Cuando Chester empujó la puerta del dormitorio en el que solía alojarse, comprobó que el mobiliario del interior seguía siendo el mismo de antes.

A pesar de no haber estado en casa durante mucho tiempo, no estaba polvoriento en absoluto.

En cuanto Chester entró en la habitación, una oleada de calor recorrió su cuerpo.

Sacó un conjunto de ropa del armario. Cuando se quitó la camisa y descubrió la parte superior de su cuerpo, el calor no desapareció. Al contrario, empeoró.

Como médico, Chester sabía muy bien lo que le pasaba.

De hecho, había actuado con cautela desde que entró en la casa.

Probablemente fue el agua que bebió...

No era de extrañar que los platos de hoy estuvieran salados. Chester tenía la impresión de que sus padres eran mayores y sufrían disgeusia, por lo que tendían a comer comida salada. Sin embargo, resultó que lo hacían deliberadamente.

Chester nunca había pensado que sus padres utilizaran una táctica así, aunque había pensado en varias razones por las que sus