Camelia, que ha escuchado toda la historia de su madre Lirio, la vuelve a abrazar, sintiendo que todo es cierto. No sabe cómo explicarlo, pero siente una conexión inefable con ella. Todo tiene que ser verdad, se dice.
—Eso ya no tiene importancia, mamá, te engañaron, no fue tu culpa —le dice, arreglando con cariño la almohada detrás de ella—. Ahora ponte bien; en cuanto abuela salga del hospital, si me permites, iremos a pasar una temporada allá contigo. ¿Puedo llevar a mi abuela, verdad?—Sí, sí, hija, claro que sí —acepta Lirio con una gran sonrisa—. Ella, por lo que me cuentas, fue la única que te defendió. Camilo también me contó que cuando quiso interrumpir tu boda, ella lo insultó.Camelia la observa muy seria al escuchar aquello. No entiende por qué quiso hacer algo así y le pregunta el motivo. Lirio lMailen camina de un lugar a otro en la celda que le han asignado junto a Manuel, esta vez. Él la observa tirado sobre la pequeña cama que hay en una esquina, al lado opuesto del baño. El lugar está sucio y maloliente. Ella comienza a quitarse la ropa hasta quedar completamente desnuda.—¿Qué crees que haces, loca? —le grita Manuel.—¡Ja, ja, ja…! ¿No lo ves? ¡Me quito la suciedad! ¡No la soporto, yo soy bella… bella…! ¡La más bella de todas las mujeres! ¡Mírenme… mírenme…!Mientras grita, gira sobre sí misma en el centro de la celda. Los dos guardias, uno más viejo y otro más joven, la observan por un momento, luego salen y cierran la puerta, dejando solo una pequeña bombilla que apenas ilumina el lugar.—¡No seas loca y vístete! ¡Soy un hombre! &md
Mailen trata de resistirse lo más que puede, pero algo en la mirada y actitud de Manuel le advierte que se ha metido con el hombre equivocado. Aún así, sigue amenazando con acabar con su vida si la toca.—Tú no acabarás con nadie… Me vas a rogar que te haga mía cuando termine contigo —dice Manuel con una seguridad que la estremece—. Lo harás.—¡Suéltame…, suéltame…! ¡Maldito enfermo…! —Manuel no la suelta y el miedo se apodera de ella, comenzando a llamar—. ¡Guardias…, guardias…, me quiere violar…! ¡Me quiere violar…! ¡Suéltame, bastardo, yo no soy la tonta de Camelia! ¡Soy la mujer más poderosa que vas a conocer en tu asquerosa vida!Otra bofetada la hace retorcerse, tratando de liberarse del agarre del hombre, que ahora parece engrandecido, con todos lo
Los guardias del senador Hidalgo observan todo lo que sucede entre ellos desde las pantallas de las cámaras de seguridad, pero no los interrumpen. Siguen grabándolos sin que ellos lo sepan.—¿Estás seguro de que el jefe dijo que no intervengamos en lo que pase entre ellos, Leoncio? —preguntó el más joven.—Sí, quiere que se castiguen un tiempo ellos mismos antes de entregarlos a la policía, si es que lo hace —contestó el llamado Leoncio.—¿Será verdad lo que dijo Manuel, que es un asesino? —siguió preguntando el joven, sin dejar de observar la escena—. Hasta ahora no hemos encontrado nada, aparte del acoso a la hija pequeña del jefe y trabajos sucios, nada que indique eso.—Le informaremos al jefe para que mande averiguar las tumbas vacías detrás de la caseta del custodio en el cementerio que acaba de mencionar.
