Ezra con los ojos fuera de órbita no dudó en ir a socorrer la tragedia que estaba a punto de darse en ese mismo instante.
—Mide tus palabras o me encargaré de limpiarte la boca yo mismo cuando menciones el nombre de mi hermano, Lombardo—espetó con furia Adriano entre dientes.—Lo mismo te digo—torció una sonrisa ladina en una mueca invirtiendo los roles, ahora era Adriano quien chocó brutalmente contra el poste—Antes de tocar mi hermana te limpias esas manos de cerdo que tienes, Caruso—añadió desganado mientras prácticamente en el mismo instante se apuntan con una pistola haciendo que la tensión se multiplicara aún más.Bianca quien había visto dolida la escena se debatió en ir o no pues sabía que su hermano guardaba en parte la razón aunque también debía entenderla a ella, en el amor no hay leyes ni reglas aVer a Meredith en los brazos de Adriano era como ver dos imanes iguales intentar unirse, igual de cabezones, tercos, aún así esa loca mezcla pareció ser suficiente incentivo para que todos dedicaran un silencio de admiración ante el momento. Todos excepto Bianca. Bianca sintió como la amargura y el malestar se apoderaba de ella sin dar tregua, como cuando uno siente la injusticia de padecer un robo de una de sus mejores pertenencias. —Que oportuno, Adriano. Todo un héroe mi futuro marido—sonrió finalmente Bianca sin mostrar su perfecta dentadura antes de colocarse en el regazo de este apartando a una aun confundida Meredith.—Creo que voy a ir a por…—ni siquiera terminó sus palabras, señaló la mesa de la comida con la mirada a lo que Adriano asintió sin más mientras una cariñosa Bianca se esmeraba en repartir caricias y besos en su cuello sin pud
—¿Cómo he terminado aquí?—la voz de Meredith sonó abatida en medio de la gran habitación que a partir de ahora sería suya y al parecer de su difunto marido, al menos por lo que durara la misión de Ezra. Bufó molesta llevándose una mano a su larga melena en un intento de serenarse al recordar que esta era de momento la única forma viable de sobrevivir. Esta gente de otro modo no habría tardado en darle caza, después de todo había asesinado a su líder. Bueno, ella no. Pero al parecer tampoco importaba mucho ese último detalle.Cerró la puerta tras ella y siguió su primer instinto de explorar lo que sería su hábitat mientras estuviese en la mansión Caruso. No estaba muy recargada, eso fue lo que le sorprendió, de hecho era muy simple para ser la habitación del que era el jefe de la mafia o al menos bajo el imaginario
—¿Cómo te llamas niña?—preguntó Alan Kaiser a la niña tirada en el suelo del motel. Sus hombres pronto lo siguieron. Ya no quedaba excepto la miseria.No respondió.Simplemente clavó sus ojos en los del hombre ya entrado en años.Él hizo una señal con la mano a sus hombres para que se fueran y los dejaran solos.Ella se encogió sintiendo su diminuto cuerpo temblar, se abrazó a si misma esperando lo peor. Ni siquiera sabía como había sobrevivido.—¿No tienes nombre?—preguntó el hombre incrédulo.—Se que ya lo sabe—respondió ella dándole la espalda.—Ah, por fin respondes—sonrió el hombre pasándose una mano por su corto pelo de color negro.—Quiero salir de aquí—susurró ella con la mirada fija en la pared.—Has
En otra habitación en la ala opuesta de esa misma mansión, se encontraba Adriano, moviéndose de un lado a otro inquieto en su cama. Hacia años que no dormía en esa casa…Aunque ese sitio ya no se sintiera como un hogar para él. Juró que no volvería a hacerlo de nuevo, que abandonaría la mafia, que se convertiría en un hombre de negocios normal y corriente y hasta este punto se había esforzó hasta llegar a serlo pero todo estaba empezando a temblar…Ahora existía un maldito pero, se dijo. Cuando justamente se prometió que no, que no volvería a haber un pero.Pero ahí estaba, pequeño y claro hecho de que…Había vuelto. Eso era suficiente para avivar fuegos que creía muertos. Extinguidos. Sus demonios no lo dejarían pegar ojo, reviviría una y otra vez sus pesadillas hasta que estas lo consumieran. Era un miserabl
La única persona por la que metería la mano en el fuego había resultado ser una estafa igual que todo lo demás. Se sentía sola y pérdida en un caos que parecía querer acabar con ella. Solo quería que todo volviera a la normalidad. Qué ingenua había sido pensando encima que ella vendría a salvarla… Finalmente decidió buscar las pantuflas de María, colocarselas, e ir a vestirse con algo mucho más decente. Caminó de nuevo hacia la mini habitación y entre la selección de vestidos que tenía esa mujer apostó por uno que probablemente María Gallieri jamás se había puesto, o al menos eso le hacía pensar que la etiqueta cuya marca era impronunciable y seguramente impagable estuviera puesta. No es que a Meredith le gustara la ropa negra, ya no era una adolescente que buscara llamar la atención de esa manera,
Adriano observó detenidamente los ojos de la gacela recordando viejas escenas del pasado, ese miedo, ese último grito, salto que se da por sobrevivir, también vio en los ojos del león a si mismo, la precisión, la brutalidad.Se preguntó si era verdad lo que le había enseñado su padre y los hombres de su padre, si realmente llevamos escritos desde que nacemos si somos leones o por lo contrario gacelas.Si eso fuera cierto a los Edinburg les tocó ser gacelas no debía sentirse culpable por lo sucedido, pero se sentía miserable así que dudaba que la teoría fuera cierta. Dudaba que esa teoría tuviese alguna validez excepto legitimar la opresión, la opresión de suponer que el destino es algo cerrado. No concebía mayor castigo para el ser humano que pensar que toda nuestra miseria ya ha sido escrita por alguien, mayor cárcel para el alma que suponer que nu
—¿Qué se supone que debo hacer yo con la principesa de los demonios?—preguntó Meredith incrédula mirando a los Cuervo y a Ezra pararse delante de su cama, ellos responden evadiendo la mirada.—Hacer tu papel—finalmente Ezra es quien responde, el rubio la mira serio como si temiera en cualquier momento que Meredith supusiera el fin de su carrera… ¿Y por qué no? Su vida. En la mafia no había segundas oportunidades.—¡Maldita seas Malak Kaiser!—gritó con fuerza Meredith desesperada como siempre hacía, la maldecía siempre que podía. Se había convertido en lo único que conseguía hacerla desfogarse.—Ten cuidado, sobre todo con Delilah, si ella no te traga ninguna del grupo lo hará—responde Ezra severo como si viera exactamente Delilah odiando a Meredith.—Ah, genial. ¿He vuelto a la universid
Hace diez años—Hermano…¿Qué has hecho?—preguntó horrorizado el niño de doce años mirando a Adriano con los ojos fuera de órbita.Dominik jamás se hubiese esperado ver a su hermano en ese estado, cargaba un bebé llorando con graves quemaduras, él también se había hecho una en el pecho, se notaba por la tela quemada de la sudadera de Iron Maiden que le había regalado su madre en un intento de mejorar la relación materno-filial, detrás de él la casa de los Edinburg ardiendo.El adolescente de diecisiete años años fue incapaz de gesticular palabra. Miró a su hermano sin entender muy bien la situación. Tragó saliva con fuerza para mirar al bebé en brazos, vio con horror como la ropa de Elías había sido manchada con la sangre de sus manos y tomó aire con fuerza cuando record&oacut