Isabella Holmes — ¿Cómo te fue?— Me pregunta Eros, el chico con el que hago mis investigaciones grupales, está preocupado por mí. —No lo sé. — Respondí sincera, con la mirada hacia el suelo, no puedo creer lo que estuvo a punto de suceder allí, no pude pensar nada, era un ser irracional dejándose
—De ti absolutamente nada, bueno sí una cosa, que te alejes de Valente. —Me responde. —Déjeme en paz. — Respondo, y no abro la puerta y salgo, porque ya está manejando con exceso de velocidad. — ¿Cuánto quieres para alejarte de él?— Pregunta ofendiéndome como si mi amistad fuese interesada o estuv
—Eres un cobarde. — Respondo, provocadora, no entiende para que amenaza tanto. —No tienes idea de a quien estás provocando. —Advierte. —Y no tienes idea lo mucho que me gusto tu amenaza, lástima que seas un miedoso. — Continúo como la propia kamikaze, me gustaría probar nuevamente la cama del doct
Isabella Holmes Apenas entró a la oficina de Andrew, les informa a los padres que hay fractura craneoencefálica, y lo única opción es una operación de urgencia, cuyas posibilidades de sobrevivir son un treinta por ciento, hay fragmentos de huesos en la masa encefálica y sangre que hay que retirar l
Andrew nos observa e inmediatamente me pongo tensa para él todos se me acercan por sexo y no es así. —Deberíamos celebrar, esta noche nuestro trabajo.— Invita el anestesiólogo de nuevo, sé que le gusta demasiado la bebida, no consumo nada de alcohol entre semana y dudo que vuelva a beber muy pronto
Isabella Holmes Me doy cuenta de que estoy famélica, gracias a Dios Eros me obligo a comer ayer, preparo una ensalada de frutas muy generosa y unos tímidos golpes en mi puerta me hacen sonreír. —Hola pequeño.— Saludo a mi pequeño vecino de siete años que viene acompañado de su perro. —Hola Isa, m
Mientras limpio, Alec, le coloca una correa, el perro se sacude intentando quitársela, pero no puede, es un pequeño salvaje sin educación. Cuando termino, tomo una bolsa plástica y unos guantes desechables, las enfermeras siempre cargamos ese tipo de cosas en nuestra carteras, somos además de las m
Isabella Holmes —Alec, tenemos que arreglarnos para un almuerzo.— Le llamo y el pone mala cara. —¿No puedo jugar un rato mas.— Me suplica y veo la hora. —No lo siento.— Le respondo —Eres la mujer más aburrida que he conocido en mi vida.— Me dice el —Haz conocido muchas.— Le pregunto con ganas