Había estado esperando el fin de semana con ansias, me urgía comenzar a averiguar dónde mis tíos guardaban mis papeles. Ya tenía todas mis cosas arregladas desde la noche anterior, entre ellas los cuadernos y libros que usaría para las tareas que quedaron pendientes. Necesitaba dos cosas: salir del internado, respirar otro aire, así fuese el de la casa de mis tíos, y despejar mi cabeza, pues había un pensamiento que no me abandonaba, un pensamiento con nombre de mujer: Rebeca. En verdad había sido dura con ella. En eso alguien tocó la puerta sacándome de mis cavilaciones, se trataba de una de las monjas del internado. —Señoritas, llegaron por ustedes. Emily y yo salimos con prisa de la habitación para reencontrarnos con la libertad provisional, aunque, Emily no veía el internado de la misma manera que yo. Para ella todo en la vida eran oportunidades a las que debíamos sacar el mayor provecho posible. Ya en el patio me despedí de mi amiga, ella se me acercó y me susurró: —No se te ol
Lo que más odiaba de mi decisión de tratar a mi padre con la misma frialdad con la que él me trataba, era que cada vez que lo rechazaba terminaba arrepintiéndome, sentía que cada intento por ser dura lo pagaba con el doble de lágrimas y desolación. Traté de no pensar más en el asunto. Entré al baño y abrí la regadera para despejarme, dejé que el agua me recorriera, necesitaba disipar mis pensamientos; me fui desconectando del dolor logrando que el baño causase en mí el efecto deseado. Ya relajada me vestí y bajé. El olor tan agradable que salía de la cocina me abrió el apetito. —Vicky, ya falta poco para que la comida esté lista— me comunicó Andrea sonriendo— Espero tengas hambre. Gustavo ya no debe tardar en llegar. —¿No necesitas ayuda? —No, Victoria, pero en otra ocasión te tomo la palabra. —Entonces voy a dar una vuelta por el patio, aún no lo he visto y mi papá mencionó que tienes un invernadero. —Sí, es verdad, tenemos uno, las flores y las plantas siempre han sido mi pasión
El resto de lo que quedaba de la noche estuve muy inquieta. No podía conciliar el sueño. Aquel atardecer en el invernadero yo había abierto una caja de secretos, la puerta a un lugar donde emergía otra existencia, que me revelaba una nueva y extraña faceta de mi vida. Ya no se trataba de simples sueños o alucinaciones, de eso no me quedaba la menor duda. Había dormitado hasta tarde producto del desvelo, y aún continuaba somnolienta. El sonido del llamado de mi tío tras la puerta logró que me avivara un poco. Traté de levantarme, pero me costaba, mis piernas estaban pesadas al igual que mis pupilas. El segundo llamado no se hizo esperar, así que hice mi mayor esfuerzo y fui a abrir. —Buenos días, Vicky—pude notar en los ojos de mi tío algo de inquietud, parecía estar analizando mi rostro. —Buenos días, tío. —Subí para ver si habías dormido bien, ya sabes, como fue tu primera noche en la casa, quería cerciorarme de que todo estuviera en orden. —Sí, dormí bien. En un momento bajo.
