Carolina ya era su madre, pero parecía que eso no era suficiente para él. Siempre buscaba estrechar aún más su relación con Carolina. ¿Pero qué tenía que ver eso conmigo?Lo miré con desprecio: —¿Por qué me dices todo esto? ¿Acaso somos cercanos?Gabriel se quedó paralizado, mirándome atónito. Fruncí el ceño, sin ocultar mi disgusto: —Cómo quieras desarrollar tu relación con tu madre es asunto tuyo, no tiene nada que ver conmigo. Te pido que no sigas viniendo a informarme una y otra vez. No tengo tanto tiempo para perder, ¿entiendes?Me alejé pasando por su lado y, después de unos pasos, recordé algo y me volví hacia las maestras del jardín: —También espero que en el futuro controlen mejor a sus alumnos. No deberían permitir que hablen con extraños tan libremente.Después de decir esto, subí al auto. Daniel pisó el acelerador y giró el volante hacia la calle, mirándome con curiosidad. Después de pasar tiempo juntos, ya conocía su personalidad, así que me acomodé en el asiento y pregunt
Era las nueve de la noche, y estaba arropando a mi hijo para dormir. Sin embargo, justo cuando pensé que estaba por quedarse dormido, me soltó:—Mamá, ¿podrías divorciarte de papá?Sus palabras me dejaron helada. Mi mano, que le acariciaba la espalda, se detuvo en seco y no pude evitar sentir una punzada en el corazón.Todos aquellos años, mi relación con su padre había sido buena. En teoría, un niño criado con amor debería sentirse feliz en ese ambiente. Por lo que, ¿de dónde provenía esa petición?No lo entendía, pero, aun así, le pregunté con la voz más suave que pude, temiendo asustarlo:—¿Por qué dices eso, mi amor?—Porque nunca me dejas comer KFC, ni helados... —murmuró medio dormido, con esa inocencia típica de su edad.No sabía si reír o llorar. ¿Quería que me divorciara de su padre por esas pequeñeces? El mundo de los niños es tan simple...Cuando su respiración se volvió regular y supe que se había dormido, me dispuse a levantarme.«Ding».Oí un sonido proveniente de su al
Tras ese trago amargo, salí del cuarto de Gabriel, con la tableta en mano, y me dirigí al despacho de Joaquín. No podía dejar de darle vueltas... ¿por qué tenía que ser justamente Carolina?La primera vez que había oído ese nombre había sido el día de mi boda. En esa época, Joaquín era diferente conmigo: dulce, comprensivo. Cuando me sentía insegura, me consolaba diciendo: «No te preocupes, todos tenemos defectos», y se quedaba a mi lado hasta que me sentía mejor. Si caía enferma, dejaba todo por cuidarme. Por eso no dudé en casarme con él y mudarme lejos.Pero, justo cuando estaba ahí, radiante en mi vestido blanco y con el ramo en las manos, soñando con nuestro futuro juntos, escuché sin querer a sus amigos hablar de su primer amor:—Cuando vi lo apasionado que era el romance entre Joaquín y Carolina, pensé que terminarían juntos.—Es cierto. Parecían la pareja perfecta.—Qué lástima.El pesar en sus voces era genuino, y, en ese momento, dejé de sentirme tan segura de que Joaquín rea
La otra mano de Joaquín sujetó mi mentón con firmeza, impidiéndome esquivarlo, y presionó sus labios contra los míos.—Te va a gustar —susurró.***Gabriel está en su último año de preescolar. Las clases comienzan puntualmente a las ocho, y, como vivimos a veinte minutos en carro del jardín de niños y no queremos que llegue tarde, sale todos los días a las siete y media.Yo me levanto a las seis y media para preparar el desayuno. Hoy decidí hacer algo sencillo: caldo con pasta, de lo cual lo más laborioso es el caldo, que preparo con pollo fresco.Coloco los ingredientes en la olla, pongo el pollo entero ya limpio, y, por último, agrego el cebollín atado en la parte superior. Acto seguido, tapo la olla y la pongo a fuego alto.Cuando hierve, levanto la tapa y el aroma concentrado del caldo de pollo inunda la cocina. Agrego un poco de sal y bajo el fuego para que siga cocinándose lentamente.Satisfecha con el progreso, salgo de la cocina y voy al vestidor para elegir la ropa que Gabriel
