Lady Caroline se adentró en el pueblo gorianito con el corazón palpitante y su mente hecha un caos. Disfrazada de hombre, con una capucha oscura encima que robó a un señor en un descuido, ocultaba su figura desaliñada, misma capucha que le cubría un poco el rostro con marcas de raspones y suciedad de su arduo viaje. Ella cansada y con apetito, caminó por las calles empedradas. El olor a tierra húmeda y a humo de leña llenando sus pulmones. Las personas yendo y viniendo. Su objetivo era claro… ¡Llegar a Maita y encontrar la manera de impedir el ataque a su Reino cuna! Mientras ella buscaba a alguien que pudiera ayudarla, en especial un Maitano corrupto, se topó con un grupo de hombres de aspecto rudo sentados a una mesa, divirtiéndose con un juego de mesa, mientras apostaban, reían y fumaban. Sus ojos marcados por la desconfianza y la astucia se clavaron en Caroline. Al ella acercarse, sintió las miradas de los hombres sobre ella, como si olfatearan el miedo a través de
•••••••••• En la penumbra de la noche, el castillo de Firgin se alzaba con sus muros desgastados que mostraban la imponencia y elegancia de su antigüedad. Las farolas de pared se lucían elegantes con sus formas llamativas en los pasillos, proyectando sombras. En uno de los elegantes salones de ese antiguo castillo, decorado con tapices que mostraban la gloria de un Reino que ya no existía, se encontraba el caballero Real Gorianito, Dimitri Azlack, con su mirada azul marino fría. Dimitri, un hombre pelirrojo de porte imponente, se movía de pie, de un lugar a otro, en su mano enguantada de negro, sosteniendo una copa con vino tinto. El odio de ese caballero pelirrojo, hacia el Rey Jhonn Cuarto Wiztan, lo consumía, como un fuego que ardía en su interior. Había llegado a Firgin con un propósito oscuro y, esa noche, se reuniría con el único hombre que podía ayudarle a llevar a cabo su plan: El señor Allandrish Rivertia, el ex Rey de Firgin, cuya furia era tan intensa como su d
•••••••••• 11: 30 pm. Reino de Maita, Castillo principal Maitano. —Lan… Deberías dormir, mi amor, ya es bastante tarde… —en un susurro lleno de amor, la Reina Maitana, Evangeline, le colocó un abrigo largo al Rey, quien se encontraba aún a esas horas con su fina pijama de seda, en la terraza del castillo. El gobernante Maitano, Landel Lamparth. Exhaló y volvió a ver hacia atrás por encima de su hombro a esa belleza de mujer de nacionalidad, Bushlaka, con la que se había casado. Sus ojos dorados se posaron en esos hermosos verdes esmeraldas de Evangeline Burgot. Ella lo tomó de la mano con cariño, la brisa nocturna mecía lentamente el cabello corto oscuro de esa hermosa Reina, el cual se agitaba alborotando algunos de los mechones que se posaban en su rostro. Landel, con cariño, apartó los mechones del rostro de Evangeline, pasándolos por detrás de la oreja de ella. Frente a frente, él se inclinó besando la mejilla de esa Reina, que era un magnífico apoyo en absoluta
—¡TONTERÍAS, LANDEL! —gritó la Reina, regañando a su deprimido esposo—. ¡Ellos también te aman a ti! ¡Ya deja de envidiar a Jhonn!, ¿después de tantos años y no lo entiendes?, ¡Si no te quisieran, no estuvieran en Maita! ¡Tus padres y tu hermano eligieron Maita!, no significa que no amen a Jhonn. Los quieren a ambos… Lo sé porque soy madre y tú deberías saberlo. Eres padre. ¿Acaso amas a Larcilel más que a Leónidas? ¿Serías capaz de sacrificar a uno de nuestros bebés por el bien del otro? —¿Qué? ¡NUNCA! —respondió de inmediato, el Rey Maitano. —¡Entonces, piensa seriamente!, por apoyar a tu tío, podrías destruir tu familia… ¿Quieres defender tanto al marqués que estás dispuesto a herir a Jhonn?, Jhonn es joven… Solo tiene 22 años… Quizá su experiencia ahora en guerra y gobierno puede ser mayor a la tuya. Pero… Probablemente está tan herido como tú o mucho más y no hablo de heridas físicas. —Yuri… Mi amada Yurina~ —sonrió Landel posando suavemente sus manos en las mejillas de su