Me recosté en un sofá crema que estaba cerca del sofisticado aparato de sonido; me relajé y hundí en la música olvidándome de apreciar todo lo que estaba a mi alrededor, sus notas tenían una especie de efecto anestésico, propagando su sonido por todas mis neuronas. Una vez más me sentí extraña, sentí que conocía esa canción; no sabía de dónde, pero estaba segura de ese hecho. Andrea entró con las dos tazas de chocolate, las colocó en la mesita y sin perder tiempo inició una conversación: —¿Te gusta la música clásica y los valses?— afirmé con la cabeza. —Es extraño, no a todos los jóvenes les gusta esta clase de música. No contesté a su comentario, a decir verdad, su voz la percibía distante, casi en susurro. Lo único que escuchaba a la perfección era el vals, y como repentinamente su volumen se acrecentaba. La cabeza empezó a dolerme; me levanté del sillón experimentando mareos, mi equilibrio falló y caí de rodillas al piso. Mi tía al darse cuenta de mi estado fue corriendo hacia m
Llegamos sin ningún imprevisto, al bajar del auto sentí como el frío se había intensificado, apresuré mi andar y ya dentro subí rápidamente la escalera para internarme en la habitación, quería borrar este nuevo episodio y a la vez llorar para drenar tanta confusión; el sonido repentino del teléfono me atormentó, oí a mi tío contestar, luego decir que era mi papá. —¡Lo que me faltaba! Este era el broche de oro que necesitaba para cerrar mi fatídico día. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando mi tío me alcanzó con el teléfono en manos: —Debes hablar con él, Victoria— tomé el teléfono, mi intención era colgar, pero mi tío no se movió del sitio, así que no tuve más remedio que hablar. —Aló —dije sin ganas. —Hola, Victoria ¡Al fin puedo hablar contigo! —su voz sonaba nostálgica y a la vez aliviada, esto me llevó a dudar si era mi padre el que me hablaba —¿Cómo te ha ido en la escuela? —Bien— le respondí fría y tajante, él se dio cuenta, no me importó y continué la conversación. —
—¡Victoria, que obsesión la tuya de mirarte tanto tiempo en el espejo!— me reclamaba Emily desde el otro lado de la habitación— Mejor apúrate o vamos a llegar tarde a clases. Ella tenía razón, pero no podía evitar el asombro que experimentaba cada vez que miraba mi reflejo; en mi rostro encontraba similitudes de la joven que había visto hace cuatro años en el invernadero; no éramos idénticas, sus ojos eran oscuros y los míos azules, aun así, ella y yo parecíamos familia. Cada vez que la recordaba, un sentimiento de tristeza me arropaba, y aunque lo quería bloquear no lo lograba. Muchas noches no dormía pensando en ella, y muchas veces escuchaba su voz en mi mente susurrándome: No estás sola. Esos hechos causaron que investigara y analizara varias teorías, por desgracia ninguna me dio respuestas; quizás yo poseía un sexto sentido muy desarrollado que lograba que me desdoblara y saliera de mi cuerpo físico para utilizar el cuerpo astral, y este me llevaba a vidas pasadas; ese análisis n
Ya todos los estudiantes estaban reunidos en el templo; como todos los viernes el santuario estaba muy bien adornado, los vitrales eran muy finos, llevaban dibujos de ángeles y santos; el techo también era una obra de arte, estaba decorado con finas pinturas de escenas de la Biblia. —Victoria, ahí está Margot— señaló Emily con sus labios y mirada, giré disimuladamente; se le notaba la ansiedad en el rostro. —Disimula Emily, Margot se va a dar cuenta de que la estamos viendo. —Por favor vayan tomando su lugar —nos pidió la madre superiora, pude ver que Margot no dejaba de mirar a los lados, era señal que su amado no había llegado. —Vamos a sentarnos. —Espérate Vicky, quedémonos un momento más de pie. —No, mejor deja de andar curioseando— seguidamente la jalé. Luego de un instante Margot entró y se incorporó en un asiento, se notaba algo decepcionada, al parecer Ethan no había llegado. Dieron inicio a la misa, pero antes la madre superiora nos dedicó unas palabras como acostumbra
—Victoria— me llamó Andrea desde el pasillo que daba a mi habitación— acaba de llegar Emily. —Avísale que ya bajo, por favor. Emily había llegado una hora antes de lo acordado, así que tuve que apurarme en mi arreglo. Mientras bajaba pude escuchar los cuchicheos y risas; al llegar a la sala pude ver a mi amiga hablando en exceso y haciendo reír con sus comentarios a su madre y a mi tía. —Aquí esta Victoria. Me acerqué y saludé con un beso a la señora Vivían, ese era el nombre de la madre de Emily. Ese día Vivían White lucia sencilla, pero hermosa como siempre, lo que no cambiaba era su exquisito aroma a perfume francés. —Chicas, las dejo en el centro comercial, luego Andrea irá por ustedes— nos comunicó Vivían, luego se dirigió a mi tía: —¿Seguro no hay inconveniente en que lleves a Emily hasta la casa de mis padres? —Claro que no, yo te la llevo. —Yo hubiese ido por ellas, pero he estado tan ocupada con los ensayos, que he tenido que ingeniármelas para estar con mi hija… —Maá