CAPÍTULO 30: TODO SIGUE IGUALA pesar de todo, sé que no puedo dejar que las cosas se detengan aquí. Si me quedo quieta, si me detengo, les estaré dando ventaja a esos dos. No puedo permitir que Lilian y Ethan me saquen del juego. No después de todo lo que han hecho.Me visto con rapidez, pero cada movimiento se siente pesado, lento. Mi cuerpo está rígido, aún tembloroso. Las imágenes del sueño con Alexander se entrelazan con la pesadilla de lo que realmente sucedió anoche.Me tapo la boca, reprimiendo el deseo de vomitar al recordar cómo me sentí cuando me desperté.Soñaba con Alexander… sus manos recorriendo mi piel, su aliento quemándome, una urgencia que jamás había sentido antes… pero cuando abrí los ojos, no era él. Era Ethan, mi marido, mi traidor, el hombre que se aprovechó de mí mientras estaba sedada por las pastillas para dormir.No puedo olvidar la sensación de sus manos, el peso de su cuerpo sobre el mío, moviéndose como si yo no estuviera completamente inconsciente. Como
CAPÍTULO 33: ALGO FAMILIAR—Suéltame, Alexander —le digo con la voz firme, pero él no me hace caso. Sus dedos se aferran a mi brazo con una presión que es incómoda, pero no insoportable.—No lo haré hasta que me digas qué te pasa. Estás...—Actuando muy extraño, ya lo sé. Todo el mundo me lo dice —interrumpo, adelantándome a lo que sé que va a decir. Estoy harta de escuchar las mismas palabras. Harta de sentirme observada, juzgada.Alexander me mira con una ceja enarcada, su mandíbula se tensa levemente.—Tal vez es porque es verdad —replica con ese tono arrogante que siempre me pone a la defensiva.A veces, quiero gritar, quiero decirle a alguien todo lo que me está pasando. Todo el dolor, la rabia, la confusión. Y en momentos como este, la tentación de contárselo a Alexander es fuerte. Pero no puedo. No a él. Ni a nadie.—No me pasa nada —respondo, intentando sonar indiferente, aunque sé que él no se lo cree.Alexander suspira, un suspiro que parece contener frustración. De repente,
CAPÍTULO 34: UN ATISBO DE SU VERDADERO SERRegreso a casa con una opresión creciente en el pecho. Alexander sigue invadiendo mis pensamientos, metiéndose más y más en mi cabeza, como una sombra que no puedo sacudirme. No debería estar concentrada en él, pero su presencia es una distracción constante que me hace tambalear. No puedo permitirme eso, no cuando mi prioridad es salvar a mi padre. Con mi despido, todo se ha complicado infinitamente, y siento como si estuviera en una caída libre sin control.Entro en la casa, intentando alejar ese sueño de mi mente, pero cuando escucho los pasos de Ethan acercándose desde la cocina, un pánico helado me recorre el cuerpo. Mi primer instinto es salir corriendo, evitarlo, desaparecer antes de que me vea. Pero es demasiado tarde. Él sale al pasillo con un ramo de rosas rojas en las manos y me mira con esa dulzura falsa que me da nauseas.—¡Mi amor! —exclama, su tono es excesivamente entusiasta y forzado.Mi corazón se encoge ante sus palabras. Ya
CAPÍTULO 35: ANTESALANo puede ser...Todo ese tiempo, las cartas anónimas que me hacían sentir que no estaba sola, las flores que iluminaban mis días más oscuros, los dulces y libros que llegaban como pequeños milagros cuando más los necesitaba... ¿fueron enviados por Alexander? Jugueteo con el pedazo de papel en mis manos, el nombre "Sophia" escrito en una letra que ahora parece cargada de un significado más profundo.—Pero ¿por qué? —me pregunto en voz alta, dejándome caer pesadamente en la silla frente al escritorio.En mi vida anterior Alexander nunca me había dado señales de un interés tan personal. De hecho, casi no se me acercaba. Cuando estuve en el hospital, paralizada después del accidente, nunca vino a verme. Solo me visitó una vez en la mansión, y eso porque Ethan organizó aquella fiesta para celebrar el lanzamiento del proyecto, o al menos eso creí en ese momento.Alexander siempre fue el hermano distante, frío e indiferente. Nunca pensé que hubiera algo detrás de esa má
