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No sabía cuánto tiempo había pasado. Se sintió como una eternidad que estuvimos allí, sin noticias aún. Ya había llamado a mis padres diciéndoles que no tenía tiempo de regresar y explicándoles lo que estaba pasando, ya que ellos también estaban preocupados. Algunos ya se habían ido, pero allí seguíamos Gisa, Carlos, Samantha, Jonathan, Sadie, Luciano y yo. Jordany llegó temprano en la noche y se unió a nosotros. Estaba sentada sintiendo el peso de mi cuerpo. Había nadado mucho durante la mañana y me dolían los brazos.

- Te traeré algo de comer. dijo Luciano. - No te voy a invitar a comer en la cantina porque seguro que no aceptarás salir de aquí.

- Yo no tengo hambre. No te preocupes, Luciano.

- Conseguiré comida y algunos analgésicos. Sé que tú también debes estar cansado.

- ¿Tiene algún sentido decir que no? Pregunté mirándolo a los ojos.

- No. – dijo saliendo.

Convenció a Carlos y Jordany para que lo acompañaran a comer. Jonathan, por su parte, se negó. Me gustaba ver que los dos
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