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El domingo me desperté terrible, porque no había dormido en toda la noche. Al menos tenía una excusa para no bajar a la barbacoa junto a la piscina. Helena y Samantha no insistieron mucho, porque se dieron cuenta de que mi cara era terrible. De vez en cuando miraba por la ventana para ver si todo estaba bien, tratando de no ser visto. No vi a Jonathan entre mis amigos. Después del mediodía hice un sándwich, que ni siquiera pude comer todo y me acosté en el sofá para tratar de ver un poco de televisión. Pero nada me complació. Cambiaba de canal cada minuto.

Alguien llamó a la puerta y fui a ver quién intentaba interrumpir mi paz forzada. Jonathan entró antes de que pudiera decir algo u objetar su presencia.

- ¿Por qué no te pido que te alejes de mí? - Yo pregunté.

- Realmente es inútil... No me alejaré de ti ni permitiré que te alejes de mí.

- Jonathan, ahora más que nunca, necesitamos olvidar todo lo que pasó... Y...

- No puedes preguntarme eso... Es imposible.

- Quiero estar solo...
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