Capítulo 83
Con estas palabras, Alejandro adivinó la decisión de Aitana: esta niña estaba decidida a marcharse.

Pero Alejandro quiso preguntar:

—¿Y Damián? ¿También vas a renunciar a él?

Aitana bajó la mirada sumisamente:

—Depende de él, de cuándo esté dispuesto a soltarme. Entonces tramitaremos el divorcio.

Había dejado clara su postura, y Alejandro de repente se desplomó.

Pero no podía culpar a Aitana. De principio a fin, esta joven no había cometido ningún error. ¡Era culpa de Damián!

Alejandro se recompuso, forzando una sonrisa:

—Entonces considera otras opciones. Los Uribe tenemos otros hombres en la familia, quizás alguno te resulte atractivo.

Aitana no sabía si reír o llorar:

—¡Alejandro!

Alejandro, melancólico:

—Me cuesta dejarte ir.

¿Y cómo podría Aitana dejarlo a él?

Su origen había sido tan solitario. Su abuela la había recogido y criado sola. Durante sus días con los Uribe, Alejandro había sido uno de los pocos consuelos. Por este afecto, Aitana no tenía forma de corresponderle adecuad
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