Emma se despertó temprano, decidida a preparar una velada especial para Carlos Alberto. Comenzó por limpiar y ordenar su casa meticulosamente, queriendo que todo estuviera perfecto. Eligió una mantelería de lino blanco y sacó su mejor vajilla, aquella que había guardado para ocasiones especiales. Cada detalle importaba, y Emma quería que la atmósfera reflejara el cariño y el esfuerzo que estaba poniendo en la preparación.Pasó gran parte de la mañana en el mercado local, seleccionando los ingredientes más frescos y de mejor calidad. Decidió preparar un menú de tres tiempos: una entrada de bruschettas con tomate, albahaca y mozzarella fresca, un plato principal de risotto de setas y trufa, y un postre de tiramisú casero. Quería impresionar a Carlos Alberto no solo con su habilidad culinaria, sino también con su buen gusto y elegancia.En casa, comenzó a cocinar con dedicación, disfrutando cada paso del proceso. La cocina se llenó de aromas deliciosos mientras ella picaba, mezclaba y co
Carlos Alberto despertó con la luz del sol filtrándose por las cortinas de la cabaña. Se estiró, esperando ver a Emma a su lado, pero la cama estaba vacía. Pensó que tal vez había salido a dar un paseo matutino, así que no se preocupó demasiado al principio. Se levantó y se vistió rápidamente, deseando encontrarla para compartir el desayuno juntos.Salió por los alrededores de la cabaña, llamando suavemente su nombre. Caminó por los senderos cercanos, observando el hermoso paisaje de la finca. Los árboles susurraban al viento y los pájaros cantaban, pero no había rastro de Emma. Empezó a sentir una punzada de preocupación en el estómago. Emma no era del tipo que se alejara sin avisar.Regresó a la cabaña con la esperanza de que ella hubiera vuelto mientras él la buscaba. Recorrió la sala de estar, pero no encontró ninguna señal de su presencia. Fue a la cocina, donde el aroma a café recién hecho llenaba el aire, pero no había rastro de Emma. Los platos del desayuno estaban sin tocar
La tragedia golpeó a todos cuando la policía encontró el cadáver de Emma en las orillas del río. Su cuerpo yacía en una posición que sugería tanto la posibilidad de un suicidio como la de un asesinato. Los agentes de la policía acordonaron la zona inmediatamente, asegurándose de que no se contaminara la escena. Los forenses llegaron pronto, tomando fotos, recogiendo muestras y examinando cada detalle para determinar la causa de la muerte.Carlos Alberto, al enterarse de la noticia, quedó devastado. Su rostro se transformó en una máscara de dolor y desesperación. No podía comprender cómo había ocurrido esto. Se sentía perdido, incapaz de pensar con claridad mientras veía cómo los oficiales levantaban el cuerpo sin vida de Emma. La incertidumbre sobre su propia inocencia lo abrumaba, y la sospecha que recaía sobre él era un peso que no podía soportar.Durante la inspección del cuerpo, los forenses encontraron un detalle que levantó más sospechas: en las manos de Emma había mechones de c
En el sereno abrazo de una apartada casa de campo, enclavada en medio de extensos campos y exuberante vegetación, Olegda encontró consuelo en las profundidades de su santuario creativo. Rodeada de la sinfonía de la naturaleza y envuelta en una tranquilidad que sólo un lugar así podía ofrecer, se deleitaba en la dichosa serenidad que se había convertido en su refugio. Mientras los rayos dorados del sol de la mañana se filtraban a través de las ventanas, arrojando un cálido resplandor sobre la habitación, Olegda se encontró inmersa en un mundo de colores y emociones. Sus dedos bailaron sobre las teclas de su PC, dando vida a la miríada de pensamientos y reflexiones que se habían arraigado en su alma. El manuscrito que tenía ante ella era un trabajo de amor, un testimonio de las innumerables horas dedicadas a poner su corazón en la página. Era una colección de sus ideas y reflexiones más profundas sobre la vida, un tapiz de palabras que tejieron el tapiz de su perspectiva única. Hoy marc
