Capítulo 32
Era evidente que Sofía estaba muy triste, hablando entre sollozos: —Me desperté y no vi a mamá, pensé que me había abandonado.

La llevé de la mano a la sala donde se sentó obedientemente en el sofá, con lágrimas que no podía contener. Mientras le secaba las lágrimas, la consolé con voz suave: —Fue culpa de mamá, me desperté muy temprano y quise prepararte el desayuno, olvidé que te pondrías triste al no verme.

—¿De verdad? —preguntó Sofía con los ojos llorosos. —Por supuesto que sí —la tranquilicé con paciencia—. ¿Ya no vas a llorar más?

Sofía contuvo las lágrimas y asintió suavemente. Luego se lanzó a mis brazos y dijo con voz congestionada: —Pero mamá, levantarte temprano a cocinar es muy cansado, quiero que duermas más.

Ya que alguien más se encargaba del desayuno, no tenía sentido quitarle el trabajo a otros. Acaricié suavemente el cabello de Sofía: —Qué considerada eres, mi Sofía.

Ella sonrió tímidamente. Viendo que ya estaba más tranquila, pregunté: —¿Vamos a lavarnos? —Sofía sal
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