IgnaciaCómo al dedo malo le llega todo menos la cura, mientras corría de camino al trabajo, el tacón de mis mejores zapatos se despegó haciéndome caer de bruces contra el suelo, y me sentí avergonzada, no solo huelo a fracaso, lo soy por completo.—Señora, ¿se encuentra bien? — preguntó un hombre de voz pasible, y cuando levanté la mirada lo vi extendiendo su mano. Así que le sonreí y me dejé ayudar por él, aunque yo era de las que no aceptaban ayuda, tengo que reconocer que mi soberbia me trajo hasta este punto.Él me guió hasta la acera donde me senté con un terrible dolor en la rodilla derecha y me miré raspada, tanto en las rodillas como en los codos.—Muchas gracias— le contesté agradecida y él siguió ayudándome a levantar del suelo todas las cosas que se salieron de mi cartera.—Daniel, no te pago para que hagas caridad, a viejas torpes que no saben caminar como se debe—, yo que no había dejado de observar el hombre que ha de ser un poco más joven que mi padre, me vi tentada a
Narrador. Avergonzada y sabiendo que se veía más patética de lo que en realidad es, Ignacia seguía como animal mañoso, zascandileando sin detenerse a pensar, aunque el suelo bajo sus pies descalzo picaba demasiado por lo caliente que está el concreto, igual no se permite suponer que no puede llegar andando. —No puedo perder este trabajo, ahora más que nunca debo tener la fuerza para seguir adelante, por mis hijos—, dijo dándose ánimos a sí misma para no dejarse caer, con la autoestima por el suelo y el llanto a punto de salir no se permitió lamentarse, de modo que con el dolor en las rodillas se exigía avanzar más deprisa, pero diez pasos adelante se detuvo cuando el claxon de un auto fue tocado varias veces y miró a su lado izquierdo.—Venga señorita, la llevaré— le propuso Daniel y ella se quedó algo confundida y desconfiada por la preocupación que muestra ese desconocido. Sin embargo, ese hombre había sido demasiado bueno con ella, de modo que se acercó cojeando y parada cerca d
Narrador.—¡Hey Ignacia!, ¿quién ha sido este hombre que te trajo en ese coche tan costoso? —la detuvo su compañera, que también es su mejor amiga y vecina cuando la vio pasar directo al cuarto donde se arreglan para ponerse el uniforme. —Hola Lu, te cuento en un rato, necesito cambiarme.—Espera— pidió, sin embargo, ella no se detuvo y su amiga la siguió, ya que vio su rodilla sangrando.—Que te sucedió, cuéntame que he estado preocupada por ti amiga— volvió a preguntarle nuevamente viendo como Ignacia se cambiaba con rapidez.—No creas que te estoy ignorando, Luisa, es que me estoy cambiando con rapidez porque Leonardo puede llegar gritándome y aprovecho que no está aquí— le explicó algo preocupada porque nunca había pasado de largo con su amiga sin detenerse a saludarla, pero hoy todo le había salido al revés, es el peor día de su vida.—No te preocupes Ina, yo sé que Leonardo es bastante aterrador cuando se lo propone y gracias a Dios que llegaste temprano estaba qué me comía las
Matías.—¡¿Me podrías explicar?!— pregunté cortante a Tobías cuando volvía a entrar con las mismas mujeres que ayer trajo a mí y aunque no la tome; me fastidia ver a una mujer dos veces.—Papis, don John, ayer no sacaste el estrés, y me preocupa que te enfermes— responde con su habitual descaro. —Pierdes más tiempo entre las faldas de las viejas que en el negocio, o es que te quedaste estresado ayer, porque tú si follaste— él levantó las manos con dramatismo puro.—Papis no me reclames tanto, vivo por las faldas y mejor si son rojas— me guiñó un ojo a medida que chasqueaba la lengua y cuando me vio mirarlo con seriedad unió las manos, — vamos papis don John, mi estrés es constante.—Haz lo que te plazca Tobías— respondí sabiendo que no valía la pena negarme, ya que seguirá insistiendo hasta convencerme y celebró como niño pequeño y me parece tan inmaduro el maldito. Tal parece que le ha gustado la rubia, por el hecho de que tampoco suele traer las mismas mujeres. —Te dejaré aquí a e
