—¿Al revolcón de hace un rato? ¿Piensas hablarle al idiota ese en cuanto me vaya? —Sus ojos apuntaron a la puerta, Ruedo los ojos con gesto de aburrimiento, me prometí a mi misma que no me dejaría amargar la vida con Andrew —.¿A poco estás tan urgida que lo harás aquí en la misma casa de Valente? —
Isabella Holmes Pienso en Andrew, el es todo lo que detesto en un hombre en una sola persona: Mujeriego, arrogante, prejuicioso, grosero, ¡estoy molesta conmigo misma! Porque apenas me toca, me derrito como una mantequilla, no soy tonta soy tan culpable como él de todo lo que me está pasando, al pe
Pasea su masculinidad, por toda mi intimidad, mientras muerdo mis labios ¡para no gritar! Lo pasea arriba y abajo, llegando hasta mi botón de placer. su solo contacto me hace temblar, me tiene desesperada. Aprieta sus dientes tratando de contenerse y al fin decide entrar en mi de un solo golpe, no
Isabella Holmes Me levanto, y me doy un baño, molesta y triste ¿Qué esperaba de él flores?, jamás me dará flores, jamás tendré algo lindo, no con ese burro sin corazón....Me visto de forma discreta antes de bajar en la sala esta mi padre con Andrew, que sonríe como si nada hubiese pasado. —Buenos
—Te advertí que no jugaras conmigo, ¿recuerdas? —Pregunta con furia tomándome del brazo de nuevo con brusquedad— —No estoy jugando, te lo juro.— Le digo con lagrimas en los ojos, por la forma en que me está tratando. —Suponiendo que te creo, ¿qué te impediría más adelante casarte con Valente?.—
Isabella Holmes Termino la universidad con honores, Andrew nuevamente dejar de dar clases y asume su aula mi padre. El día de la fiesta de tengo unos malestares sospechosos: Mareo, vómitos y nauseas, estoy segura que estoy embarazada, no tengo miedo, creo que hoy soy invencible, todo lo que he log
¿Por qué no fue conmigo, como lo es con ella? Me pregunto mientras abrazo a Jimmy en busca de consuelo para la mayoría podemos parecer, muy enamorados, nada más lejos de la realidad, sobre todo de mi parte. Jimmy rodea mi cintura posesiva creyéndose afortunado, uno de los días más felices de mi vid
Isabella Holmes En cuatro horas y media me encuentro en Washington, estoy agotada y hambrienta, entro a un restaurante cualquiera y cuando las parrillas que están comiendo casi todos comienzo a salivar, un mesero conduce a la mesa y me da la bienvenida entregándome la carta. —No la necesito quiero