Era evidente que Sofía estaba muy triste, hablando entre sollozos: —Me desperté y no vi a mamá, pensé que me había abandonado.La llevé de la mano a la sala donde se sentó obedientemente en el sofá, con lágrimas que no podía contener. Mientras le secaba las lágrimas, la consolé con voz suave: —Fue culpa de mamá, me desperté muy temprano y quise prepararte el desayuno, olvidé que te pondrías triste al no verme.—¿De verdad? —preguntó Sofía con los ojos llorosos. —Por supuesto que sí —la tranquilicé con paciencia—. ¿Ya no vas a llorar más?Sofía contuvo las lágrimas y asintió suavemente. Luego se lanzó a mis brazos y dijo con voz congestionada: —Pero mamá, levantarte temprano a cocinar es muy cansado, quiero que duermas más.Ya que alguien más se encargaba del desayuno, no tenía sentido quitarle el trabajo a otros. Acaricié suavemente el cabello de Sofía: —Qué considerada eres, mi Sofía.Ella sonrió tímidamente. Viendo que ya estaba más tranquila, pregunté: —¿Vamos a lavarnos? —Sofía sal
Al ver que Sofía empezaba a hablar, los demás en la casa se acercaban para hacerla conversar, pero ella seguía sin querer responder a nadie excepto a Daniel y a mí. Mientras comía, reflexionaba seriamente: si con solo haberle hecho una trenza simple se había puesto tan feliz como para hablar con todos... ¿quizás si hacía más cosas así, ella empezaría a hablar más con los demás?—Papá, me voy a la escuela —se despidió Sofía de Daniel, quien estaba en la sala, tomándome de la mano. Daniel, que originalmente planeaba ir directo al trabajo, cambió de planes al escucharla: —Yo las llevo.Sofía ladeó la cabeza, confundida por el repentino cambio de opinión. Daniel simplemente acercó el auto: —Suban.Como Sofía era pequeña y no podía sentarse adelante, la acompañé en el asiento trasero. Daniel conducía mientras la miraba por el retrovisor: —Este sábado y domingo reservaré tiempo para jugar contigo. ¿Hay algún lugar donde quieras ir?—¡Sí! —exclamó Sofía, contando con los dedos—. ¡Mis compañer
Carolina ya era su madre, pero parecía que eso no era suficiente para él. Siempre buscaba estrechar aún más su relación con Carolina. ¿Pero qué tenía que ver eso conmigo?Lo miré con desprecio: —¿Por qué me dices todo esto? ¿Acaso somos cercanos?Gabriel se quedó paralizado, mirándome atónito. Fruncí el ceño, sin ocultar mi disgusto: —Cómo quieras desarrollar tu relación con tu madre es asunto tuyo, no tiene nada que ver conmigo. Te pido que no sigas viniendo a informarme una y otra vez. No tengo tanto tiempo para perder, ¿entiendes?Me alejé pasando por su lado y, después de unos pasos, recordé algo y me volví hacia las maestras del jardín: —También espero que en el futuro controlen mejor a sus alumnos. No deberían permitir que hablen con extraños tan libremente.Después de decir esto, subí al auto. Daniel pisó el acelerador y giró el volante hacia la calle, mirándome con curiosidad. Después de pasar tiempo juntos, ya conocía su personalidad, así que me acomodé en el asiento y pregunt
Era las nueve de la noche, y estaba arropando a mi hijo para dormir. Sin embargo, justo cuando pensé que estaba por quedarse dormido, me soltó:—Mamá, ¿podrías divorciarte de papá?Sus palabras me dejaron helada. Mi mano, que le acariciaba la espalda, se detuvo en seco y no pude evitar sentir una punzada en el corazón.Todos aquellos años, mi relación con su padre había sido buena. En teoría, un niño criado con amor debería sentirse feliz en ese ambiente. Por lo que, ¿de dónde provenía esa petición?No lo entendía, pero, aun así, le pregunté con la voz más suave que pude, temiendo asustarlo:—¿Por qué dices eso, mi amor?—Porque nunca me dejas comer KFC, ni helados... —murmuró medio dormido, con esa inocencia típica de su edad.No sabía si reír o llorar. ¿Quería que me divorciara de su padre por esas pequeñeces? El mundo de los niños es tan simple...Cuando su respiración se volvió regular y supe que se había dormido, me dispuse a levantarme.«Ding».Oí un sonido proveniente de su al
