—Así.— gimo, cuando comienza a acariciarme de forma circular sobre la tela estimulando mi hinchado botón de placer, me muevo sobre su mano buscando mayor fricción, estoy desesperada —Tócame.— Suplica, tomando mi mano y llevándola hasta su potente masculinidad, lo aprieto por encima de su pantalón y
Isabella Holmes Nos separamos lentamente me siento extrañamente vacía y también estoy consciente al mirarnos a los ojos que una vez no fue suficiente, tenemos que repetirlo hasta que se extingan las llamas, no puede ser para siempre. Las palabras que se escapan de sus labios solo confirman lo que
Sé que no tengo ninguna enfermedad, porque me confesó que hace más de tres semanas que no tenía sexo, la última vez que tuvo sexo fue conmigo misma, por lo que descarto cualquier enfermedad. Me duele un poco al caminar, y recuerdo todo lo rico que sentí al estar nuevamente con él, estuvo incluso m
—¿Un novio?.— Me pregunta Valente que dejo de leer su periódico para prestar atención a lo que hacía. —No precisamente, pero tal vez mas adelante.— Le respondo con una sonrisa. —Me encantaría que cuando muera estés con alguien que te quiera y te valore.— Me dice él. —¡Pero mira como hablas!, a tu
Andrew Cole Regreso a New York un mes después, no he podido ponerme en contacto con Valente y tampoco con Isabella, durante este tiempo, porque algunos ex miembros de la bratva estaban apareciendo masacrados, en distintos lugares del mundo. No me considero líder de la organización, pero les debo
No tuvo que esforzarse mucho para enrolarse con él en una charla amena y nutrida con los últimos acontecimientos de sus negocios y sus viajes, claro estaba, omitiendo la parte de su vida íntima para no entrar en terrenos escabrosos. Luego fueron interrumpidos por Isabella y el arsenal de medicament
—Qué pena me das por creer que Valente, no es capaz de motivar sinceros y nobles sentimientos de las personas que se encuentran cerca de él. —Me responde admitiendo entre líneas que si tiene algo con él. —Tienes razón, hay muchas personas que lo quieren sinceramente: hombres y mujeres pudientes,
Isabella Holmes Como si estuviera en otra dimensión, Isabella lo vio darse la vuelta para abandonar el despacho a grandes zancadas, finalmente, se escuchó el chirrido de llantas de su auto al salir de la mansión. Temblando por el duro enfrentamiento, se guardó su dolor para más tarde, ahora debía