DAMONMi cerebro casi explota de tan caliente que estaba, mi propia excitación multiplicándose con la de mi lobo.Tuve que controlarlo para que no lastimara a Lorien con sus penetraciones llenas de lujuria, deseando a su hembra de una manera salvaje y visceral.¡Luego fue ella quien casi lo viola!Joder, esto fue un trío en toda regla. La segunda vez me vine sin siquiera tocarme la polla.La sostuve cuando se desplomó en el suelo para que no se golpeara, cargándola contra mi pecho, observando las extrañas escamas tornasoladas que habían aparecido a lo largo de su columna vertebral hasta sus nalgas.Mi poderoso lobo parado encima de nosotros.—¿Te piensas quedar enchufado toda la maldit4 noche? —le dije en un gruñido—. Al final hiciste lo que te salió de los huevos.Solo íbamos a jugar, nunca pensé que montara a Lorien de verdad.“Ggrrr, ella me provocó, Diosa, qué hembra, amo cómo gime, su coñito dilatado, me vuelve tan salvaje… gggrr, esta mujer fue hecha para nosotros.”Ulric siseó,
NARRADORA Detrás de poderosas murallas se desarrollaba la manada del Rey Lycan.En medio de una isla rodeada por un lago cristalino, se alzaba el imponente castillo de piedras blancas. El Rey Lycan perdió a su compañera en el parto del último príncipe, y desde entonces no había aceptado emparejarse con nadie más. Se rumoreaba que su salud decaía cada día, que él no había podido superar el vínculo roto. Cuatro hijos aseguraban su linaje: una hembra y tres machos, poderosos descendientes, pero solo dos lycan entre ellos. Aun así, el Rey amaba a todos sus cachorros y nunca había mostrado favoritismo por ninguno, al menos no de manera abierta.Las personas del reino no sabían a ciencia cierta cuál sería nombrado su sucesor; sin embargo, a puertas cerradas en el palacio, todas las miradas señalaban hacia los aposentos del príncipe guerrero.*****En una de las alas del castillo, un sirviente tocó apresuradamente la puerta robusta del despacho. —Adelante —la voz baja resonó desde el i
LORIENDe nuevo nos volvieron a decir en la tercera posada que visitamos.— Pero la pensión de la colina seguro tiene espacio. El hombre nos señaló en dirección al final de la manada. Sin más remedio y cansados de desandar, probamos suerte con la pensión. Después de pasar por un tramo del bosque y un camino medio abandonado, la casona vieja y algo tenebrosa nos dio la bienvenida. —Creo que ya entiendo por qué no tienen muchos huéspedes —susurré al ver los tejadillos cayéndose, el jardín con maleza y la fachada un poco ruinosa. —Pasaremos poco tiempo aquí. Pregunté y compran a buen precio los animales, cazaré para ganar dinero —me dijo luego de bajar a Soren y extender los dos brazos hacia mí. Me quedé mirándolo, deseando bajar sola, pero al final me apoyé en sus brazos y fue sosteniéndome lentamente. Mi cuerpo pegado al suyo, duro y dominante. Mantuve la cabeza abajo contra su pecho, escuchando el palpitar de ese indomable corazón. —Nada le va a faltar al cachorro y a ti. No t
LORIEN—¿Qué sucedió aquí? —nuestros gritos atrajeron al mozo de la caballeriza y a la madre de la chica. —Por la Diosa, ¡Laura, ven acá! —llamó a su hija, y yo hice lo mismo con Soren. Le escondí la cabeza en mi vestido, a pesar de que mi pobrecito cachorro había visto cosas peores. El mozo enseguida comenzó a dar excusas, diciendo que debía ser obra de un animal.Tapó el brazo arrancado con un paño, pero hubo un detalle que llamó mi atención. Ese tatuaje en la mano, yo lo había visto en algún sitio. Los últimos rayos del sol atravesaron las ramas de los árboles e iluminaron la vieja casona. Estaba incómoda y con un mal presentimiento. —Vámonos a nuestra habitación, cachorro —le dije a Soren, llevándomelo al interior. Al pasar por la recepción, me di cuenta de que habían llegado unos nuevos huéspedes, tres hombres, y el que los atendía no era el mismo recepcionista. Igual, seguí en mis asuntos y nos encerramos en nuestro cuarto, al igual que esas dos mujeres asustadas por lo