Tras ese trago amargo, salí del cuarto de Gabriel, con la tableta en mano, y me dirigí al despacho de Joaquín. No podía dejar de darle vueltas... ¿por qué tenía que ser justamente Carolina?La primera vez que había oído ese nombre había sido el día de mi boda. En esa época, Joaquín era diferente conmigo: dulce, comprensivo. Cuando me sentía insegura, me consolaba diciendo: «No te preocupes, todos tenemos defectos», y se quedaba a mi lado hasta que me sentía mejor. Si caía enferma, dejaba todo por cuidarme. Por eso no dudé en casarme con él y mudarme lejos.Pero, justo cuando estaba ahí, radiante en mi vestido blanco y con el ramo en las manos, soñando con nuestro futuro juntos, escuché sin querer a sus amigos hablar de su primer amor:—Cuando vi lo apasionado que era el romance entre Joaquín y Carolina, pensé que terminarían juntos.—Es cierto. Parecían la pareja perfecta.—Qué lástima.El pesar en sus voces era genuino, y, en ese momento, dejé de sentirme tan segura de que Joaquín rea
La otra mano de Joaquín sujetó mi mentón con firmeza, impidiéndome esquivarlo, y presionó sus labios contra los míos.—Te va a gustar —susurró.***Gabriel está en su último año de preescolar. Las clases comienzan puntualmente a las ocho, y, como vivimos a veinte minutos en carro del jardín de niños y no queremos que llegue tarde, sale todos los días a las siete y media.Yo me levanto a las seis y media para preparar el desayuno. Hoy decidí hacer algo sencillo: caldo con pasta, de lo cual lo más laborioso es el caldo, que preparo con pollo fresco.Coloco los ingredientes en la olla, pongo el pollo entero ya limpio, y, por último, agrego el cebollín atado en la parte superior. Acto seguido, tapo la olla y la pongo a fuego alto.Cuando hierve, levanto la tapa y el aroma concentrado del caldo de pollo inunda la cocina. Agrego un poco de sal y bajo el fuego para que siga cocinándose lentamente.Satisfecha con el progreso, salgo de la cocina y voy al vestidor para elegir la ropa que Gabriel
—¿Estas cartas son de antes de nuestra boda? —me pregunto, antes de tomar la otra carta que contiene la respuesta de Carolina.«Te devuelvo tu carta junto con la mía. Joaquín, ahora soy muy feliz, así que espero que puedas alegrarte por mí. Y, por favor, no me contactes más. No quiero que mi esposo malinterprete las cosas».Al leer estas cartas, toda la información encaja perfectamente: Carolina siempre fue el amor platónico de Joaquín. Pero, aun así, él la odiaba… Mi mano aprieta el trapeador inconscientemente, al pensar en que eso era porque Carolina lo había traicionado.Joaquín intentó convencerse de no tomar en cuenta los errores de Carolina, de ignorar el daño que le había causado, con el único fin de que ella volviera a su lado. Pero, lamentablemente para él, Carolina lo rechazó.Finalmente, entiendo por qué se alteró tanto cuando sus amigos la mencionaron en nuestra boda. Pero ¿qué pasaba ahora? ¿Por qué ha sacado estas cartas? ¿Acaso quería recordar la crueldad de Carolina pa
Me quedo sin palabras. Esa simple frase me deja aturdida por largo rato, antes de mirar a Joaquín, desconcertada. ¿Acaso no me dijo que había dejado a Gabriel con su abuela?Su abuela conoce la condición de Gabriel, por lo que jamás le daría algo que pudiera hacerle daño. ¿Entonces por qué está en el hospital?Y, además, ¿cómo sabe Carolina en qué estado se encuentra Gabriel?—¿En qué hospital está? —pregunta Joaquín mientras recoge apresuradamente su ropa del suelo y se la pone de cualquier manera.Carolina murmura el nombre del hospital entre lágrimas, y yo, preocupada por mi hijo, no tengo más remedio que seguir a Joaquín.Él finalmente recuerda mi presencia. Sé que mi rostro debe verse terrible, al borde del colapso, pero me contengo. Rápidamente, abre la puerta del auto y se sienta sin más, mientras yo hago lo mismo en el asiento del copiloto. No hablamos, durante todo el camino, y el caos de información en mi mente se ordena de manera gradual durante esos veinte minutos de traye