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Capítulo 33. Es cuestión de principios

La gerente, a pesar de las indicaciones de la asistente, hizo caso omiso, entró a la sala de reuniones con una actitud para nada amigable, su rostro daba la impresión que estaba comiendo alguna fruta ácida, quizás un tamarindo o chupando un limón.

Ana Sofía y Benjamín, como no les dijeron que se sentaran, permanecieron de pie, eso causó más irritación en la mujer. Miró Ana Sofía de arriba abajo y aunque la encontró muy hermosa, ese hecho la molestó más, porque la chica irradiaba perfección, después dirigió la mirada al marido y se burló, mirándolo con desprecio.

—Si la reunión era con usted como representante de las empresas Celedón, ¿Para qué trajo al obrero, chofer, Jardinero… bueno lo que sea? Debería salirse y esperar afuera. Señor, ¡Salga de inmediato de esta sala! —pronunció, sintiendo satisfacción en humillar al hombre, porque veía que eso alteraba a la mujer.

—¡Es usted una grosera! ¿Cómo se atreve a tratarnos de esa manera? ¿Quién se ha creído? —espetó indignada Ana Sofía.
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