El Rey Jhonn Cuarto Wiztan, se encontraba sentado en el elegante sillón individual, con su aura imponente sostenía la copa de vino que le dio el Conde Terlen. —Es de los mejores viñedos del condado~ seguro será de su agrado y fino paladar, su majestad~ —hablaba el Conde con respeto, viendo a ese Gorianito. —Iré directamente a la capital —comenzó a hablar el Rey Jhonn. Siendo directo—. Tengo negocios que hacer ahí~ —Umm… ¿Solo necesita mi transporte y propiedad en la capital?, puedo hacerlo pasar por un noble primo segundo~ tendrá acceso al territorio Real Lamparth. A todo evento y festividades~ inclusive audiencias con el Rey, si se disfraza bien y con el tiempo que su majestad el Rey Landel no lo ha visto. Jamás lo reconocerá~ —el Conde sonreía animado, mientras hacía planes, feliz de ayudar al Rey Gorianito. Jhonn probó el exquisito vino fabricado en los viñedos Maitanos. Una aroma deliciosa y un sabor adictivo. —Es bueno —se refirió el Rey Gorianito al vino, posando s
8pm. Esa noche en el Reino de Maita. En las afueras de la capital había un pequeño pueblo, uno bastante próspero ubicado entre el espesor de zonas boscosas. Entre el bullicio del pueblo, un carruaje sencillo, se detuvo frente a un edificio de tonalidad opaca. De inmediato el portero abrió a los dos hombres, que estaban en el interior del transporte. Un señor de edad mayor, en sus sesenta años, cabello canoso perfectamente peinado hacia atrás, cuya barba y bigote bien cuidados también mostraban su edad, utilizaba un elegante traje pero no tan glamuroso de tonalidades negras con plateado, sosteniendo un bastón de finos detalles en su madera. El señor saludo al hombre que en las afueras del edificio le daba la bienvenida. —Señor Kallan, bienvenido. Veo que trajo a alguien con usted~ —daba la bienvenida el hombre elegante que abriendo la puerta indicó con su mano enguantada de blanco, que podían pasar ellos primero. Clac~ Resonó la puerta del edificio cuando fue cerrada
El señor mayor y la Reina Maitana, de inmediato se quedaron inmóviles cuando llegaron a la zona exclusiva, llamada "Salón Rubí". Donde tenían en celdas movibles, a mujeres encadenadas (extranjeras), dichas señoritas eran jóvenes y vestían como preciosas joyas a lucir, elegantes vestidos, diamantes, y sentadas en una lujosa silla acolchada dentro de la jaula. "¿Por qué el marqués está permitiendo el tráfico con mujeres y… Probablemente personas? ¡Eso es prohibido! ¡Es inaceptable!" Pensó la Reina Maitana, que frunció el ceño, furiosa. Sin embargo, todas ellas utilizaban una máscara que impedía ver sus rostros. De inmediato, Evangeline (Yurina), se quedó congelada, cuando una de esas jóvenes llamó poderosamente su atención. Un cabello rubio largo y ondulado, hermoso, sedoso y con un brillo atractivo, la mirada que ligeramente se percibía era una de tonalidad verde… No cualquier tono, uno verde limón que anteriormente había visto. La joven lucía como una adorable muñequita d
Lady Caroline, vio como su mejor amiga, Yurina (Evangeline), tomó distancia de ella, posando las manos en sus mejillas. —¡Por los dioses! ¡Realmente eres tú! ¡Estás viva! —exclamaba esa Reina Maitana con lágrimas en sus ojos—. Sabía que no habías muerto… Sabía que no era como ese tal Dimitri decía… Se lo dije a Landel, él casi se vuelve loco ese día, cuando Dimitri le dijo que tú habías muerto. ¡ES CIERTO! —se sorprendió la Reina en ese momento— ¡Tenemos que ir a decirle que estás- —¡NO! ¡AÚN NO! —exclamó Caroline preocupada. Sabía que Yurina no la entendía, pero aún así, esa mujer rubia estaba decidida a explicar—. En estos momentos. Jhonn está en la frontera con su ejército. Son varias tropas y probablemente estaban preparando más. No está solo, su comandante general le ayuda y ese hombre, Lord Francis Garlem, no dudaría en matar a alguien de Maita. Aún si Jhonn duda en apuntar su espada contra su familia, ese Lord, NO LO HARÁ. Caroline veía la sorpresa en el rostro de Yurina