Caroline guardó silencio, congelada ante sus propias palabras, y tragó saliva nerviosa. —¿De qué… De qué hablas…? —le preguntó ella titubeante y haciéndose la desentendida. —Acabas de insinuar que habían otros candidatos. ¿Quién es? ¿Dimitri? ¿Qué tanto tú y ese hombre- —¡Nada! —interrumpió Caroline a Jhonn— ¡No pasó nada! —gritó ella alarmada negando todo, aunque su mirada, decía otra cosa… —¿Entonces porqué te exaltas? ¿Por qué te pones nerviosa? —le preguntó Jhonn apoyando sus manos en los brazos de Caroline, como si quisiera retenerla por si ella intentaba huir—, sé que eras pura cuando te tomé. Pero… ¿Qué tanto te dejaste de él? —¡Tú te casaste tres veces, Jhonn! ¡Tuviste numerosas amantes y tienes tres hijos! ¡No puedes juzgarme por… —Caroline guardó silencio al ver la fría expresión de ese alto hombre frente a ella que la retenía con firmeza. La concubina Real tenía su vestimenta de la parte superior hecha un desastre permitiendo una vista mayor de sus senos. Su ro
Caroline apartó la mano que ese Rey tenía puesta con delicadeza sobre su pecho izquierdo. —En ese caso… —susurró ella— No quiero hacerlo. Ve a la otra habitación. Jhonn alzó una ceja sorprendido. Era la primera vez que era rechazado y por supuesto, la primera que Caroline lo hacía. —¿Es un castigo? —le preguntó él de inmediato. —¿Un castigo? ¿Por qué querría yo castigarte? —le preguntó ella aún maliciosa. Por supuesto, Caroline podía estar locamente enamorada. Podía estar deseando que Jhonn le hiciera el amor. Podría haberlo perdonando ciegamente de todo lo que le hizo… Pero… Pero esa bella Maitana merecía darse a respetar, no… Ella realmente sí quería ser respetada. Qué él vea que tenía que respetarla, que no era una más de sus amantes ni de sus mujeres bajo su control absoluto. ¡Le daba igual si las Gorianitas tenían que ser sumisas ante sus hombres Gorianitos! ¡Ella NO ERA ninguna Gorianita! Era una Maitana y aunque no era una nacionalista empe
************••••••••••************ >>> Caroline: Mis lágrimas surgían de manera natural. Frente a mí, de rodillas, veía a Jhonn. Mi Jhonn… Ese que por tantos años amé y aún sigo amando. En el pasado me enojé, le deseé lo peor, pero… Mi débil corazón se arrepintió de ello. Él se puso nuevamente de pie y con una cálida sonrisa acarició mi mejilla… Provocando que sienta el tacto cálido de su mano. Levanté mi mirada y lo veía hacia arriba. Él creció bastante, había cambiado mucho, pero su amor por mí parecía seguir intacto. Jhonn me dió la espalda y se retiró de su propia recámara. Fue cuando en mi corazón un doloroso vacío me sumergió en la tristeza. ¿Me sobrepasé? ¿Hice mal…? Me sentí molesta y lo rechacé. Él fue muy cruel conmigo y al menos quería hacerle entender que no podía tratarme como quisiera… Pero… Ah… Me duele. Duele demasiado. Es una sanción asfixiante que invade todo mi ser… Coloqué mi mano derecha sobre mi pecho izquierdo sin
Al abrir la puerta, Jhonn me miró con intensidad, como si estuviera tratando de leer cada uno de mis pensamientos. Sus ojos azules resplandecían en la tenue luz de la habitación, y su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y deseo. Mi corazón comenzó a latir aceleradamente, mis manos se aferraron a su cintura. —Caroline. —¿Si…? —pregunté en un suave susurro. Pensé que si no lo rechazaba y mostraba así mi fuerza de voluntad y mi molestia. No sería respetada. Sin embargo, yo misma caía por mis palabras. —No debí encerrarte así —recalcó Jhonn—. Pero me alejaste por un motivo y solo quiero ayudarte a cumplirlo. No pude evitar sentirme como una tonta en ese momento. La intensidad del amor de Jhonn, era tal que lo obligaba a respetar límites que yo ponía y ni yo misma respetaba. Sus palabras resonaron en mi interior, despertando un tumulto de emociones que me resultaban difíciles de procesar. Él me rodeó entre sus brazos, inclinándose hacia mí al punto que
