Rosalie soltó el aire que sujetaba al abrir la puerta para François.— Gracias a Dios! no sé qué hacer, y estaba sangrando.François la miró, entonces entró apresurado.Rosalie lo llevó hasta el cuarto, y cuando pararon frente a la puerta ella llamó un par de veces, y llamó a su hijo.Cuando no obtuvo respuesta y estaba a punto de llamar nuevamente, él la silenció con una mano en su hombro y su mirada.— Espera en tu cuarto. — dijo.Ella sacudió la cabeza, discordando, pero el hombre la cogió por los hombros y la miró:— Confía en mí.Ella miró esos ojos verdes profundos, y simplemente confió.Rosalie volvió a su habitación, y se quedó sentada con sus manos temblando.Sus labios secos, y ese nudo en su garganta.Debió ser algún tipo de castigo por golpear a Louie.Sabía que no debía haber cedido a sus maldades, y ahora estaba pagando el precio.Ella había pagado el mal con el mal, y ahora estaba siendo castigada.Ella se levantó de su cama, y comenzó a caminar en círculos, y se dio cue
Rosalie miró a François, parado al lado de su hija.Angelika acudió a ella a la misma hora, preguntando por Bastien.— ¿Está bien, mamá?Ella tomó la mano de su hija, y dijo suavemente:— Está mejor ahora, fui a su cuarto y lo vi dormir.Las dos se abrazaron y Angelika dejó el área de la piscina.Quería verlo con sus propios ojos.Cuando la chica se fue, la mirada de Rosalie se volvió hacia el hombre parado junto a la piscina.— ¿Por qué has venido?Se acercó, y cuando se detuvo a su lado miró hacia el cielo que comenzaba a oscurecer, la luna ya bastante visible.— Necesitaba respirar un poco, y llegué aquí sin querer.Asintió y suspiró siguiendo su mirada hacia el cielo.— ¿François? — Te llamó.Él la miró, su rostro estaba reluciente en la luz azulada de las pequeñas linternas alrededor de la piscina y del camino de piedra hacia el interior de la casa.Sus ojos eran como piedras preciosas, y sus cabellos castaños como ondas de seda a su alrededor. Todo esto le hizo sentirse involucra
Rosalie lo guió por el pequeño camino de piedras, él la siguió de cerca en silencio.En cierto momento, Rosalie pisó mal y se desequilibró, el hombre la sujetó por la cintura impidiendo que se cayera.Ella jadeó, al sentir el toque firme de sus manos sosteniéndolo en su cintura, él acabó tirando de ella muy cerca de él.Ella podía sentir su cuerpo detrás del suyo, caliente y sólido, y eso le asustó, porque no sintió repulsión sino familiaridad.Una especie de conexión.— Gracias.Ella agradeció y le quitó las manos de su cuerpo, por un momento sintió que él parecía reacio a soltarla, pero pronto ignoró eso.Ellos continuaron su camino de regreso al interior de la casa, ella lo condujo a la gran cocina.— Voy a hacer un café. — Anunció y señaló a una mesa en la esquina, donde podría sentarse.El hombre se dirigió a la mesa, y tiró de una silla pesada para sentarse.Ella lo vio sentarse y observarla mientras iba a la olla de café y azúcar.Luego tomó una pequeña olla y la llenó de agua
Rosalie miró a su hijo y al hombre con él, y se acordó del momento que él la sostuvo en el camino de piedras, después el modo como tamborileó los dedos en la mesa.Ella respiró profundamente y pensó que entendía esa sensación de familiaridad que ella sentía, ella había sentido lo mismo.La mujer miró a los ojos a su hija, y vio cómo ella creía en aquello, que de alguna manera Duncan estaba cuidando de ellas.Rosalie suspiró, y pensó que Duncan realmente estaba muerto.Las dos se abrazaron. [...]Duncan miró la hora en su reloj y se dio cuenta de que ya pasaba de las diez de la noche, por más que quisiera quedarse más, él tenía que irse.El hombre se levantó del sofá y abrazó a su hijo, estuvieron durante horas conversando y él dudaba de que el niño se hubiera dado cuenta de la hora. Pero era hora de irse.Rosalie se acercó al oír los dos despidiéndose, ella lo miró y lo acompañó hasta la puerta.Duncan no se despidió de Angelika, que según Rosalie ya se había ido a la cama, con aquell
