Christian caminaba de un lado a otro de la habitación con preocupación, esperaba con ansiedad la llegada de Isaac, su amigo no fue muy receptivo con él y era entendible después de lo sucedido, la angustia lo atenazaba por dentro, no desviaba la mirada de ella ni un solo momento, por más intentos de despertarla ella no lo hacía, desconocía si dormía o estaba inconsciente.
Le puso pañitos de agua en la cabeza, cambiándolos cada cierto tiempo, así le bajaban la fiebre en el orfanato cuando estaban enfermos, pero en el caso de Lynda no era suficiente, la fiebre no cesaba.
La llevó de nuevo a su habitación, no podía dejarla donde estaba antes, porque ya no era apta, se le encogió el corazón al pensar que terminó orinándose en la cama; ahora la tenía allí, luego de haberla aseado y peinado su cabello, parecía frágil, inocen
Christian no podía dejar de pensar en Lynda, sus palabras lo martillaban de forma continua. Llegó al edificio y no sentía ninguna emoción de ver a Lynnet, todo lo contrario, le provocaba malestar tener que estar allí, sacó las llaves del departamento, el cual estaba en completo desastre como si hubiese pasado un huracán, no pudo evitar sentir repulsión.Caminó a la habitación y allí la encontró acostada, tenía los ojos cerrados.—Mi amor, ¡Llegaste! Al fin, me tenía triste el no verte, no he dejado de vomitar, creo que pesqué algún virus, casi no he comido, no tolero nada en el estómago —respondió ella cariñosamente, iba a besarlo, pero Christian puso la mano en su boca para evitarlo.—¡No me beses! —ella frunció el ceño desconcertada—. Si tienes un virus puedes contagi&
Lynda llegó a la otra habitación acompañada de Isaac, cuando entraron, las lágrimas comenzaron a rodar a borbotones por su rostro, por más intentos de controlarse no pudo evitarlo, se sentía demasiado triste, no podía entender por qué Christian la trataba de esa manera, “¿Cómo puede ser tan idiota ese hombre, para no darse cuenta de la verdad?”, pensó, por segundos estuvo debatiéndose en su interior, si intentar hacerlo entender, buscando prueba de su identidad o simplemente pasar la página y ya.Isaac se giró, vio su expresión de tristeza, nunca le había sucedido, mas sus instintos lo impelían a protegerla, se acercó a ella y la abrazó, no obstante, terminó quebrándose entre sus brazos, por varios minutos, su cuerpo se estremeció producto del llanto, al punto de no quedarle ni una sola lágri
El cuerpo de Lynda se tensó al escuchar las estupideces dichas por Christian, no podía creer sus palabras, para empezar no tenía ningún derecho de dirigirse a ella de esa manera, porque si pensaba que ella no era la mujer de quien se había enamorado, a pesar de estar casada con él, podría hacer como se le diera la gana y a él no debería importarle con quien se acostaba o no. Sin embargo, prefirió no responderle eso, porque causaría más complicaciones, entonces optó por insultarlo.—Christian Goldman, tú no tienes derecho a llamar bastardo a mi hijo, porque sin importarme lo que tú pienses, te puedo asegurar, fue concebido con amor, aunque después su padre haya resultado un reverendo animal —pronunció con indignación.Entretanto, él se acercó a ella de forma peligrosa y con su rostro cercano a
Christian sintió sus muslos arder al sentir la sopa en su regazo, aunque para su buena suerte no estaba muy caliente, solo tibia porque de lo contrario las consecuencias serían desastrosas. En un principio, se molestó muchísimo, porque no lo esperaba, mas ahora no podía dejar de reírse a carcajadas al recordar la cara de Lynda, y en su interior se sintió satisfecho, porque todo eso le indicaba que su rabia fue producto de los celos.Se levantó de la mesa sacó su cartera y entregó la tarjeta al mesonero.—Por favor, pague las dos cuentas y pida un servicio de taxi —ordenó con firmeza.—¡Dios! No puedo creer lo que ha sido capaz de hacer esa descarada ¡Está loca! —expresó tomando los cubiertos para alimentarse, tarde se dio cuenta de su error, cuando vio la mirada severa del hombre sobre él.
Christian los escuchó llegar, al momento de abrir la puerta y cuando Isaac, le pidió que lo llamara, ella le respondió con una broma y en ese instante se acordó que debía comprarle un celular, sin embargo, en menos de dos minutos, el hombre salió y le buscó uno, debió contenerse para no salir en ese momento a partirle la cara, respiró profundo. La escuchó traer unas bolsas a la cocina, pero él se escondió para evitar ser visto, salió fue cuando ella se colocó de espaldas, al girarse se puso pálida, casi se desmaya al darse cuenta de su presencia, no pudo evitar mirarla con deseo, era hermosa, sin embargo, ella no se sentía muy agradada, pudo observar como en su rostro pasaba de una expresión a otra en milésimas de segundos. —¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¿Por qué te escondes cómo un vulgar delincuente? ¿Acaso quieres matarme de un infarto? Claro entiendo, amas tanto a tu Lynnet que deseas enviudar para casarte con ella y… —no la dejó segui
Después de la joven aceptar ir a la cena, Christian le regresó la llamada a Jonás para confirmarle su asistencia a la comida, pero este le informó que la haría en las próximas dos semanas, sin embargo. Sin embargo, fue inevitable no poder sentir esa sensación de que algo no estaba o estaría bien. Se pasó la mano por la cabeza en un gesto de frustración, se lamentaba haber aceptado, debió convencer a Lynda de no ir, no obstante, la dejó a ella a decidir.Aunque lo tenía preocupado, el hecho de poder encontrarse con Lynnet, pues no quería lastimarla, y seguramente eso pasaría, cuando lo viera feliz con su hermana, mientras a ella la había hecho a un lado, sola en espera de un bebé, la bruma de remordi
Christian salió de mala gana de la casa donde estaba con Lynda, no quería dejarla sola, sabía que su relación aún era muy frágil, apenas se estaban sustentando las bases, y cualquier situación no aclarada entre ellos, podía traerles malentendidos, por otra parte, su mayor temor era que ella terminara cansándose y abandonándolo “Así cómo lo hizo mi madre con mi padre y él no lo soportó”, expresó en su interior, mientras un sudor frío y un profundo miedo lo recorría de pies a cabeza, produciéndole hasta escalofríos.—No voy a tardar, entro y salgo mi Lynda, te lo prometo —declaró como si estuviese diciéndoselo a ella.Aceleró tratando de hacer el recorrido en el menor tiempo posible, llegó al edificio y subió hasta el apartamento, encontró a Lynnet acostada en el sofá
Christian, cuando se dio cuenta de que Lynda se había marchado se metió a su despacho, fue al pequeño bar y se sirvió un vaso de whisky, fue tomando trago por trago. Las horas iban pasando, mientras los recuerdos de lo vivido se aglomeraban en su mente, como si fuera una mesa, en la cual se colocaran libros tras libro uno encima de otro y estuviese a punto de colapsar por el peso.Por momentos, él pensaba que su mente le jugaba una mala pasada al sobreponerse la imagen de su Lyn a la de Lynda, quienes terminaban convirtiéndose en la misma persona, el miedo lo atenazaba, dándole la misma sensación de cuando su vida cambió y perdió a quien más amaba, su padre.Durante toda su vida fue un solitario, a pesar de tener algunos conocidos cercanos, realmente amigos, a quien pudiera contarle sus miedos, no tenía ninguno, no confiaba lo suficiente en la gente para abrirse, solo lo hizo con Lyn y