« Cambiaré el mundo para que incluso alguien como el marqués Forsten, tenga que doblar sus rodillas ante ti, mi amada Caroline. » Las palabras de Jhonn resonaban en mí mente, no podía hablarle, de mi boca únicamente salían mis gemidos. —Oh~ Jhonn~ Una de mis manos se aferró a su brazo y la otra a las sábanas, mi espada se arqueaba, entre más sentía cómo sus dedos hacían un desastre en mi intimidad, su otra mano había subido dejándome la bata hasta la altura arriba de mis pechos. Él acercó su rostro hacia el mío, queriendo hacer contacto visual… Lo evadí. Me sentía muy apenada. Era diferente a las anteriores veces. Él me estaba viendo atentamente, como si quisiera recordar ahora sí, cada detalle de todo mi cuerpo, la claridad en la habitación era perfecta para ello y la combinación del calor del nuevo día, el de mi cuerpo y el de él encimándome, me hacían sudar, queriendo ser despojada de esa prenda. —Ah… Jhonn… Espera... —me quité a como pude de rápido y torpemente l
—Cari. Quiero que tú me des a mi heredero. Me sorprendí. Entonces entendí porque él fácilmente decía que me daría la corona y porqué él no le había dado el título de heredero a ninguno de sus tres príncipes. Me estaba esperando. Realmente… Él nunca había perdido la esperanza de tenerme a mí. —Jhonn… Quiero… Sí quiero bebés nuestros~ —sonreí sin poder ocultar mi emoción. Por supuesto, desde que me volví concubina, dejé de tomar esos té que también contenían un veneno. No sabía qué tanto habían afectado mi fertilidad. Pero sabía que si Jhonn parecía aliviado con el tema. Era porque nada malo me sucedería. —Te amo, mi Jhonn~ —le susurré esperando ser igual de correspondida. Él me dió un tierno beso en la frente, seguido de otros en mis mejillas, mi nariz, y finalmente mis labios. —No hay nadie en el mundo que te ame tanto como yo, Caroline. Te amo… Me aferré a él en ese instante, sentí mis lágrimas deslizarse por mi mejilla lentamente. Lágrimas de felicidad. De n
•••••••••• 1: 00 pm. Caroline salió del territorio Real con determinación, el aire fresco acariciando su fino rostro cuando bajó del carruaje en compañía de su doncella Patricia y siendo seguida por varios escoltas a caballo. La capital de Gorian se extendía ante ella, llena de vida y color. Las calles estaban repletas de comerciantes, ciudadanos y visitantes que iban y venían, creando un bullicio animado esa tarde. Siguiendo su instinto, Caroline se dirigió hacia una pequeña tienda de telas y mercería. La campanilla sonó cuando entró, y una mujer de edad avanzada con ojos astutos, la miró con curiosidad. —¡Lady Camil! —exclamó la mujer—. ¿Qué la trae por aquí? No es común ver a una dama de la corte en nuestra modesta tienda. Caroline sonrió. —Estoy buscando telas, hilos y encajes —dijo emocionada—. Quiero diseñar mis propios vestidos. Si había algo que Caroline amaba… Era lucir bien. Un gusto vanidoso que se daba en Maita, amando la moda y el buen estilo. Las prendas
•••••••••• 4: 30 pm. El sol de la tarde pintaba el cielo de hermosos naranjas y dorados, la cálida luz iluminaba el papel en el que Caroline con sus manos llenas de tiza oscura, trazaba los diseños de los atuendos que invadían su mente. El Rey Jhonn Cuarto Wiztan, salió al jardín privado del sector Sur. Uno que era de sus favoritos. Había tenido un día bastante ajetreado principalmente porque comenzó tarde sus obligaciones Reales. Entre los rosales, observó la radiante y pequeña figura femenina que brillaba como el oro por su hermoso cabello ondulado rubio, bañado por la luz del atardecer. Su vestido blanco la hacía resaltar aún más. Entre más se acercaba el perfume de las rosas se podía oler en la fresca brisa. La joven que de rodillas estaba concentrada en su lienzo, dibujando cerca de la sombra de un frondoso árbol. Levantó su mirada, posando sus hermosos y grandes ojos verdes limón en ese gobernante frente a ella. —Jhonn… —susurró para segundos después reaccionar co