•••••••••• "Camil", la concubina Real, se adentró en el palacio de los príncipes, un lugar de una belleza y lujo extraordinarios, esa tarde. El viento soplaba refrescante y el día lucía magnífico. Su propósito era visitar a los hijos del Rey Jhonn: los príncipes gemelos, Aiden y Airam, de 4 años, y el menor, Elbert, de 2 años. El jardín del palacio estaba adornado con exuberantes flores de colores vivos, cuyas aromas exquisitas llenaban el aire. Camil se acercó a los gemelos, quienes estaban jugando alegremente en un rincón del jardín. Ella se sentó junto a ellos y les habló con ternura, el brillo en sus ojos verdes limón, reflejando la determinación que la impulsaba: —Príncipe Aiden, Príncipe Airam, me presento. Mi nombre es… — Caroline dudó por unos segundos. No quería comenzar su relación con esos hermosos gemelitos, a base de mentiras, ella volvió a ver a la servidumbre que se encontraba a una distancia considerable, lo suficiente para impedir que escuchen la conversa
El Rey Jhonn Cuarto Wiztan llegó al edificio de medicina con pasos apresurados, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Él entró en la oficina y buscó con su mirada azul al médico Real, Alejandro Wextell, quien lo recibió con seriedad en su rostro. —Majestad, permítame informarle que la concubina Real, Camil, está fuera de peligro —dijo el médico Real de inmediato—. Sin embargo, debo decirle que la situación es delicada. Ella no tomó el medicamento recetado esta mañana, con la toxina que ingirió y el veneno en los té anticonceptivos que estuvo tomando, debe sí o sí tomar el medicamento 1 vez al día por al menos un mes. Jhonn sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. ¡La culpa lo invadió de inmediato! ¿Cómo pudo haber permitido que eso le ocurriera a su adorada, Caroline? Su mente se llenó de recuerdos de los momentos que compartió con esa concubina Real. —Doctor Wextell, recibí esta mañana un informe donde ella rechazaba tomarlo. No creí que fueran c
—Camil, hay algo que debo decirte —habló el Rey Jhonn, su voz era un susurro grave que resonaba en el espacio entre ellos. Caroline levantó la vista hacia él, sus ojos verdes limón brillaban con una mezcla de miedo y esperanza. —¿Qué sucede, su majestad? —preguntó ella con cautela, temiendo y anhelando su respuesta al mismo tiempo. Jhonn suspiró, luchando contra el deseo abrumador que sentía por ella. Sabía que debía mantener su compostura; después de todo, aún no era el momento de revelarle que conocía su verdadera identidad. —Desde que entraste en mi vida, todo ha cambiado —expresó el Rey Jhonn, su mirada nunca dejaba la de ella, aunque la expresión de él era seria y fría, le hablaba con la verdad. Caroline sintió cómo su corazón se aceleraba con sus palabras. Había algo en la forma en que él la miraba que le hacía ilusionarse. —Disculpe, su majestad. ¿Cambiar cómo? —preguntó ella queriendo profundizar en el tema. —Con un "cambio", me refiero a que empezó siendo algo
Caroline miró fijamente el vaso que contenía la medicina, su contenido burbujeando ligeramente. Con un movimiento rápido y decidido, esa concubina Real, dejó caer el vaso al suelo, donde se estrelló y esparció su contenido por el frío mármol. CLANK~ Se produjo un fuerte sonido cuando terminó el cristal roto esparcido por el piso. Jhonn, con los puños apretados y la ira marcada en su rostro, se acercó a ella rápidamente, apoyando sus manos en los descansa brazos del sofá individual donde ella se encontraba sentada. —¿Por qué lo tiraste? —preguntó él, con una voz que apenas contenía su furia. Caroline levantó la mirada desafiante. —Lo tomaré… —dijo ella con firmeza— Pero solo si me dejas quedarme contigo en tus aposentos reales a partir de este momento. El doctor Alejandro Wextell, que había observado la escena en silencio, no pudo evitar soltar una risa disimulada ante la audacia de la concubina Real. Jhonn lo miró fríamente antes de exhalar lentamente y volver su atención
