EXPERIMENTO INTERESTELAR
EXPERIMENTO INTERESTELAR
Por: Enrique Jesús
MARCADOS

          Invencible. Es un pensamiento invencible. Cuando no quieres pensar en algo, consigues lo contrario, lo pones en primer plano. ¿Cuánto tiempo he corrido tratando de huir de la realidad? Intenté leer y jugar con Andru, pero no pude distraerme. No quiero saber nada de los resultados de los setecientos. Ni los Andros pueden evitar que los siempre privilegiados de la sociedad se salgan con la suya. Si ellos han mandado al canciller de la Worl Corp a organizar las elecciones de los seres humanos que conserven el grado más alto de humanidad de todo el planeta, no creo que sean tan inteligentes. O tal vez sí son inteligentes, pero son ingenuos. No saben cuan corruptos somos los humanos, y cometen el error de dejarlo en nuestras manos. Hablar con mis padres para distraerme fue inútil también, no pueden hablar de otro tema que no sea del que quiero escapar, y como recurso desesperado salí a trotar a la calle.  Después de avanzar varios kilómetros he llegado al zoológico fantasma de nuestra ciudad, verlo desde afuera me mueve el piso, y ha sido así desde la primera vez que lo vi. Fue una tarde en mi adolescencia, que mi padre necesitaba concretar la compra clandestina de un traje anti radiación para niños, porque mi madre estaba por dar a luz a mi hermano Andru, y desde ese entonces ya se hablaba de la posibilidad de una guerra nuclear, o el ataque a centrales nucleares. Vendimos nuestro viejo FIAT para poder tener el dinero, y mi padre me pidió que esperara en la entrada del zoológico mientras él iba a encontrarse con el vendedor. Me advirtió que si no volvía en media hora, debía irme corriendo a casa. Los veinte minutos que lo esperé, observé la belleza misteriosa y fantasmagórica del zoológico. Nunca me he atrevido a entrar, pero he deseado hacerlo, y como quiero darle duro a mi ansiedad, sé que si me atrevo, la noquearé. Salto la verja y caigo agachado sintiendo haber aterrizado en otra dimensión. Miro hacia atrás, y me doy cuenta de que lo es. Es como otro mundo. Camino hasta llegar a uno de los caminos de concreto. Los barrotes de las jaulas están forrados por enredaderas. El camino está mohoso por la humedad del lugar porque los rayos de luz están bloqueados completamente por los árboles gigantes de tronco grueso. Hay una soledad intimidante aquí. Si no me dieran miedo estas instalaciones tan desoladas traería a Andru, pero apenas tiene siete años y no confío en este lugar por su entresijo. Debo explorarlo primero y ver si sería seguro traerlo en un futuro… esperando por supuesto, que haya futuro. Es raro que los vagabundos no hayan tomado este sitio. Al menos no se ve ninguno. He visto animales sueltos, como de verdad debería ser un zoológico, con los animales libres. Veo varias clases de monos que también me ven a mí. Parece que no frecuentan ver criaturas como yo. Es un lugar extenso. Hay iguanas, ardillas, pavos reales, gallinetas y una especie de roedor que en el llano se le llama “picure”. Por lo visto solo se han llevado los animales grandes en el Gran Desalojo a “zonas protegidas” por la OICA (Organización Internacional de conflictos armados) y han dejado todos los pequeños a su suerte. El gran desalojo ocurrió hace diecinueve años, y yo recién cumplía tres,  cuando la guerra que todos pensaban que no afectaría al país porque ocurría al oeste de Europa, llegó a Venezuela sin previo aviso. Después de treinta y dos vueltas a la órbita solar con guerras consecutivas, debimos prever que en algún momento nos arroparía. Mientras camino, voy mirando hacia atrás porque siento que alguien me observa. Encuentro un perro en el camino mirándome fijamente, me detengo y cuando se me ocurre sisearle para llamarlo comienza a ladrarme como si estuviera molesto. Su primer ladrido desencadena una reacción en masa de muchos otros perros que se reúnen en manada y comienzan a perseguirme ¿A qué velocidad corren los perros? No lo sé, pero ya entiendo por qué nadie entra a este lugar, es de ellos y lo cuidan. Comienzo a sentir miedo y a correr rápido, tan rápido como únicamente se puede hacer cuando corres por tu vida. No sé qué tanto daño puedan hacerme si logran atraparme. Los otros animales chillan y se esconden. Los araguatos son los que causan más ruido. Un perro me lanza una mordida a la pantorrilla y la esquivo recortando una zancada, veo una brecha de tres metros en el suelo, construida para evitar el escape del animal que habitaba en la zona. Tiene una cerca de alfajol que me llega a la cintura, y luego de poner un pie en el tubo superior, la salto y entro al espacio donde en algún tiempo había un rinoceronte. Lo sé por la estatua de cemento con la silueta de la cabeza de un rinoceronte blanco, que está en el medio del espacio. Mirar a todos lados para asegurarme de que no esté el rinoceronte no es perder el tiempo. Sé que fue de los animales priorizados para el gran de desalojo, pero prefiero estar cien por ciento seguro. Los perros flanquean la cerca perimetral pero les llevará mucho tiempo llegar hasta donde estoy. Tal vez no puedan entrar a esta área. Subo a un árbol para terminar de estar a salvo de ellos. Los perros llegan, y desorientados, poco a poco dejan de ladrar. Desde aquí puedo verlos orgullosos y felices de haberme hecho correr; mueven la cola, se olfatean y se lamen la espalda y las orejas entre ellos. Me quedo inmóvil para no hacer un solo ruido hasta que después de un buen rato se van.

