—¿Qué quieres decir con que la acabaste? ——Exactamente lo que está pasando por tu tonta cabecita. Le pedí a mis aliados que la apresaran —contesta Lucio con tal naturalidad que me deja pasmado. La idea de tener una mate me disgustaba… ¿Pero acabar con ella? Pensé quizás rechazarla o alejarla lo má
Fabrizio—Freya ¡No…! —escuchaba al rey con horror. Las guerreras habían logrado incendiar el lugar sagrado que ahora se apagaba, el viento llevándose todo; Amelia y yo habíamos intentado protegerlas, así como al resto de los guerreros y aliados cercanos. Pero había sido inútil, era demasiado. Fre
Alaric—¿Realmente has sido tan tonto?— dice Lucio.—Por tu muerte, haría lo que sea...——No tienes ni idea, ¿verdad? ¡Solo eres un lobito asustado y desesperado! —grita él, no quita la mirada del puñal. —¿Ahora tú me vas a dar lecciones de sabiduría, buen juicio y una buena toma de decisiones? ¿Ti
Fabrizio—¡No, no puede ser, no puede ser! —gritaban las guerreras mientras yo aún sostenía al rey, sus ojos estaban cerrados, lucia agotado. Lo último que nos había pedido es que huyéramos, como si todo estuviera perdido de ahora en adelante. Su Majestad había derrotado a su hermano, que ahora era
Marina—¿Qué demonios fue eso? —dijo uno de los guerreros de los Lobos Salvajes.—Algo sucedió en la batalla —estaba preocupada y todos sentíamos la tensión del momento.Habíamos salido de la manada; buscando a los Lobos Salvajes. Luna Blanca estaba herida; Aníbal se había ensañado con ella, quería
Carmen—¡Xavier! ¡Xavier! —gritaba angustiada hasta quedar casi ronca.Lo había visto tan solo unos minutos. Marina se enfrentaba a Bruno y salía ilesa, fuera cual fuera el plan que tenía Aníbal, había fracasado ¡Marina estaba bien y sana!Pero Aníbal me alejaba, yo solo podía pensar en que mi alfa
—Tienen que irse. Lucio ha caído, pero también Su Majestad. No sabemos si volverá o cuál es su estado. Tienen que buscar ayuda. Si Aníbal prospera y gana aquí, el mundo de los lobos está en peligro, y con ellos también los humanos y las demás especies. No podemos dejar que eso suceda —hablé yo a tra
Aníbal Dicen que la suerte no existe y, honestamente, yo nunca fui un tipo con suerte. No creo que las estrellas me hayan favorecido alguna vez. Solo cuando me dieron como mate a Carmen, pero inclusive en ese momento pensé que había sido el error más grande, pues ella era una humana, lo peor de la