Capítulo quince: Aprender a ser espososTeresa se quedó helada. ¿Cómo la habrían encontrado tan pronto?—Teresa —dijo una voz conocida desde el interior—. Voy a contar hasta cinco para que entres sin discutir.Teresa se puso furiosa.—Alguien del yate me ha seguido, ¿no?—Uno.—Alguien me ha estado espiando. Bueno, creo que eso ha sido rastrero...—Dos.De reojo, ella vio cómo Malvolio se sentaba de nuevo en el asiento delantero.—Y lo que es más, tengo planes propios.—Tres.—Solo quiero ver la Alhambra, ¿de acuerdo?—Cuatro.—¡No hay manera de que me hagas entrar en ese coche, donde no quiero estar, Angelo Gatti! —exclamó ella con los brazos en jarras.—Cinco.Teresa cruzó los brazos y levantó la barbilla. Angelo salió del coche. Con un traje ligero color miel, estaba espectacular A pesar de estar enfadada con él, los latidos de su corazón se aceleraron y la boca se le secó. Él la tomó en brazos y la metió en el coche.Sorprendida por su arrogancia, Teresa le dijo:—¡Voy a salir de
Capítulo dieciséis: Golpes de realidadCuatro semanas más tarde, Teresa se despertó en la magnífica villa de Angelo en la isla de Capri a donde habían llegado la noche antes.Había dormido bien, pero sentía unas leves náuseas. Y sabía a qué se debían...Se levantó de la cama y abrió los ventanales que daban al mar para dejar pasar la agradable brisa.Angelo seguía dormido. Después de un mes de crucero por el Atlántico, ella era más feliz de lo que nunca había soñado volver a serlo.Solo eran las ocho, así que se metió en el baño mientras recordaba las condiciones de su matrimonio y pensaba que Angelo las había roto. ¡Llevaba un mes entero viviendo con ella! Y ahora que estaban en tierra firme, a ella no se le ocurría ninguna razón para que no continuara igual. Cuando terminó, salió del baño y empezó a secarse delante del espejo mientras seguía pensando en él.En Angelo, que había logrado dejarla embarazada en un tiempo récord.—Tengo una queja. ¿Dónde estabas cuando me desperté?Tere
Capítulo diecisiete: Deber cumplidoEso debió de ser la semana después de la noche de bodas en la que él había desaparecido. ¿Cuándo si no?Se le ocurrió entonces otra pregunta. ¿Quién le había metido ese sobre en el bolso? Seguramente la misma persona que le había dejado el mensaje y la revista en el camarote del barco. Entonces, ella había creído inocente a la doncella italiana, pero ahora ya no. Solo ella tenía libre acceso a sus habitaciones. Pero lo cierto era que la identidad de la cómplice de Giselle le parecía poco importante. Porque tenía que ser Giselle quien le estaba haciendo eso, ¿no? ¿O sería Katrina la responsable también?No dejaba de pensar que estaba embarazada de Angelo. Cuando oyó el ruido de un helicóptero, tuvo que obligarse a salir de la habitación para recibir a sus invitados.Mientras los esperaban en la terraza, Teresa agradeció la presencia de otra gente, ya que necesitaba tiempo para controlar sus emociones alteradas.Después de almorzar, los dos hombres se
Capítulo dieciocho: Tengo otros planesEstaban en la fiesta de la boda cuando Samantha le dijo:—Sabes lo que estaba pensando? Que es una pena que Giselle no pueda ver cómo actúa Angelo contigo. Pero dudo mucho que ella sepa vuestra historia.—¿Qué historia?—La tuya y de Angelo. Markos me ha dicho que Angelo estaba embobado contigo; y yo no me lo puedo imaginar así por ninguna mujer. Desde que lo conozco, él siempre ha sido muy frío en sus emociones. Pero contigo es completamente diferente.Teresa se obligó a sonreír.—De verdad, Samantha...—Es cierto, me encanta verlo así. Tú Angelo ha roto montones de corazones en su momento. Ahora me encanta verlo apresurarse a abrirte la puerta del coche, a ofrecerte sillas... Y tú te lo tomas como si nada.—Está muy bien educado...—¿Crees que se trate solo de eso?—En realidad no creo que haya algo más detrás de su caballerosidad—¿Acaso no le amas?—¿Importa acaso?Samantha suspiró.—¿Por qué no haces las paces con él? Nunca antes lo he visto