Ya deben haber dado los resultados. Aunque tuve la oportunidad de postularme en las elecciones no lo hice. Los setecientos que los Andros llevarán al planeta Determinio terminarán siendo los hijos de multimillonarios, no los postulados humildes y buena gente que merecen un lugar en la nave. Cuando supe que el proceso estaría en manos de nosotros los humanos, me di cuenta que los Andros viajaron miles de millones de kilómetros para nada. Desde esta rama, puedo ver en el cielo una de las cientos de miles de naves que mantienen el planeta en custodia por el delito de Extinción Inminente.

Las naves llegaron hace tres días haciendo sonidos de centellas a causa de la velocidad a la que viajan. Tienen la forma de platillos rectangulares del tamaño de un campo de fútbol, de un color negro que cambia a violeta en una onda. Como un parpadeo. Sus orillas son oblicuas y plateadas. Llegaron en cientos de miles, llenando el cielo en instantes. Así fue nuestro primer contacto, así fue como intervinieron nuestro planeta, descubriendo que ellos fueron los que detuvieron e hicieron implosionar los tres misiles nucleares que estaban por tocar tierra. Todos estábamos paralizados por el miedo, pero yo esperaba con expectativa, esperaba tener razón cuando decía que una civilización tan avanzada para crear naves como esas y tener tecnología para detener y hacer implosionar misiles en el aire, tenía que ser diferente a nosotros, tenía que tener buenas intenciones, o ya habrían usado su tecnología para acabar con nosotros. Las naves descendieron hasta ponerse a cien metros aproximadamente. Y por debajo, como una pantalla, reprodujeron la imagen de una figura humana femenina cubierta por un traje plástico oscuro y brillante que solo dejaba expuestos sus ojos. No se le veían orejas ni boca, pero se le marca una nariz perfilada. Sus ojos tenían forma humana con pupilas de color morado.  A sus espaldas había un fondo blanco, y estaba ahí para darnos un anuncio. Primero de parte de su civilización ofreció disculpas por la intromisión. Se presentó como Kania,  y jefa de La Guardia Cósmica. Nos dijo que tienen la tarea de viajar por el universo, con el objetivo de preservar la vida de los planetas “Es un alivio haberlos encontrarlos a tiempo. Nos hemos visto en la necesaria obligación de emitir una orden de detención a su planeta por el delito de "Extinción inminente" según el Artículo 1.1 de las Normas Cósmicas establecidas por El cinturón” que según tengo entendido, son un equipo de genios de diferentes planetas que se propusieron mantener a salvo la poca vida orgánica y pensante del universo. Ordenó elegir un representante de la humanidad para que acudiera a la corte que se realizaría al día siguiente  para evaluar las medidas que tomarían como ente regulador del universo.

Nos fuimos a casa, tranquilos por fin después de muchos años, y supimos por la noticias, que el representante de la humanidad sería elegido una sesión especial de la OICA.

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-¿Es una broma? -Preguntó mi madre al darse cuenta como todos, que  en esa sesión el representante del planeta terminaría siendo Rufus Howard, el canciller de la Worl Corp.

-Es la forma más rápida y pacífica madre. -Le respondí. -No hay tiempo para realizar unas votaciones mundiales, e igual terminaría en lo mismo. Creo que nos han dado una fecha rápida para que hiciéramos exactamente eso; convocar una sesión especial en la que quedará elegido Rufus. Te apuesto que han de estar frotándose las manos, mientras deberíamos ser nosotros quienes lo hacen, pues tendremos la oportunidad de ver a un ente superior juzgando merecidamente al responsable directo del conflicto de nuestro planeta.

-Si ellos quisieran un representante óptimo de la humanidad, tú serías el más indicado. –Intervino mi papá. -Estarían encantados de conversar contigo. Si lo que dices termina siendo así, comenzaré a convencerme de que piensas como ellos.

A mi padre le gusta hacerme halagos, pero ese fue muy importante para mí. Porque yo siempre he creído en la existencia de otros mundos y seres, que no necesariamente, o a fuerzas, vendrían al planeta solo por nuestros recursos o a invadirnos. Las cámaras comenzaron a transmitir imágenes del salón donde llevarían a cabo la corte. Kania caminó al podio con su traje negro. Ahí pudimos observar que medía más de dos metros.

