Capitulo 4
Punto de vista de Talía

“Talía, estás acusada de envenenar a la Manada Estrella de la Noche, violando el Acta de Paz Inter especies. Según la ley penal, se te sentencia a tres años de prisión. Si no estás satisfecha con este fallo, tienes derecho a apelar…”

Mientras escuchaba al juez leer mi veredicto, mi mente se quedó en blanco y dirigí mi mirada hacia el asiento del demandante, donde estaba sentado Damon. Sus ojos eran tan fríos como el hielo.

Una sonrisa amarga se dibujó en mi rostro al decir. “Damon, si te dijera que realmente no hice nada, ¿me creerías?”

“No.” Replicó sin dudar ni un segundo.

Miré a la Beta, sentada a su lado, de inmediato, mi mente recordó las palabras de Carlos: ¡Talía! Abigail nos tendió una trampa. Ella fue quien me dijo que fuera a salvarte, y Damon apareció justo después.

Tomé una respiración profunda y me enfrenté mi a excompañero de nuevo. “¡Damon, fue Abigail! ¡Ella nos tendió una trampa a Carlos y a mí!”

“¿Por qué motivo?” Espetó Damon con frialdad y una expresión de burla en su rostro. “Abigail tiene innumerables cicatrices en su cuerpo por proteger a la Manada Estrella de la Noche, y a mí, estoy seguro de su lealtad y de que nunca haría nada para traicionar a la manada. Tú, por otro lado, tus padres fueron asesinados por hombres lobo y te salvé por compasión, pero resulta que te acercaste a mí solo para vengarte de los hombres lobo.”

“No, eso no es cierto. ¡Realmente te amé! Nunca podría soñar con lastimarte.”

“¿Amor? ¡Me rechazaste… eso es amor? Dormiste con otro hombre e incluso quedaste embarazada, ¿eso es amor? Envenenaste a mi manada, ¿eso también cuenta como amor?” La expresión de Damon se volvió más sombría, y su voz se agudizó. “No eres digna de amor, y ciertamente, no mereces el mío.”

Cada acusación me golpeó como una daga haciendo que mis rodillas flaquearan, me di cuenta de que no le importaría nada de lo que dijera.

“Su Señoría, estoy embarazada. Solicito la suspensión de mi sentencia hasta después de dar a luz.” Pedí, colocando mi mano sobre mi abdomen.

“Puedes dar a luz en prisión,” intervino Damon antes de que el juez pudiera responder. “¿Pensaste que estar embarazada te protegería de las consecuencias de envenenar a mi manada? De ninguna manera.”

“¿Realmente me odias tanto, Damon?” Le pregunté con lágrimas corriendo por mi rostro. “¿Deseas verme muerta con tanta desesperación?”

Los recuerdos de nuestros momentos tiernos inundaron mi mente; sus besos, caricias, y dulces palabras, todo eso me parecía una cruel broma ahora. En ese momento, casi deseé que el bebé en mi vientre no fuera suyo.

“¡No soy tan cruel como tú! Solo quiero que enfrentes el castigo que mereces.” La voz de Damon rompió mi ensueño.

“¡Damon, yo no hice nada, créeme!” Grité con todas mis fuerzas mientras dos oficiales de policía me sacaban a rastras. “¡No hice nada! Un día, te arrepentirás de esto… ¡te odio!”

No se inmutó, ni siquiera se dio la vuelta para verme.

Quizás porque estaba embarazada, me asignaron una habitación solitaria. Recibí un trato especial con mis comidas e incluso, el médico me visitaba regularmente para hacerme los chequeos. Sin embargo, la habitación era húmeda y fría, sin ventanas ni luz solar, así que podía sentir el peso de ese entorno afectándome no solo a mí, sino también a los pequeños en mi vientre; me habían informado que tendría trillizos.

“Lo siento pequeños. Es mamá quien los está haciendo sufrir.” Les susurré a mis hijos no nacidos mientras acariciaba suavemente mi estómago, acurrucada en la pequeña cama.

“Talía, alguien está aquí para verte.” Anunció un guardia de la prisión, golpeando mi puerta.

Me quedé congelada por un momento. ¿Podría ser Damon?

Me apresuré a la sala de visitas, solo para decepcionarme al encontrar a Carlos, no a Damon.

“¡¿Carlos?! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo lograste venir?” Pregunté, sorprendida. “¿No estabas encarcelado al igual que yo?”

“No, mi padre pagó mi fianza.” Me explicó.

Debí haberlo adivinado. Carlos venía de una familia adinerada, poseían un vasto conglomerado médico.

“Carlos, ambos sabemos que nunca ha pasado nada entre nosotros, entonces, ¿por qué la prueba de paternidad afirmó que tú eres el padre de mis hijos? ¿Lo hiciste a propósito?”

Él me mostró una sonrisa amarga y negó con la cabeza.

“Talía, admito que he sido egoísta y arrogante, al punto de haberte causado problemas, pero jamás podría haber hecho algo tan despreciable, especialmente no a ti. Estoy seguro de que Abigail está detrás de todo esto. Lo que no entiendo es, ¿por qué nos está apuntando a nosotros?”

“Lo siento, Carlos.” Extendí mi mano y sostuve la suya. “No quise dudar de ti.”

“Está bien.” Me dio una sonrisa tranquilizadora.

“¿Puedo pedirte un favor? ¿Podrías entregarle la prueba de paternidad real de mi bebé, y la tuya, a Damon? Aunque ya no siento ningún afecto por él, tiene que pensar en los tres bebés que crecen dentro de mí. No quiero que lleguen al mundo como huérfanos.”

Carlos negó con la cabeza, el arrepentimiento estaba grabado en su rostro. “Vine aquí a espaldas de mis padres. Mi papá ni siquiera me deja salir de casa. Además, Damon ya me ve como un criminal. No hay forma de que pueda acercarme a él.”

Suspiré decepcionada. Luego, le sonreí. “No hay problema. Gracias por todo lo que has hecho por mí, sé que has sido tú quien se ha asegurado de que me trataran con gentileza aquí.”

“¿Qué quieres decir?” Carlos parecía confundido.

“Me refiero a los guardias, me han tratado bien; dándome buena comida, sin tener que realizar trabajos forzados. Claro, eso debe ser por ti.”

“No, no fui yo.” Confesó Carlos.

“Oh… si no fuiste tú, ¿quién puede estar ayudándome? Carlos, estoy tan preocupada. Solo quiero que mis bebés estén a salvo, son mi única familia ahora.”

“Prometo que haré todo lo posible para asegurarme de que tus hijos nazcan sanos y salvos,” dijo Carlos con un tono tranquilizador. “Es mi culpa que Damon te haya acusado falsamente. Si no te hubiera perseguido, quizás él no habría rechazado a sus propios hijos. Te debo eso.”

Después de que Carlos se fue, una sensación de inquietud se apoderó de mi corazón y no podía dejar de pensar en la advertencia del médico durante mi último chequeo prenatal. Temía que algo pudiera salir mal durante el parto.

El médico me había dicho que estaba esperando trillizos y que la pared de mi útero era peligrosamente delgada, por lo que el riesgo de una hemorragia severa durante el parto era alto.

Si algo me pasara, ¿quién cuidaría de mis hijos?

Con ese pensamiento, tomé la pluma y escribí una carta.

“Damon, quiero verte… solo una última vez.”
Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP