía por el dolor y la esclavitud."Eliphas LeviAl llegar al Vaticano, me encontré con miles de fieles que esperaban el humo blanco, que pronto o no, surgiría por la chimenea tan pronto como el Cónclave eligiera al nuevo Papa. Entré por las gigantescas puertas de aquel lugar que ostentaba riqueza y poder. En nada combinaba con la humildad que llevaban las sandalias llenas de polvo, con las cuales Jesús caminaba por la Tierra Santa. ¿Cuánta hipocresía podía caber dentro de una religión que profesaba la verdadera fe? A mi juicio, eso combinaba de verdad con los pensamientos locos de Sophia y Samuel. poder... Manipulación, un camino sin retorno a las mentes mezquinas, tontas, esclavizadas por una falsa sabidur&ia
"Ponte de acuerdo, sin demora, con tu adversario, mientras estás con él en camino, para que no suceda que te entregue al juez, y el juez te entregue a su ministro y sea puesto en la cárcel. En verdad, te digo que de allí no saldrá hasta que hayas pagado el último centavo".Jesucristo Sophia me miraba con odio. Por primera vez, vi su verdadero rostro: ojos completamente rojos, como sangre; su rostro se parecía al de un ratón, lo que me hizo concluir que los ratones del claustro eran todos comandados por su maldad. Sus dientes eran como navajas dentadas, y su lengua, como la de una serpiente. Su olor era de muerte. Sus manos eran garras con uñas afiladas; sus pies, como los de un antílope... una gacela, pero sin la gracia habitual que posee ese animal. Temí su ira, que exhaló por sus poros, pero continué. No podía volver atrás en ese momento. La miré y continué: — Pensé que podría hacerlo, pero me encari
Soy Ruan Albarracin. Nacido en una pequeña ciudad histórica de España, llamada Toponimia, el siete de julio de mil novecientos ochenta y siete. Séptimo hijo de un séptimo hijo. A esta altura, deben estar pensando que soy un hombre lobo... ¡No! Soy un sacerdote. Todas estas extrañas coincidencias numéricas, que me acompañan desde mi nacimiento, me han dado un don.Debido a este don y a la fe inquebrantable de mi madre, me convertí en sacerdote. Creí que, al convertirme en uno, podría ayudar, de alguna manera, a que la gente se acercara más a Dios, y así, encontrar respuestas a mis preguntas. Pero lo que ocurrió, en realidad, es que empecé a encontrarme con situaciones inusuales e increíbles, que pusieron mi propia fe y existencia a prueba... ¡La he perdido yo! Perdí mi fe en el momento en que comencé a descubrir secretos revelados a mí