Bianca.
Todo se estaba saliendo de control. Ni siquiera me di cuenta cuando me arrastraron hasta la terraza de la mansión, unos hombres de seguridad iban conmigo y también acompañaban a los familiares de don. Yo solo gritaba, maldecía y hasta intentaba defenderme con puñetazos, pero de nada servía.
Era inútil.
—¡Compórtate, Bianca! ¡Estás montando un espectáculo! —me regañó mi madre atrás, ella iba con el abuelo de Giovanni.
Me detuvieron en un helipuerto, allí un majestuoso helicóptero descansaba, esperándome para de una vez alejarme de aquí. En el espacio
Cuando desperté en aquella habitación no podía creer todo lo que había pasado. Ahora Ashton, el guardaespaldas de mi madre era el mío. Ella no lo necesitaría cuando estuviera con una bala entre ceja y ceja. Ese sería su castigo por mentirles y engañar a la mafia italiana.¿Y él mío? A mí ni siquiera me encontrarían.La puerta de la habitación se abrió de repente, permanecí cómo en las otras dos horas, sentanda en la cama con la espalda apoyada en el cabecero. Esta tenía un dosel de seda blanca que me cubría entera, pero podía ver quién se acercaba.—¿Has descansado? —interrogó Ashton.Inclinándose abrió el dosel para mirarme mejor.—Supongo. ¿Dónde estamos? Me sed
Bianca.¿Por qué se empeñaban en casarme?No lo entendía. Primero con el don de Italia y como ese matrimonio nunca se cumplió, ahora mi madre había trazado un plan para casarme con un príncipe de Marruecos. ¡Un príncipe! Era impresionante, siempre quisieron llevar los hilos de mi destino.Pero, no sabían que la bestia que habitaba en mi interior era imposible de encadenar.Asim Hassam me había trasladado a una suite de su palacio, cerca de su dormitorio. No solo estaba encerrada en un lugar que comenzaba a detestar, sino que también debía prepararme para una boda fuera de mis costumbres y de mi aceptación.Qué maravillosa jugada de mi madre. Qué pena que ella seguramente estaba muerta.—Señorita, no
Una sonrisa curvada decoró mi rostro.Al rato de esperar, una chica vino con un montón de accesorios, como no había buscado nada en el armario, me coloqué lo primero que me dio.Un top lleno de pedrería que resaltaba mi busto y una falda de una tela fina, que dejaba una pierna al descubierto. El color celeste sentaba bien a mi piel. Mi accesorio fue una espada.Cuando estuve lista, la chica me llevo con ella hasta la habitación del príncipe. Abrió la puerta, indicándome que podía pasar. Al entrar dentro, cerró la puerta dejándome sola con él.Su respiración llegaba a mí en forma de susurro. Gracias a las antorchas colgando de las paredes, pude apreciar su silueta a través de un dosel con una tela blanca, estaba sentado como un rey en su cama, apoyando su brazo en una pierna.La música comenzó.Su mirada ardiente me qu
Bianca.¿Secreto? No tenía secretos, nadie sabía mis secretos. Mucho menos él, que estaba medio muerto. Aún seguía encima de mí, sus labios se movían provocadores. Entonces mi cuerpo se tensó.—No sé de cuál secreto hablas —parloteé sin aliento.Negó con la cabeza divertido, pero sus ojos penetrantes no emitían lo mismo. Solo rabia y fuego. Uno muy bien escondido pero que yo lograba ver. Se acercó un poco más, rozo mis labios con su boca, lamiéndolos. No dije nada.—Eres una puta mentirosa, ¿sabías? —bramó con dureza —. Quiero que me digas la verdad. ¿Qué pasó el día que iba a casarme?El hechizo de tenerlo cerca se rompió, mis múscu
A la mañana siguiente me levanté adolorida, Giovanni Lobo había tomado mi cuerpo a su antojo, se había corrido cuando veces quiso dentro de mí y yo gustosa chillé su nombre sin miedo a que nos escucharan. Sin miedo a tener una bendición, porque sencillamente no podía tener hijos. Cuando me quedé embarazada hace unos años de Elijah, todo fue un problema, así que la clínica ilegal a la que fui, me ayudó a abortar al feto, pero también me arrebató la posibilidad de tener en un futuro descendencia.Pero no me importaba, ya no me importaba nada.Solo que Giovanni me había prometido sacarme de aquí. ¿Iba a confiar en él? Era lo único que podía hacer.Los días pasaron pareciendo una eternidad.El primer día de la celebración me l
Silencio.Solo había silencio y esa poderosa voz suya.—Haremos una cosa —miró a Asim—. Dame a mi mujer y tal vez me replantee dejaros con vida a todos.Me moví para correr hacia él, pero el cuerpo de Asim me lo impidió.—No haré tal cosa —negó él.Don lamió sus labios con aburrimiento. De un momento a otro una bala surcó en el aire e impactó en el pecho de Asim. Yo estaba detrás por lo que tuve que atraparlo, los dedos se me llenaron de su sangre. Algunos fueron a su auxilio, pero uno a uno recibieron balazos en la frente.—Tráelo, Bianca —pidió, por fin sus ojos se posaron en mí —. Como pueden ver él no está muerto, alguien da un paso más y activo todas las bombas y morís todos.Ayudé a Asim a llegar hasta Giovanni, el muchacho estaba respirando co
Bianca.La moto se detuvo en un callejón de la ciudad, después de unos minutos pudimos llegar a una ciudad cercana al palacio. El mercado aún estaba abierto por lo que decidimos entrar y comprar provisiones. Giovanni en ningún momento soltó mi mano, tan solo se tomó tiempo de esconder la moto y fuimos juntos a caminar.Parecía como si no hubiera pasado nada.No se sentía tan agitado como yo, al revés, una sonrisa triunfal adornaba su varonil rostro y me sonreía de vez en cuando.—Bianca, el velo blanco es más bonito —se acercó a mí, colocándome la tela blanquecina por el pelo —. Realza tus ojos.Lamió sus labios, el vendedor estaba ocupado contando el dinero que Don le había entregado por las túnicas que no
Giovanni.Respiré muy hondo. Demasiado hondo. Todo iba bien, como había previsto, no tenía motivo para estar nervioso porque ya todo estaba hecho. No me echaría atrás ni la dejaría a ella sola.Bianca Lamberdy, esa chica que estaba diferente. Parecía que sus ojos ya no estaban tan cansados y tristes cuando la conocí, su energía se palpaba cerca, y estaba enloquecido por enseñarle algunas de las posturas que había soñado follándola.¡Por qué me tenía tan loco! Tenía que estar atento, nada podía salir mal.El plan estaba en marcha, mañana por la mañana vendrían y todo volvería a la normalidad. Trataría de comprar a los policías y los militares para que mantuvieran su boca cerrada. No había de