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- Dejemos de hablar de este incidente y no dejemos que la salsa se queme.

Apolo se vio obligado a soltarse y la vio pasar bajo el trueno. Sus perfectas caderas rodaban con cada paso vacilante.

Inhaló profundamente y caminó un buen rato hacia la cocina. Se detuvo en la entrada y así se mantuvo alejado de ella, en las sombras, para observarla.

Sus ojos parecían llenos de desafíos mezclados con irritación que los hacían infinitamente más hermosos.

Ninguna otra mujer había logrado provocar tal cosa en él. Ese deseo incontrolable que lo consumía minuto a minuto.

Volteó la salsa, concentrada, con espíritu competitivo, como si quisiera a toda costa hacer de esta cena un éxito.

Apretó un puño a lo largo

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