CAPÍTULO 30

Me quedé unos minutos más después de que Noah se fuera. Tenía que pensar en todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor.

Era como si nuestras vidas fueran dirigidas por una montaña rusa. En un momento estábamos bien, pero en el otro nos veníamos abajo con miles de problemas y situaciones nuevas que no sabíamos cómo afrontar. Solo tenía dieciocho y el veintidós, éramos unos jóvenes inexpertos y la vida se había encargado de darnos aún más peso de lo que posiblemente podríamos cargar, pero, aun no nos rendíamos, aun seguíamos de pie batallando con todo lo que se estaba viniendo, nos hacíamos los fuertes y aunque lo fuéramos, por dentro también temblábamos del miedo, de la preocupación.

Noah cargaba con mucho peso entre sus hombros como para que yo le agregara uno más, mi hermana era mi problema,

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