Narrador.El sonido de un vaso de cristal ser tirado al piso provocó que todos en aquella cafetería de comida rápida voltearan a ver hacia la mesa en donde estaba Ignacia junto a su padre e hijo y Luisa qué había llevado a su hermano.Ignacia miró a su alrededor, sintiéndose avergonzada por la actitud caprichosa de su hijo, a quién no le gustó el lugar al que ella lo llevó a cenar. Y el recuerdo de lo que había pasado en la mañana para poder llevarlo a ese sitio, la invadió de repente.—Dices que nos vas a dar una mejor vida, pero nos traes a comer en este sitio, mi papá no dejaría que tan siquiera entráramos a un lugar como este— reclamaba Iván como niño engreído sin importar que lo escuchasen.—Usted se calla la jeta, cagón— se atrevió a reclamarle en voz baja Luisa cuando se irritó con el comportamiento de ese niño que siempre trata a su amiga como la culpable de su mala vida. Donde ha visto todo lo que Ignacia se sacrifica para que esos niños estén bien y tengan un plato de comida
Matías.Luego de haber dejado todo en orden. Esta vez decidí ir a ver a mi capricho junto a mis escoltas, incluso hasta con Tobías, puesto que hoy no es uno de esos días en lo que solo voy a mirarla desde lejos, sino que iré a poner en marcha el plan de la vieja vividora, ya que el mío no funcionó. Supuse que con lo ambiciosa que es el capricho mío, correría a los brazos de su vieja si la veía con trapitos nuevos. Primera vez que me falla la percepción, parece que está muy molesta con la víbora mayor, por qué lo codiciosa, a mi capricho, no se lo quita nadie.Estábamos llegando justo al vecindario cuando la vi de nuevo, venía con su hija en brazo y con el otro caminando a su lado. Esos dos morros hubieran sido mío, si mi capricho no habría sido una mujer tan vanidosa. Hay momentos en los que me gana la rabia cuando la veo ser tan feliz con los hijos de otro hombre.Pero lo que realmente me llena de enfado es qué son los hijos de un hombre que ella creyó mejor que yo y no es más que
Narrador.Ignacia estaba preocupada, pero, aun así, cuando su padre le indicó que debía irse, no rechistó, puesto que supuso qué se trataba de un amigo de esos que solían buscar a su padre cuándo él todavía tenía dinero. Y cómo Gregorio siempre compartía con esos tipos de personas raras, a ella no le pareció extraño.—Ina no te parece que esos hombres se ven raro como si no fueran gente decente—. Luisa se quedó intrigada, la forma brusca en la que Tobías se comportó en el momento que agarró el brazo de Gregorio y no pudo pasar por alto su mirada oscura. Ese hombre de alguna manera causaba algo extraño en ella, como un tipo de desconfianza.—¿Qué dices?, ¡estas loca!..., mi papá nunca se juntaría con malas personas— le contestó Ignacia sabiendo que en parte mentía, ya que antes tantos sus padres como ella no tenían que ver si la persona era buena o mala para ser parte de su círculo social, puesto que lo único que le interesaba era el dinero; sin embargo, ahora suponía que era dis
Narrador. Martina no es una mujer mala, simplemente es una madre que sufrió durante años ver a su hijo tras una reja y luego saber que su hijo se convirtió en el delincuente más buscado. Teniendo metida en la cabeza la idea de que por culpa de Ignacia él tiene que llevar doble vida. Teniendo Matías una doble identidad, eso la hace vivir con el miedo de que un día su hijo vaya a parar a prisión, de la cual posiblemente con todos los cargos que se le imputan no vaya a salir nunca. Siendo extraditado a un país al que ella no puede ir porque no tiene la posibilidad de entrar. Pensar en todas esas posibilidades le hace doler el corazón, y vive con el creo en la boca y saber que esa mujer va a estar al lado de su hijo, y puede qué un día se entere de que lo que verdaderamente hace Matías y decida traicionarlo; entregándolo con sus propias manos a la policía con el fin de poder quedarse con la fortuna que ha creado Matías durante todos estos años.—Madre. No soy tan tonto, sé que una muj