A Meredith ese escenario lleno de vestidos, mujeres desfilando de un lado a otro, le quedaba tan lejos como pensar que algún día tendría que mentir sobre su identidad para salvar el cuello. Pero ahí estaba. Fingiendo ser quien no era. Ni siquiera se reconocía a si misma. No pudo evitar sentir un nudo de garganta al pensar en Nueva York, en el dulce sabor de saber de su mejor amiga, su hermana prácticamente, de que está al fin conocía a sus padres y al mismo tiempo apreciar como se tornaba amargo y repulsivo al instante de saberla en parte raíz y culpable de su miseria.
Ahí estaba, dejando que un modista cuyo apellido ni siquiera sabía la toquetease y hiciera algún otro comentario hiriente sobre el peso de las presentes sin rechistar. Eso último era la peor parte, ella bufaba y soplaba intentando no perder los papales. No quería que a la lista de problemas con Ezra se le añad—Bianca—sonrió Adriano al verla restregando una mano contra la otra por lo fría que parecía ser esa mañana. Caminó entre los distintos coches hasta llegar donde ella. Ella le devolvió la sonrisa.—¿Cómo has venido tan rápido?—preguntó ella sorprendida.Él se quitó los guantes de cuero, tomó sus manos y en un intento de calentarlas se los colocó ante la sorpresa de la pelinegra.—¿Cómo has conseguido escapar de ahí siendo la novia?—le devolvió la pregunta divertido Adriano, junto a Bianca era imposible dejar que su malhumor la afectase. No entendía en que momento había sucedido, supongo que le ganaba el hecho de que Bianca hubiese conocido al anterior Adriano, incluso el anterior al de diez años.—Nadie notará mi partida—observando como los guantes le iban bas
Gateó junto al castaño entre vestidos, telas y espejos, observando como el salón, se había convertido en cuestión de segundos una tragedia. La mayoría de vestidos ya estaban más que tintados por la sangre de los primeros disparos a los trabajadores.—¿No se darán cuenta de lo del maniquí?—pregunta ella.—He apagado la luz expresamente—sonrió él volteándose, ella lo miró seria, finalmente ambos miran con horror como los hombres de ese nuevo amigo volver donde estaban para gritar horrorizados ante el maniquí.—¡No es ella!—gritaron poco después haciendo que ambos se miraran con miedo.—Debemos encontrarla, si la matamos lo debilitaremos, un rey no es sin su reina, ese cabrón sentimental de Dominik—habló uno haciendo que en los puños de Dominik se marcaran las venas y sus ojos ardie
—He dicho que lo haré yo—afirmó Adriano entre dientes.—¿Justo cómo has hecho con encontrar a los asesinos del jefe, nada más ni nada menos que tu hermano?—preguntó con malhumor Vándal, clavó su mirada poco después en sus dos hermanos.Estos miraron serios a Adriano.—¿O cómo has hecho con los asesinos de tu padre?—añadió con el mismo tono Kaspio—No has sabido ni proteger a la viuda de tu hermano. ¿Y te haces llamar Caruso?—pronunció eso último con desagrado y menosprecio, como si no tuviera ni la mínima simpatía por su sobrino. Y en parte así era, Dominik había sido siempre el favorito de todos los Caruso mientras Adriano aún y siendo el mayor, la oveja negra.—¡Basta!—gritó Patrick mirando con horror a sus hermanos dando un golpe para llamar la
—¿La niña?—preguntó el hombre sin aliento prácticamente, por su estado era fácil de adivinar que había venido hasta la mansión corriendo, detrás de él un chorro de sangre y miseria. La tormenta lanzó un rayo que iluminó el gris y oscuro paisaje. No era un día precisamente alegre.El ama de llaves lo miró sin entender, poco después cambió su expresión a una horrorizada al ver la pistola en sus manos y la sangre brotar de sus heridas. Tragó saliva con fuerza sabiendo que probablemente la escena no terminaría bien para ella.—¿Qué niña?—preguntó finalmente la mujer después de pasarse las manos encima de su delantal, en un intento de calmar la situación fingió una expresión de sorpresa, el hombre la apartó sin decoro alguno y caminó hacia la entrada.No du
—Dime…¿Quién eres?—preguntó él de nuevo cuando sintieron que ya estaban lejos del peligro.—¿Quién es quién?—preguntó ella con diversión intentando evadir su pregunta.—Vamos, no juegues conmigo—afirmó él.—Ah, mi nombre…—fingió de repente entenderle como si al principio no lo hubiera hecho.—Sí, tu nombre. No me mientas, estoy harto de que la gente lo haga—respondió él, en ojos gatunos y verdes vio reflejado de pronto una nube de dolor que pronto hizo sentirse a Meredith con la obligación casi de contarle la verdad. Solo alguien que ha sido traicionado es capaz de sentir ese tipo de dolor, pensó.—Mi nombre es Meredith—respondió ella.—¿Meredith?—preguntó en seco él.—Sí, y encima ya te lo he d
—¡Lo sabía!—grita ella victoriosa haciendo que él frunza el ceño confundido.—¿El qué?—Que seguramente traéis los cuerpos de vuestros enemigos aquí y los tiráis—añadió ella eufórica señalando los matorrales haciendo que alguna que otra piedra caiga demostrándole la profundidad y mortalidad de la caída.Sin querer asustada acaba tropezando con una de las piedras y Dominik no duda en ir a socorrerla en cuestión de segundos.La acerca a su pecho alejándola del peligro, mucho menos de lo que le habría gustado y mucho más de lo que su cerebro le tenía permitido a su corazón con tal de poder mantener la lealtad a su cerebro.—Tienes mucha imaginación—susurra él colocando una mano en cada hombro sin alejarla—Mis enemigos se los doy a Jimmy—añadi&o
—¿Castillo?—preguntó ella mientras toma asiento de nuevo detrás de Dominik encima de Violet, este espera atento a que ella se siente y se aferre a su espalda para asentir y sonreír con complacencia como si ese hubiese sido su deseo des de un principio al conocerla.—Sí—le respondió él para mirar el niño montarse en una bici, probablemente robada, pronto Dominik arranca siguiéndola haciendo que una desconcertada Meredith frunza el ceño sin entender.—¿No se supone que este era tú última esperanza?—pregunta sin esconder su confusión.—¿Y quién dice que no lo sea?—sonríe encogiéndose de hombros mientras se escabullen entre uno de los callejones.Alarmando a algún que otro turista, no era precisamente una buena idea conducir una moto sin casco, con el pecho sangrando, en medio de la ciudad
—¿Por qué lo has hecho?—exigió la peli negra clavando sus ojos azules como el azufre ardiendo en su hermano, este blanqueó los ojos con furia negando.Enzo no respondió soltó un gruñido que el resto de los hombres interpretaron con que debían dejarlos solos. Finalmente se levantan de sus asientos y los dejan en medio del viejo despacho del cabeza de los Lombardo.—¡Bianca!—gritó golpeando la mesa haciendo que ella de un saltito asustada.—Enzo, eres un miserable…¿Cómo has podido jugar con todos de esta manera? Creí-Su hermano la interrumpe levantándose de forma brusca aún sabiendo que su hermana estaba haciendo su mejor esfuerzo por no echarse a llorar, así era la dócil y amable Bianca Lombardo. Ella se tambalea levemente de forma torpe asustada por la brusquedad.—Creías mal. Mientras tu hac