Se voltea y se acerca hasta quedar delante de mí, pegando su frente a la mía. Me mira por un par de segundos en los que sus ojos transmiten todo lo que su boca se niega a hacer y solo le basta con verme sonreír para volver a adueñarse de mis labios, esta vez con mayor ternura. Comienzo a dar pequeños pasos hacia atrás y siento un golpe desprevenido en las piernas. Él ríe en el medio del beso y supongo que me choque con el borde de la cama. Llevo una de mis manos hacia atrás, apoyándola sobre la superficie blanda de esta para luego dejar caer mi espalda ligeramente sobre el colchón.
Y de un momento a otro Rafael ya se encuentra encima de mí, sosteniéndose con sus codos alrededor de mi cuerpo, sin desprender sus labios de los míos en ningún momento. Siento el contacto de sus manos por debajo de mi remera y t
Nada. Una tenue oscuridad que predomina en el aire, los enormes ventanales cuya altura llega hasta al techo que no podría tocar ni con esbeltas escaleras bajo mis pies y sus cortinas muy poco abiertas, proyectando extrañas formas geométricas en el suelo debido a la ausencia de luz eléctrica. Si no hubiese estado en el exterior, estando aquí dentro jamás sabría que es de día afuera. Doy un par de pasos al frente, comenzando a imaginar que la causa de esta tenebrosa escena es un corte de energía o algo semejante, cuando una de las lámparas que escoltan al sofá y los sillones se enciende, iluminando un poco más aquella zona con su luminiscencia anaranjada, producto de la pantalla de tela cálida que tapa la bombilla de luz. Entrecierro los ojos, extrañada y me aproximo más ha
Miro el reloj del pasillo y tardo varios segundos en lograr saber qué hora es. Nunca entendí el sentido o la utilidad de este tipo de relojes. No tienen ni un solo número y cuesta horrores descifrarlos. Aún falta para que sean las ocho y ya llevo un largo rato apoyada en la pared, dando golpecitos en el piso con la suela del zapato. Creo que mi hombro ya se acalambró por estar en la misma posición tanto tiempo. Por más que no quiera aceptarlo, el vendrá. Ya debe estar por llegar…por última vez.Suelto un suspiro y comienzo a recordar lo ocurrido ayer a esta misma hora, mientras mis ojos siguen clavados en las manijas del reloj.No sabría definir lo que recorre mis venas, decir si es miedo o solo ansiedad. El tono de mi padre no me agrada en absoluto. Hace rato descarté la idea de que todo esto tenga que ver con algo bueno o convenien
Ya pasaron casi dos semanas y por más que lo intente, no logro sacarme a Rafael de la cabeza. Absolutamente todo me recuerda a él, comenzando por el auto, cuyo asiento un par de días atrás le pertenecía y ahora ya no, sus ojos cafés a través del espejo retrovisor que me recuerdan la incontable cantidad de veces en las que lo espiaba desde el asiento trasero, hasta la alarma de todas las mañanas que antes era como un aviso de que el me esperaba abajo, vistiendo alguno de sus trajes que le quedaban tan bien que si me lo cruzara sin conocerlo ni saber sobre su vida, diría que habían sido diseñados perfectamente a su medida por un estilista de alta clase. Ahora cuando se hacen las ocho, aquella melodía parece más bien una tortura de la cual solo puedo escapar apagándola y levantándome, sabiendo que la persona que me abrirá la puerta del auto ni siquiera se as
Lo miro detenidamente, como si el tiempo se hubiera congelado y fuéramos lo único colorido en un mundo donde el blanco y negro son los únicos tonos para elegir. Él no me ve y ni podría por lo extremadamente polarizada que es la ventanilla que me separa del exterior. Mantiene la vista clavada en la calle repleta de vehículos y ruidos de bocinas. Habla en un tono relajado, pronunciando palabras que ni siquiera escucho, ya que no estoy concentrada en su voz sino en él en sí. Lleva traje, pero no de la forma formal y correcta en la que papá solía obligarlo a hacer. Tiene desabrochados los primeros botones de la camisa cuyo color no llego a descifrar a causa de los rayos de sol que caen sobre su asiento y el oscuro contraste del vidrio de mi ventana. Los puños remangados de la prenda dejan a la vista una pulsera plateada de notable grosor en su brazo izquierdo. Su mano permanece aferrada al cue
El sol anuncia su desaparición y lo va haciendo de a poco hasta formar un ambiente oscuro y melancólico, recordándome cuánto odio los días nublados. Las primeras gotas comienzan a descender como polvo de ceniza, mojando el asfalto y, con un solo abrir y cerrar de ojos esa hermosa mañana de sol y nubes blancas se transforma en su contradicción, donde la lluvia que cae del cielo gris tiene el papel principal y lo demuestra de maravilla inundando las calles de la ciudad.Para ese entonces, Rafael ya acomodó el equipaje en el baúl y ambos subieron al auto.Emily: Seguilo.Exclamo mirando a través de la ventana por la que apenas logro ver algo gracias al clima del exterior.- Si hago eso…va a perder su día de clase.Giro mi rostro y lo miro con suma ironía,
Emily: El baño, ¿dónde...- En el primer pasillo, segunda puerta a la derecha.Emily: Perfecto, gracias.Respondo hablando de manera acelerada y haciendo que se me amontonen las palabras. Me alejo de la fila a la velocidad de la luz.- Pero es al otro lad...Hago como si no hubiese oído nada, distanciándome varios metros hasta encontrar un pequeño escondite detrás de una de las paredes del pasillo de enfrente. Veo como la fila en la que me encontraba se adelanta hasta que la persona que habla con la chica pasa a ser él. Insólitamente, logro escuchar la mayoría de sus palabras.Rafael: ¿Mandás una enfermera a la sala 7? Ya me estoy yendo.Dice reclinándose sobre la mesa blanca de la recepción, sost
Un ruido agradable llega a mis oídos cuando las ruedas del vehículo pisan las hojas secas de otoño que se desparraman en los bordes de la avenida. El chofer apaga el motor y se queda en su lugar. Sin ganas de sacar el celular, apunto mis ojos al reloj del auto y suelto un suspiro, acomodándome en el asiento y apoyando mi cabeza en la ventana.No llueve como ayer y las calles se ven mucho menos desiertas, lo que lógicamente se debe al buen clima, el cual no es cálido ni veraniego, sino más bien fresco y mucho más agradable. La gente transita por las veredas vistiendo ropas formales en la mayoría de los casos, seguramente en camino al trabajo...y el tráfico sigue siendo notablemente abundante.- ¿Se puede saber qué hacemos acá?Emily: Necesito que veas algo y me digas lo que pensás.
Trato de disimular, ocultando mi rostro desconcertado que no llegó a comprender del todo la situación por la que transcurre. Por más que me cuesta, simulo el dibujo de una pequeña mueca en mis labios, que podría ser llamada sonrisa solo si el que lo dijera no hubiese visto nunca una de verdad.Emily: Perdón, ¿nos.…conocemos?Samira: No, pero ahora sí.Responde haciendo caso omiso de la chica sentada a su lado que abre la boca queriendo hablar, pero no lo logra. Arqueo las cejas, confundida.Emily: No entiendo...Samira: Yo te explico.Emily: Pero...Samira: Analía es...Emily (la interrumpo): Creo que Analía quiere decir algo.Exclamo observando a la joven de pelo cast