En el hospital, los esposos Rhys llegan casi corriendo a la habitación donde los esperan Marlon y Marcia con sus hijos felices. Detrás de ellos, Ismael y Sofía, tomados de la mano. Tocan la puerta suavemente al llegar, para luego abrirla al no obtener respuesta. Entran y se quedan sin poder creer lo que tienen ante ellos.En la cama, Marcia y Marlon, acostados a cada lado, abrazan a cuatro pequeños que son sus copias, mientras sonríen dormidos. Ismael y Sofía también los miran, sin comprender. El señor Rhys les hace señas de salir. Lo hacen y se alejan un tanto de la habitación, custodiada por varios guardias.—¿Qué significa eso, papá? —pregunta Ismael.—Eso que viste significa que tienes cuatro sobrinos salidos de la nada, y nosotros cuatro nietos —contesta el señor Rhys, sin dejar de sonreír todavía con incredulidad.&md
Camelia ríe feliz con Clavel, que la abraza y besa a cada rato, mientras le cuenta cosas de su vida, de la finca, donde tiene un cuarto hermoso para ella. Que su mamá y ella, cada vez que compraban cosas para ellas, lo hacían para Camelia también. Hablaban mientras avanzaban seguidas de Ariel, tomadas de las manos hasta que llegaron a la habitación donde ya está la señora Gisela.Junto a ella se encuentra la madre de Nadia, que al verlas se queda con la boca abierta, mirando unas veces a Camelia y otras a Clavel.—Lo sabía —dice una y otra vez—, sabía que tú no podías ser hija de esos monstruos. Perdón a Gisela, pero su hijo creo que se lo cambiaron, si no se pareciera tanto a su padre en su físico lo aseguraba. Porque ni su esposo ni ella eran malas personas. Y estoy observando que lo que me dijo una vez, es verdad. Ella tiene que ser tu hermana C
El señor Rhys siempre ha sido un hombre muy justo y misericordioso. Sin embargo, ahora siente que su tiempo se le acaba y quiere arreglar las cosas con sus hijos antes de marcharse. Lo lleva pensando desde hace mucho tiempo, desde que se enteró de su enfermedad. El primero en su lista era Ariel, el que más le preocupaba, y al parecer lo estaba logrando. El segundo era Ismael, su hijo que todavía seguía atrapado en los horrores de la guerra. Sintió que había llegado el momento de enfrentar esta situación. Por eso miró a su esposa con seriedad.—No intervengas en esto, Aurora. Los había dejado solos porque de alguna manera se complementan, pero esto no puede seguir así —sigue hablando muy serio el señor Rhys—. Tú, Ismael, no puedes seguir levantándote a medianoche a correr como loco por toda la propiedad con un arma, sin conocer a nadie, con Sofía detrá
Rápidamente, lo sientan en una silla mientras Aurora le trae su medicina, realmente asustada. Ismael y Sofía se miran entre ellos, sin saber qué hacer, pero están aterrados. No quieren que le suceda nada al señor Rhys por su causa. Después de unos minutos, en los que se recuesta con los ojos cerrados, el señor Rhys los mira y toma aire antes de continuar:—En cuanto al bebé, si aún no lo quieren cuando termine la terapia, Aurora y yo nos haremos cargo de él si Mano no puede. ¿Está claro? —Ellos asienten al escucharlo—. Lo cuidarán mientras crece en su vientre, harán exactamente lo que les ordenen los médicos, y nos iremos con ustedes para vigilarlos. Esa criatura no pidió venir al mundo; lo menos que se merece es crecer sano y saludable. Es un Rhys, ¡un Rhys! Si Mano no puede hacerse cargo de él, será mi hijo. ¿Entendido?
Marlon toma a Ariel por los hombros, obligándolo a mirarlo fijamente. A pesar de que no le ha hecho la prueba de paternidad, está convencido por lo que le aseguró María Graciela: que son suyos. Por eso enfrenta a su asustado hermano, porque aunque sean de Ariel, jamás lo aceptará.—Sabes muy bien que nunca te he mentido —dice Marlon con firmeza—. No te engaño, son realmente míos. A nosotros fue a quienes nos engañaron. No soy estéril; puedo tener hijos. Vamos, respira, estás blanco como un papel. ¡Te juro que no te engaño! ¡Son realmente míos! ¿No ves que son la copia mía y Betty es igual a Marcia?—Mano, si lo haces para que yo no me sienta mal, no lo hagas. Quiero saber la verdad —insiste Ariel, que no se siente convencido por la historia de su hermano.—¡Que son míos! —insiste Marlon con firmeza&