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Jabbar se había rendido. Durante dos horas había estado observando a Maisie dormir con la manta hasta la barbilla.

No se atrevió a moverse, enamorado de su hermosa mirada tranquila. Se aventuró a levantar la mano para acariciar su hermoso rostro. El barco se balanceó ligeramente, como una canción de cuna silenciosa. Ella ya no temblaba en su presencia, notó cuando vio sus manos relajadas y no apretadas en puños.

Su momento de contemplación fue interrumpido por la vibración de su teléfono sobre la mesa de cristal.

Jabbar pudo haberse quedado tirado en la cama, pero se levantó discretamente comprobando que estaba dormida y se acercó a la mesa para agarrar el teléfono de la joven.

Su madre la llamó en medio de la noche como si Maisie estuviera disponible para ella. Jabbar lo dejó con un suspiro y frunció el ceño mientras miraba hacia el fondo de la habitación. El teléfono vibró por segunda vez, indicando un mensaje.

Jabbar debería haber permanecido impasible, he ido a la cama, pero la pr
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