69. Y EN LA MUERTE, COMIENZO

Golfo de Trieste

Eslovenia

El silencio circundante apenas cubría la furiosa respiración que se escapaba de cada uno de los presentes en la ceremonia. Tal como dictaban las antiguas tradiciones de las Razas de la Noche, las exequias de un rector de las castas debían durar tres días y tres noches, y en la tercera madrugada las cenizas humeantes del anciano Larou habían sido entregadas al mar en la ensenada más cercana.

Henryk apenas había logrado controlarse durante el duelo, y el pueblo átero se había sumido en un estado de profunda desesperación. La presencia segura del Portugués, y la certeza de que su pueblo lo necesitaba y por ello no podía permitirse derrumbarse, era lo único que había mantenido al joven heredero con la compostura necesaria.

Lejos de las familias stark, lejos de cualquier lugar de refugio de l

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