CAPÍTULO 36: NO LO PUEDO EVITARLo miro, sorprendida de que haya sacado el tema en este momento. Me duele escucharlo decir eso, porque aunque quiera entender sus razones, sigue sin parecerme justo. Sin embargo, no puedo descargarme con él. Lo amo, a pesar de todo.—No, papá —respondo suavemente—. No estoy resentida. Te amo, sin importar lo que pase.Me esfuerzo por sonreírle, aunque no puedo evitar que una pequeña parte de mí se sienta traicionada. Mi padre me mira con ternura, apretando mi mano por un instante antes de volver a fijar la vista en el paisaje. Parece satisfecho con mi respuesta, pero no lo suficiente como para notar la preocupación que sigue latiendo en mi interior.El auto continúa avanzando, tomando curvas cerradas que bordean el acantilado. Miro el océano por un momento, perdiéndome en sus profundidades, tratando de apagar la tormenta que hay en mi mente. Pero entonces, algo cambia. Siento un tirón en el estómago cuando el auto acelera de repente.—¿Qué pasa? —pregun
CAPÍTULO 37: FRACASÉEl tiempo parece haberse detenido, y sin embargo, cada segundo transcurre con una agonía insoportable. El agua gélida me golpea, las olas me arrastran sin piedad hacia las rocas del acantilado. Grito el nombre de mi padre, pero el rugido del océano ahoga mi voz. Intento sumergirme de nuevo, mis manos buscan desesperadas en el vacío bajo el agua, donde el auto ha desaparecido, pero mis pulmones arden y las corrientes me empujan hacia la superficie una y otra vez.Cada vez que lo intento, es como si el mar me recordara que lo que intento hacer es imposible. Siento el frío penetrante en cada centímetro de mi piel, el agua oscura se convierte en mi enemigo, empujándome hacia las rocas afiladas. Mi cuerpo golpea contra ellas, dejándome sin aire, pero aun así intento regresar.—¡Papá! —grito una última vez, el eco de mi voz se pierde en la tormenta de olas.El terror y la desesperación me abruman. «No puede estar pasando», pienso. El auto está hundido más allá de mi a
CAPÍTULO 38: RESCATELo que sucede después es un borrón, como si mi mente decidiera desconectarse para no procesar el horror. El rescatista me habla, su voz me llega distorsionada, como desde otro mundo. Intento responderle, pero no puedo. Es como si las palabras se hubieran perdido en algún rincón profundo de mi ser. Todo lo que puedo hacer es mirar a su rostro mientras me examina con urgencia.Él me toma el pulso, se asegura de que sigo consciente y dice algo por la radio que lleva en el pecho, pero son palabras que no logro entender. En cuestión de segundos, me siento envuelta en un arnés ajustado con firmeza, y de pronto el suelo bajo mis pies desaparece. Un cable nos eleva rápidamente hacia el helicóptero. La sensación de vértigo me golpea y el pánico de caerme se apodera de mí.Me aferro al pecho del rescatista con una fuerza desesperada, como si él fuera lo único que me mantiene conectada a la vida. Y lo es.—Tranquila, ya estás a salvo —me dice, su voz se escucha como un susur
CAPÍTULO 39: VULNERABLE DE NUEVOCuando el peligro inicial ha pasado y ya el médico me ha hecho todas las preguntas pertinentes para asegurarse de que estoy más o menos bien, me pregunta si quiero dejar pasar a mi esposo.—¿Lo dejo entrar? Me pareció escuchar que no querías verlo —dice con un tono protector.—Sí, está bien. Yo… estaba un poco confundida.Él sonríe con amabilidad y sale de la habitación. Mientras estoy sola no puedo dejar de sentir esta horrible sensación de dejavú. Aunque ahora es distinto. Puedo mover mis piernas, solo tengo daños menores y estoy viva. Esta vez no lograron incapacitarme y mucho menos acabarán conmigo.Un minuto después Alexander entra en la habitación y se acerca a mí con una expresión preocupada y genuina. Es la primera vez que lo veo demostrar alguna emoción distinta a la arrogancia. Su rostro no solo es de preocupación, hay algo más, algo que no había visto en él antes: vulnerabilidad. Sin la máscara de suficiencia que normalmente lleva, se le ve.