El Rey Jhonn Cuarto Wiztan, se giró viendo fijamente a esa concubina Real, que yacía en el piso de rodillas, llorando desconsolada mientras veía en dirección al suelo. Su pequeña figura temblorosa y frágil, luciendo ese pomposo vestido celeste, sus manos enguantadas de blanco en puños reteniendo su enojo y desesperación, sin poder ocultar la tormenta de emociones que la invadían rompiendo su corazón. La habitación se llenó de un silencio pesado, roto solo por los sollozos de esa concubina Real. —Caroline… —la voz de Jhonn era apenas un susurro, pero cargado de una intensidad que nunca antes había mostrado. Ella levantó la vista, sus ojos verdes limón hinchados y rojizos se encontraron con los de él, llenos de una determinación feroz. Caroline se congeló al escuchar su nombre verdadero en labios del Rey Jhonn. Aún en lágrimas parpadeó varias veces confundida… Estaba convencida que había escuchado mal o que él estaba por burlarse de ella. Conmocionada por el peso de sus e
La habitación se llenó de un silencio cargado de emoción, roto únicamente por el suave sonido producido por el roce de las telas de sus ropas y el latido de dos corazones. Caroline, aún sobre Jhonn, sentía cómo cada respiración de él levantaba su cuerpo en un vaivén rítmico. La proximidad de sus cuerpos desataba sensaciones que los envolvía en un torbellino de deseo, pasión y anhelo… —Caroline, mi querida Cari… —susurró el Rey Jhonn Cuarto, con un tono dulce en su voz, sus ojos brillando con una mezcla de amor y dolor—. No sabes cuánto he deseado este momento, cuántas noches he soñado con tenerte así, tan cerca que puedo sentir el calor de tu alma —decía él mientras sus manos seguían aferrándose a esa hermosa joven rubia. Ella lo miraba fijamente con sus grandes y cautivadores ojos verdes limón, reflejando una intensidad y ansiedad… Ansiosa de envolverse en la calidez de la piel desnuda de ese Rey, abrazarlo, besarlo, sentir sus cuerpos siendo uno solo. En ese instant
—¿Qué… Qué quería ella…? —le preguntó Caroline a Jhonn con inquietud. El Rey Jhonn hizo una expresión seria, segundos después exhaló y soltó a Caroline. —Lo de siempre. Una Reina puede enviar cartas al Rey con frecuencia y pedidos entre ellos "invitaciones" a su castillo a "pasar la noche", aunque básicamente es- —Sé lo que es… —interrumpió Caroline a Jhonn, ahora quedando frente a ese Rey con una pequeña distancia de menos de un metro— ¿Qué le dijiste? El Rey Gorianito se cruzó de brazos, un poco incómodo. —¿En serio vas a comenzar a interrogarme? —¡Por supuesto, Jhonn! ¡Eres mío! Él no pudo evitar esbozar una sonrisita. —La rechacé, como siempre. —¿Cómo siempre…? ¿Aún no has tenido… No te has acostado con Jazmín Rivertia? Jhonn Cuarto, negó de inmediato. —Nunca —recalcó fríamente ese gobernante Gorianito—. Mi propósito con ese matrimonio jamás fue algo sexual o reproductivo. Quiero Firgin para Gorian, lo quiero sin intervención de los que quedan del Linaje R
Caroline guardó silencio, congelada ante sus propias palabras, y tragó saliva nerviosa. —¿De qué… De qué hablas…? —le preguntó ella titubeante y haciéndose la desentendida. —Acabas de insinuar que habían otros candidatos. ¿Quién es? ¿Dimitri? ¿Qué tanto tú y ese hombre- —¡Nada! —interrumpió Caroline a Jhonn— ¡No pasó nada! —gritó ella alarmada negando todo, aunque su mirada, decía otra cosa… —¿Entonces porqué te exaltas? ¿Por qué te pones nerviosa? —le preguntó Jhonn apoyando sus manos en los brazos de Caroline, como si quisiera retenerla por si ella intentaba huir—, sé que eras pura cuando te tomé. Pero… ¿Qué tanto te dejaste de él? —¡Tú te casaste tres veces, Jhonn! ¡Tuviste numerosas amantes y tienes tres hijos! ¡No puedes juzgarme por… —Caroline guardó silencio al ver la fría expresión de ese alto hombre frente a ella que la retenía con firmeza. La concubina Real tenía su vestimenta de la parte superior hecha un desastre permitiendo una vista mayor de sus senos. Su ro