-La historia de su planeta, aunque violenta, es maravillosa. –Comenzó con su discurso. -Aunque apasionada por la guerra, es romántica. No hay registro de alguna otra especie que tenga una variedad tan amplia de historias cautivantes, increíbles pero a veces terroríficas. Y como no han tenido freno, han llegado al punto de preferir destruir la tierra, que verla en manos de sus enemigos. Esto es duro de decir. Es crudo. Pero aunque parezca cruel, eso ya ha sucedido, y es esa la razón por la que hemos intervenido. La radiación de las bombas que iban a caer, unido a las toneladas de dióxido de carbono que enviaron anualmente a la atmósfera, iban a extinguir en casi toda su totalidad la vida de su propio planeta. Ser una especie única, no les da derecho a destruir todo un ecosistema. La Guardia Cósmica y El cinturón, han decidido después de un detallado proceso de estudio, darles una oportunidad como especie. -Kania hizo una pausa y acomodó el micrófono. Yo sentí terror, terror por Andru. Terror de que nos dejaran seguir viviendo de este modo. Todos estábamos muy nerviosos. -Deberán elegir setecientos humanos que conserven un grado ejemplar de humanidad. Los setecientos harán un viaje intergaláctico por medio del transporte de materia hasta llegar a “Determinio”

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Mis familiares, amigos y conocidos lamentan que me haya negado a una postulación porque creen que yo hubiera sido útil.. Por eso lamentan que no pueda estar ni cerca de ser uno de los que pueden abordar esa nave a Determinio para colaborar en la construcción de un nuevo mundo. Mi padre gritaba molesto, que las elecciones eran para enviar a los mejores seres humanos, a los que conservaran de verdad un grado ejemplar de humanidad, no a los que pagaran más por publicidad, por comprar votos o un cupo de la lista. No para que abordaran la nave los hijos de la Worl Corp y otros millonarios y poderosos. Por la impotencia, y por conocer esa conclusión inevitable vine al zoológico, y ahora estoy en este árbol huyendo de perros. Me bajo porque está comenzando a oscurecer. Vuelvo a bloquear el asunto analizando los detalles al caminar. Observo una edificación con forma de serpiente, cuya entrada es la boca del reptil, y se pueden ver sus grandiosos colmillos desgastados por el tiempo. El letrero de madera que ahora solo cuelga de uno de sus extremos, dice: Serpentario. ¿Se las habrán llevado en el desalojo o las lanzaron al monte para que fueran libres? La última posibilidad me hace tener precaución de usar las trochas echas por las pisadas de los animales. Las zonas enmontadas son peligrosas. Un pequeño chivo se cruza en mi camino de regreso a la salida, pastando tranquilamente en lo que antes era el espacio de las jirafas, al menos eso creo por los altos comederos y una “J” amarilla en la pared con manchas anaranjadas, el resto de las letras se ha corroído por la pintura vencida. No me acerco al caprino, no vaya a ser que de pronto aparezca una manada de sus semejantes y también quieran corretearme. Un golpe seco se oye, como el de una patada fuerte a un saco de entrenamiento de karate, y mis ojos no pueden creer lo que ven; un jaguar ha saltado encima del pequeño y lo asfixia mordiéndolo en el hocico. El pequeño apenas suelta algunos chillidos de desesperación. Estoy petrificado con… con los ojos muy abiertos y mis hombros contraídos. Sé lo difícil que es ver el salto de un jaguar a su presa. No lo disfruto porque compadezco al pequeño animal, pero por dentro siento el alivio de saber que la naturaleza nunca se detiene y sigue funcionando. Habilidad física contra habilidad física en un plano de posibilidades innatas, como debe ser. No habilidad física contra cualidad de un objeto, como un arma de fuego. Eso no es una competencia natural, y es lo que hizo que los humanos nos sintiéramos la especie superior. El chivo ha muerto, y el jaguar lleva su presa detrás de una roca. Doy la vuelta ahora más precavido y asustado por estar metido en un lugar donde mis habilidades físicas me hacen muy inferior. Miro a todos lados con cautela, ya que aquí cualquier cosa es más rápida que yo. Si siempre hubiera sido así, si no hubiéramos sabido crear armas, sentiríamos más respeto por los animales, no nos creeríamos tan superiores. O tal vez las armas no son el problema, tal vez es que nunca nos enseñaron a usarlas con respeto y consideración. Qué suerte que a nadie se le ha ocurrido venir a alterar este extraño ecosistema.

 Los ladridos se vuelven a escuchar a poca distancia y comienzo a correr a toda velocidad. Los perros han conseguido mi rastro e intentarán alcanzarme. Acelero un poco más al ver la cerca perimetral, pero sin tregua, un perro logra morderme la tela del pantalón a la altura de la pantorrilla. Me engancho con las manos en la verja y trepo exasperado, con el perro aun sujetándome. Los colmillos perforando la carne de mi pantorrilla derecha me causan un dolor terrible. Me siento en el tubo superior, y con mi pierna izquierda pateo fuertemente la cabeza del animal haciéndolo caer del lado del zoológico, pero el impulso me hace dar una voltereta hacia atrás, como una zambullida de buzo, pero sin un mar que me proteja de la gravedad, y mis manos pueden hacer muy poco para amortiguar el impacto que mi cabeza recibe al chocar la acera de la calle con mi lóbulo occipital.

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