“¿Crees que eso funcionará conmigo?”.

Morticia sonrió fríamente, su tono desprovisto de cualquier emoción. “Los prisioneros no tienen ningún valor en la raza demoníaca y lo último que merecen es simpatía. Te perdoné la vida porque vi algo útil en ti, ¡así que no seas tan presumido!”.

“Bien, entonces mi respuesta sería la misma. No deseo repetirme”, dijo Darryl a la ligera.

Cuando se dio cuenta de que su plan no funcionaba, Morticia perdió la paciencia de inmediato. Ella dijo con frialdad: “Veo que estás tratando de ser noble y fuerte. Bien, entonces veamos qué tan fuerte eres”.

Morticia volvió a levantar la mano, invocando un látigo de marfil fantasmal.

Morticia apenas pudo contener su furia. Ella era una de los Doce Mártires Demoníacos y era muy respetada. Nadie se atrevía a ir en contra de su voluntad.

Estaba furiosa porque había mantenido vivo a Darryl frente al Archidemonio Antígono, pero él no estaba dispuesto a comprometerse en absoluto. Debía tener un deseo de muerte.

“Hi