Capítulo 56

—Me encantaría poder darte alguna habitación, pero como comprenderás eres una prisionera, cariño.

Mi mirada se encontró con la suya y lo que vi en sus ojos solo fue perversidad simple y cruda.

En cuanto él se dio la vuelta para perderse en algún pasillo uno de sus hombres tomó mi brazo y me llevó por el pasillo contrario hasta unas escaleras de madera que chirriaban mientras descendíamos.

Su agarre en mi brazo era fuerte, como si tuviera oportunidad de escapar a algún lado, cosa que no creía posible de ninguna forma. El lugar estaba lleno de guardias que no podría burlar ni aunque quisiera.

Una vez abajo me soltó bruscamente arrojándome al suelo de cemento frío.

Las luces tenues en el lugar se encendieron permitiendo que observara en dónde me encontraba.

A leguas se notaba que era un sótano especialmente para este tipo de situaciones.

Habían cadenas pegadas a la pared con grilletes que descansaban en el suelo y los cuales se encontraban abiertos esperando su próximo prisionero.

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