—¿Estas cartas son de antes de nuestra boda? —me pregunto, antes de tomar la otra carta que contiene la respuesta de Carolina.«Te devuelvo tu carta junto con la mía. Joaquín, ahora soy muy feliz, así que espero que puedas alegrarte por mí. Y, por favor, no me contactes más. No quiero que mi esposo malinterprete las cosas».Al leer estas cartas, toda la información encaja perfectamente: Carolina siempre fue el amor platónico de Joaquín. Pero, aun así, él la odiaba… Mi mano aprieta el trapeador inconscientemente, al pensar en que eso era porque Carolina lo había traicionado.Joaquín intentó convencerse de no tomar en cuenta los errores de Carolina, de ignorar el daño que le había causado, con el único fin de que ella volviera a su lado. Pero, lamentablemente para él, Carolina lo rechazó.Finalmente, entiendo por qué se alteró tanto cuando sus amigos la mencionaron en nuestra boda. Pero ¿qué pasaba ahora? ¿Por qué ha sacado estas cartas? ¿Acaso quería recordar la crueldad de Carolina pa
Me quedo sin palabras. Esa simple frase me deja aturdida por largo rato, antes de mirar a Joaquín, desconcertada. ¿Acaso no me dijo que había dejado a Gabriel con su abuela?Su abuela conoce la condición de Gabriel, por lo que jamás le daría algo que pudiera hacerle daño. ¿Entonces por qué está en el hospital?Y, además, ¿cómo sabe Carolina en qué estado se encuentra Gabriel?—¿En qué hospital está? —pregunta Joaquín mientras recoge apresuradamente su ropa del suelo y se la pone de cualquier manera.Carolina murmura el nombre del hospital entre lágrimas, y yo, preocupada por mi hijo, no tengo más remedio que seguir a Joaquín.Él finalmente recuerda mi presencia. Sé que mi rostro debe verse terrible, al borde del colapso, pero me contengo. Rápidamente, abre la puerta del auto y se sienta sin más, mientras yo hago lo mismo en el asiento del copiloto. No hablamos, durante todo el camino, y el caos de información en mi mente se ordena de manera gradual durante esos veinte minutos de traye
Las palabras inocentes pero directas de Gabriel son como una aguja que se clava en mi corazón.En su momento más vulnerable, estando enfermo, no puede dejar de pensar en la mujer que le causó esto.Lo miro con tristeza. La enfermedad claramente lo ha agotado; después de decir solo dos frases, vuelve a dormirse profundamente.—Mi amor —me dice Joaquín, tomándome la mano. Claramente, él también ha oído las palabras de Gabriel. No tengo nada que decirle. Intento retirar mi mano, pero Joaquín aumenta ligeramente la presión, sin dejarme escapar.—Lo de hoy fue un accidente. Mamá actuó por su cuenta, y el niño habló así porque está enfermo. No lo dijo en serio...—No es que no entienda al niño —digo, cargando a Gabriel de camino a la salida del hospital—. Está en una etapa donde le gusta Carolina, y, por supuesto, pensará que todo en ella es bueno. —Me detengo un momento, y agrego—: Por eso le prohibí el contacto con ella. Al principio, se resistirá, pero Gabriel no es malo por naturaleza.
Gabriel mira a Joaquín, con los ojos llenos de lágrimas mostrando su inocencia y confusión.La imagen es lastimera y conmovedora.Joaquín se agacha lentamente, hasta quedar a su altura.Ahora Gabriel ya no necesita levantar la cabeza para mirarlo.—Papá, por favor acepta —solloza.Joaquín le acaricia el cabello con ternura. Su amor por Gabriel es evidente, pero su tono es firme cuando dice:—Hijo, eres muy pequeño. En el futuro te arrepentirás de tratar así a mamá..—¡No lo haré! —replica Gabriel negando con la cabeza, y, temiendo que Joaquín no le crea, se limpia las lágrimas con el dorso de la mano, mientras agrega—: Papá, deja a mamá y vivamos con tía carolina, ¡hasta en mis sueños quiero que tía Carolina sea mi mamá!Cada palabra es como un latigazo, y cada sílaba perfora el aire llenándolo de una insoportable tensión.Joaquín no responde, y solo palmea el hombro de Gabriel, antes de incorporarse.Yo apenas puedo girar la cabeza para mirar a mi hijo. Mis movimientos son torpes, com