Su corazón se congeló, y su sangre comenzó a correr más rápido, su boca se volvió seca y sintió que sus rodillas le fallarían en cualquier momento.La mano de François aún la mantenía firme detrás de su gran cuerpo, y en ese momento ella se maldijo por haber liberado a Aeron.El hombre con un tatuaje levantó su cuchillo, que brillaba en la luz del poste, y ella temió por la vida de ambos.Rosalie miró al bandido que parecía ser el líder, su mirada era negra y maléfica, él sostenía el cuchillo de modo amenazador, y la miró directamente.Entonces él dijo, en una voz terrible.— Aléjate de la mujer, o te mataré.Los otros dos hombres estuvieron de acuerdo con lo que decía su líder, y también sacaron sus cuchillos.Su corazón latía descompasado, sintiendo que era su fin, y si no hacía nada sería el fin de aquel hombre que intentaba protegerla.— No la tendrás. — Rebateu François.Su cuerpo estaba tenso, su mirada firme en su adversario que sostenía aquel cuchillo, los ojos de aquel bandid
Sus párpados estaban pesados, y todo su cuerpo dolía.Se sentía aplastado, completamente roto.Cuando finalmente abrió los ojos, vio la luz tenue de un amanecer entrar por las ventanas de la sala.Entonces se dio cuenta de dónde estaba.Aquella no era la sala de Lecomte, y cuando su mirada corrió por la amplia sala, vio no muy lejos del sofá donde él estaba, sentada en un sillón de ojos cerrados, Rosalie.Duncan miró su reloj, marcaba las cinco y cuarto de la mañana.Se dio cuenta de que no tenía camisa, y los restos estaban tirados en un rincón, ella estaba cubierta de sangre seca.El hombre pasó la mano por su vientre y sintió el vendaje, su mirada volvió a Rosalie, dormida.Su rostro estaba marcado por lágrimas recientes, como si ella hubiera pasado la noche velando su sueño.Lo tocó de una manera que lo hizo sentir una terrible falta de cuando era su marido.Y lo hizo desear por contar quién era realmente.Cuando intentó sentarse, un control remoto que estaba en el sofá cayó al su
Rosalie pasó la primera noche pensando en François, en lo cerca que estaba. El último hombre que ella había cuidado de esa manera había sido Duncan, su marido. Rosalie cerró los ojos, consciente del dolor en su corazón... Sólo tenía que pensar en Duncan, que sentía que se estaba ahogando, y nadie la salvaría. La mujer se levantó, y fue a arreglarse para el trabajo. Los días pasaron, mientras ella evitaba totalmente a François, saliendo temprano y llegando tarde. Ella dejó que François se recuperara a su tiempo, en su casa. [...] En el sexto día, Rosalie nuevamente llegó tarde del trabajo, en el momento en que Rosalie atravesó la sala ella paralizó. Y oyó un sonido que no había oído en mucho tiempo... Era el sonido de la risa de Bastien... Se volvió hacia el sonido, caminando hacia la cocina. Cuando la mujer apareció en la entrada, se encontró con su hijo sentado en una silla, cerca de la mesa. François estaba cerca de él, cocinando algo mientras ambos se reían y hablaban
Rosalie suspiró, y cuando François la soltó, ella se maldijo. ¿Por qué lo había comparado con Duncan? Eso era lo peor que podías decirle a un hombre que estaba tan cerca como él. François la miró, pero Rosalie se sorprendió con lo que vio. Había oscuridad en esos ojos, una que no estaba allí antes. Eran como si la noche estuviera apareciendo en sus ojos, y al mismo tiempo, parecía que aquel hombre estaba a punto de llorar. No tenía ningún sentido para ella. Rosalie se lo tragó y trató de arreglarlo. — No quise decir que te pareces a Duncan, no en ese sentido de... — ¿Cómo la toqué? — Fue demasiado directo. Su corazón aumentó sus latidos. Rosalie tragó seco de nuevo y se volvió de espaldas a él, su mano fue involuntariamente hacia su corazón, como si pudiera hacerlo latir más despacio. Ella oyó sus pasos detrás de ella, y de repente sus manos la envolvieron nuevamente. Envolviendo su cintura, su calor invadiéndola. En su oído susurró: — Sueña conmigo esta noche, Rosalie.