Sinceridad cruda.

Continuación:

Darían miró a Bryan por unos segundos, sintiendo un nerviosismo que apenas podía ocultar y con voz apenas audible, contestó:

—Aunque me muero por ridiculizarte, no quiero ir a ver a tus padres con mi uniforme de pasante y necesito tomar un baño.

Tan pronto como Darían terminó de hablar, Bryan la agarró del brazo y le abrió la puerta del coche.

—Entra, tengo todo listo —le dijo, y ella lo miró con recelo.

—Sabes que, por tu culpa, este último mes he tenido que andar en taxis más de lo que nunca lo he hecho —, reclamó Darían desde el interior del coche y Bryan rió a carcajadas y se acercó tanto para ponerle el cinturón que Darían dejó de respirar.

Se quedó tensa como un palo mientras él estaba cerca y al notar que no estaba respirando, Bryan se tomó más tiempo del necesario, riendo silenciosamente mientras observaba sus clavículas hundidas.

—Respira, si no te asfixiarás —ordenó Bryan con voz suave pero firme.

Darían tomó una gran bocanada de aire y lo expulsó lentamente
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