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Capítulo treinta y ocho

Ya he tomado un baño, me siento más tranquila y relajada, pero con una tremenda hambre que siento que me comería una ballena y no sería suficiente.

Lo que me recuerda el hecho de que tengo que volver a casa. 

Que miedo. 

Salgo de la ducha con la ropa sucia en mis manos —¿Dónde la dejo? —le pregunto al verlo sentado en su cama. 

—¿Ya te he dicho que mi ropa se ve mejor en ti que en mí? —muerde sus labios escaneandome de arriba a bajo y veo mi atuendo. 

Una camisa negra gigante y una pantaloneta blanca que me queda justo arriba de las rodillas, mis piernas son cubiertas por un par de medias largas y estas son protegidas por un par de pantuflas del mismo color que la pantaloneta. 

No entiendo que él v

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