Capítulo diecinueve: Casanova mentirosoTeresa agarró con fuerza el sobre con las fotos.—Angelo...—¿Por qué no haces algo de cenar? Mientras tanto a mí me vendría bien una ducha.Estaba claro que él no había entrado nunca en una cocina y pretendía seguir sin hacerlo. Como si, por fin, se diera cuenta de que allí pasaba algo, Angelo la miró.—¿Teresa?—No es necesario que subas. He hecho que envíen toda tu ropa al yate.—¿Te has vuelto loca?—No. Es que esta mañana me he encontrado esto —dijo ella mostrándole el sobre con las fotos— Y si crees que mi comportamiento reservado con tus amigos ha sido suficiente como para avergonzarte delante de ellos, ahora te darás cuenta de que has tenido mucha suerte, en realidad he sido muy benevolente contigo antes.Angelo no hizo nada por tomar el sobre.—Pero me parece que no voy a ser tan afortunado ahora. También me parece que no has sido sincera antes, cuando te negaste a admitir que te pasaba algo. Pero aun así pretendo darme una ducha, Teres
Capítulo veinte: Te quiero a tiAngelo se quedó helado.—¿Estás embarazada? ¿Ya?—Bueno, tú te has esforzado mucho para que sea así, ¿no?—Estás tan alterada que no sabes lo que dices. Dios mío... estás embarazada. ¡Podías haberte hecho daño al golpearme!Entonces la tomó en brazos y la llevó al dormitorio.Teresa parpadeó incrédula.—No deberías estar montando escenas como esta. Tienes que tumbarte y estar tranquila, piensa en el niño...—Angelo, acabo de pedirte que te vayas de esta casa y que me dejes en paz.—No lo has dicho en serio.Angelo suspiró pesadamente y la dejó a los pies de la cama. —¡Vete!—Estás histérica.—¡No lo estoy!—No voy a discutir contigo sobre esto. Naturalmente, estás molesta. Tienes razones para sospechar y yo te disculpo.—¡Crees que me tienes donde quieres porque estoy embarazada! ¡Pues no es así! ¡Mi abuelo cuidará de mi madre, así que no me puedes hacer daño con eso y, si no te vas tú de esta casa, seré yo la que me vaya al yate!—La tripulación está
Capítulo veintiuno: Diez años de odio y decepción—Te quiero a ti, Angelo —gimió ella.Se produjo un largo silencio. Luego, oyó a Angelo aclararse la garganta, pero no dijo nada.—Es que no sé qué decir —dijo él por fin.—Bueno, no te preocupes. ¡Sé que yo no me voy a preocupar!Cuando ella colgó, lo hizo llorando.Metió el teléfono entre las almohadas y lo oyó sonar una y otra vez.Poco después, el ama de llaves llamó a la puerta y apareció con otro teléfono. Teresa lo aceptó de mala gana.—¿Teresa? —dijo la voz de Angelo de nuevo.—Te veré a las ocho. ¡Solo dije que te quería por el niño!Pensó que iban a hablar del divorcio. No de la parte técnica se ocuparían los abogados. ¿Por qué le habría mentido con eso de que lo quería por el niño? Angelo no se lo había merecido.Cuando llegó a Roma, la estaba esperando una limusina que la condujo a la mansión de los Gatti.Un mayordomo la condujo a un salón tan elegante y fríamente decorado como el resto de la casa.—Teresa...Ella se volvió
Capítulo veintidós: Cara a cara con la verdadCinco cabezas se volvieron y, con solo dos excepciones, todos los rostros mostraron su descontento al ver a Teresa.Paulo pareció sorprendido y feliz. Giulio, el hermano de Angelo, sonrió abiertamente. Alessio, el padre de Angelo, se tensó. La madre de Angelo, Marcela, se quedó helada. ¿Y Katrina? Se quedó mirándola y luego sonrió brillantemente.Estaba claro que no tenía miedo de que sus mentiras salieran a la luz. Teresa recibió encantada el gran abrazo de su abuelo y, después de ser saludada más fríamente por los demás, tomó asiento a la mesa. ¿Cómo se iba a poder enfrentar a Katrina sin ninguna prueba de que hubiera mentido? ¿Por qué iba ella a confesar cuando tenía tanto que perder? Mientras pensaba eso, Angelo empezó a hablar.—Tengo algo que contaros a todos —dijo.Entonces él les habló de los mensajes, revistas y fotos que había estado recibiendo ella.Alessio afirmó entonces:—Algo muy desagradable.Marcela, que se había puesto pá