Andrés, había estado separado de Olegda un tiempo. Ellos se dieron tiempo, para reflexionar, para analizar que deseaban el uno del otro...Mientras el sol de la mañana bañaba la ciudad con un cálido resplandor dorado, la anticipación flotaba en el aire. Olegda estaba en la entrada de su exquisita galería, con el corazón palpitante con una mezcla de emoción y nerviosismo. Hoy marcó un hito importante en su viaje artístico: una gran exposición que muestra sus pinturas más impresionantes. La galería bullía de actividad mientras se daban los toques finales. Las paredes, adornadas con las vibrantes creaciones de Olegda, dieron vida al espacio, transformándolo en una sinfonía de colores y emociones. Cada trazo de su pincel estaba impregnado de pasión, cada lienzo era una ventana a su alma. La noticia del extraordinario talento de Olegda se había extendido por todas partes. Estimados agentes y entusiastas del arte de todo el mundo se dirigieron a su galería, atraída por el encanto de su per
El aire estaba cargado de tensión mientras Olegda permanecía en medio del desorden de su antes prístina galería de arte. Las vibrantes pinturas que habían adornado las paredes ahora yacían esparcidas por el suelo, con los marcos agrietados y rotos. En la sala resonaban los restos del caos, un marcado contraste con la serenidad que alguna vez el arte había traído a este espacio. Andrés estaba junto a Olegda, con los ojos llenos de una mezcla de tristeza e ira. Apretó los puños con fuerza, un reflejo silencioso de la agitación dentro de él. El robo había golpeado el centro de sus sueños, destrozando el santuario que habían construido juntos. La galería no era sólo un espacio físico: era un testimonio de su amor compartido por el arte y su esperanza de crear algo hermoso en el mundo. Mientras la policía examinaba meticulosamente la escena, buscando huellas dactilares y reuniendo pruebas, Olegda no pudo evitar sentirse violada. La galería era su santuario, un lugar donde dedicó su coraz
Las paredes del estudio de Andrés parecieron cerrarse a su alrededor mientras absorbía la impactante revelación que el detective Rodríguez acababa de revelar. La conexión entre los autores del robo de la galería y el conductor que servía a los intereses de su padre le provocó escalofríos. La red de engaños tejida por su padre era de gran alcance y amenazaba no sólo su relación con Olegda sino también sus vidas. El corazón de Andrés latía con fuerza en su pecho mientras contemplaba las terribles implicaciones. La insistencia de su padre en abrir una brecha entre él y Olegda había adquirido un nuevo nivel de intención siniestra. Estaba claro que las maquinaciones de su padre iban más allá de la mera desaprobación de su relación; estaba dispuesto a hacer todo lo posible para mantenerlos separados. Sus pensamientos se aceleraron al considerar el frágil estado de salud de su padre. El peso de la responsabilidad pesaba sobre él, dividido entre su amor por Olegda y su deber como hijo. El c
Andrés caminaba de un lado a otro en el estudio de su padre, su mente consumida por una mezcla de frustración y compasión. El peso de los acontecimientos recientes le había pasado factura; la traición de su padre y los posteriores procedimientos legales le habían dejado un sabor amargo de resentimiento y deber filial. Su padre, ahora confinado en su lujosa casa como parte de su sentencia, estaba sentado en el gran sillón, su forma debilitada contrastaba marcadamente con la figura una vez formidable que Andrés había conocido. La habitación se llenó de un silencio incómodo, interrumpido sólo por el sonido de los pasos de Andrés y el tictac rítmico del reloj del pie. La puerta se abrió con un chirrido, interrumpiendo la atmósfera estancada. Anne, la enfermera que Andrés había contratado para cuidar a su padre, entró en la habitación con una cálida sonrisa. Su presencia trajo una sensación de calma, un recordatorio de que en medio del caos todavía había lugar para la compasión. "Andrés,