94.  EL LOBO MAT

Jacking asintió con aprobación. Miraba a su hijo convertido en todo su esplendor en el dios Horus con todos sus atributos y su corazón latía emocionado.

—Acepta su lealtad, hijo. —Siguió dirigiendo a su hijo que se veía que no sabía que debía hacer. Horus parecía incierto.

—¿Cómo, mi Alfa?

—Solo di que los aceptas y protegerás siempre.

Horus respiró hondo, y luego anunció con una voz que resonó con el eco de la antigua divinidad:

—Yo, Horus, acepto su lealtad y juro protegerlos siempre.

Al instante, todos los ojos marcados en las frentes de los Androesfinges y Guinoesfinges desaparecieron. La transformación fue tan súbita que Horus no pudo evitar sorprenderse.

—¿Qué pasó, papá? Digo, mi Alfa —preguntó Horus , volviendo a su forma humana. Jacking sonrió y con paciencia le explicó.

—Hijo, yo les había puesto el ojo de Horus para controlarlas, porque Anubis, por petición de Thot, les había puesto un conjuro que yo no podía romper. Pero el verdadero Horus sí, y lo has hecho.

Las cria
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