LORIENSostenidas de la mano, escapábamos a través de la bruma de la madrugada, nuestras ropas haciéndose trizas entre las ramas puntiagudas. No importaba cuánto dolieran los pulmones, ni nuestros esfuerzos por huir del peligro, no pudimos escapar de los lobos.Fuimos rodeadas, encerradas en un círculo de bestias rabiosas. Empuñaba el cuchillo delante de mi cuerpo, aun sabiendo que no le haría ni cosquillas a estos animales. Eso eran: menos que hombres, aves de rapiña sin moral ni compasión. —¡Déjenla ir, es solo una niña! —les grité llena de odio porque siempre las débiles tuviéramos que sufrir bajo las garras de la injusticia. Ni siquiera se tomaron el trabajo de amedrentarnos más.Uno de ellos saltó con un rugido, directo a mi cabeza. La espuma se escurría entre sus fauces abiertas. De nuevo vi la muerte de frente, sin poder escapar, pero como en cámara lenta, mis pupilas se estrecharon sobre un lazo que se ondeó en el aire y se cerró sobre el cuello del lobo. Fue jalado haci
LORIEN Un dolor sordo rugía en mi pecho, pero me obligué a acallarlo. —¿Estás segura? Mire bien —se detuvo incluso, creo que hasta se olvidó de su mujer. Su expresión, cada vez más seria y ansiosa. —Sss... sí... —Vamos ahora mismo a comprobarlo… —¡No! Debo ir con mi cachorro. —La guardia custodia la pensión. Puede estar segura de que es el lugar más resguardado de la manada en estos momentos —me aseguró, dando órdenes a sus hombres, quitándose la pesada armadura y haciéndome seguirlo para desviarnos. Ya la rueda del destino estaba en marcha y, mientras llegábamos a los límites de la manada por un sitio más concurrido y nos perdíamos entre los mercadillos nocturnos, sentía que me iba arrepintiendo. Quizás él aún estaba cazando, tal vez regresó a la pensión, quizás me mintió y nunca fue a vender ninguna carne. Todos mis "quizás" se destrozaron cuando, escondidos en una callejuela, espiábamos hacia los puestos de venta. —¿Quién es? ¿Me lo puedes señalar? Mi mirada gris
LORIENNo importaba cuánto luchara por escapar, escuchaba sus patas siempre pisándome los talones, su respiración en mi nuca, su enorme cuerpo a punto de saltar sobre mí.Y precisamente eso hizo.Cuando salí a un campo de labranza lleno de enormes fajos de heno enrollado, creí poder esconderme.Solo fui una ilusa. Repentinamente, escuché su gruñido enojado y su enorme cabeza me empujó hacia adelante en la carrera.Caí de bruces sobre la suave paja que amortiguó cualquier golpe. Luché por escalar el heno, pero mis botines fueron mordidos y me arrastró hacia atrás.Volví a quedar semiacostada, a merced de ese depredador que ya estaba sobre mi espalda.—¡Espera, no, no! —luché cuando su hocico se metió por debajo de mi falda, subiéndola hasta mi cintura.Con una pata me controlaba contra la hierba seca, sus afilados caninos desenvainados justo al lado de mi oído.Gruñó bajo, una cruda advertencia. Dejé de luchar por instinto.Algo dentro de mi corazón me decía que no me haría daño, pero
LORIENCon grandes zancadas, el príncipe se internó en el fuerte.Creí que me bajaría frente a los guerreros, para humillarme, pero no fue el caso.Me mantuve con la cabeza abajo y la vergüenza recorriéndome, imaginando que todos estaban observando este deplorable espectáculo.¿Y si Soren me veía así?Subí la mirada un segundo, pensando en enfrentar ojos llenos de lástima, quizás burlas o indiferencia, pero la verdad… es que no había nadie.El patio interior, vacío; ni un alma asomada en las ventanas de las altas torres.Cuando nos adentramos por los opresivos pasillos, ni una persona se cruzó con nosotros.¿Esto es un fuerte lleno de fantasmas o qué?El intimidante morro azul se acercó de nuevo a mi rostro lleno de confusión.Antes de reaccionar, volvió a lamerme con suavidad la mejilla. Mis ojos se cruzaron con los suyos rojos, intensos y hermosos.—Deja de ser cariñoso con la esclava —la voz ronca y áspera de ese salvaje lycan le habló a Ulric—. No creas que se va a quedar contigo