Uf…

Al escuchar lo que tenía que decir, el Maestro Magaera se quedó en silencio por un momento. Luego, asintió. “Bien, te creeré solo por esta vez”.

Sinceramente, Magaera no confiaba mucho en Veron. Pero en su situación, no tenía muchas opciones. Prefería correr el riesgo.

Ante su aceptación, Veron suspiró con alivio y continuó: “¿Cómo puedo serle de ayuda, Honorable Maestro?”.

Veron estaba mirando al Maestro Magaera, inspeccionando las ataduras que lo sujetaban con una expresión sombría en su rostro. Estas no eran cadenas normales, sino cuerdas especiales que habían sido forjadas con energía espiritual.

Eso no era todo. Las cuerdas brillaban con extraños símbolos. Veron tenía la sospecha de que los símbolos tenían un poder aún más impenetrable.

Ante la expresión aparentemente tensa de Veron, el Maestro Magaera no pudo evitar reírse.

“¡Oh, es bastante simple!”.

Magaera le ordenó: “Todo lo que tienes que hacer para liberarme es convocar toda la energía de tu cuerpo y usarla para