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Capítulo V Un regalo no tan profundo

El detective Luis no es de las personas que persigue a todos los casos por igual, pero esta vez su instinto le decía que hay cosas extrañas alrededor de esta muerte, aunque solo su percepción no era suficiente para levantar un caso, sus únicas oportunidades estaban en Astrid, Kique y Daniel; personas que son extrañas al caso tal vez puedan decir algo o para Luis esto se acabaría.

- Maldita sea un problema tras otro – Astrid muy enojada abriendo la puerta.

- Buenos días, señorita Astrid soy detective de la policía, la buscaba para confirmar dos cosas – dijo Luis.

- Lo único que le voy a pedir es que sea rápido, tuve una mala noche y solo quiero que mi hermano despierte para poder dormir – Astrid algo irritada.

- Se tocó la cabeza con su mano y Luis dijo – No tomará más de dos minutos.

- ¿Dónde estaba entre las 12 y las 2 de la mañana? Y ¿Vio de pronto algo extraño, alguien salir de este cuarto? – Luis mientras le mostraba una foto.

Estas eran unas preguntas muy ingeniosas.

- No vi a nadie entrar y conocí a un chico en un bar, él se llamaba Mario, creo que era el dueño de la casa.

Ella no había visto a nadie salir, pero tampoco podía decir que ella estuvo ahí y en su momento no se dio cuenta, pero ya se había delatado.

- Luis en su mente – ella sí estuvo por el cuarto, pero su cuartada coincide ¿acaso serán cómplices?, ¿Cómo es posible? Recién se conocieron, no es usual tanta química.

- Luis le dijo a Astrid – Ha sido de mucha ayuda, su cuartada coincide con la de Mario, volveremos a estar en contacto.

El detective había encontrado un hilo del que jalar, esto era un gran avance, solo necesitaba que esto no sea circunstancial, necesitaba una verdadera evidencia.

- Busquen huellas de Mario y Astrid, en la puerta, en el techo y cerca del cuarto, barran el lugar, necesito algo que me sirva de estas dos personas – Luis por teléfono.

Se marchó del hospital esperanzado.

Las cosas no pintaban nada bien, Astrid y Mario ahora eran los principales sospechosos, los ojos del detective estaban sobre ellos y ese instinto tan feroz no se iba a tranquilizar hasta que atrapara a su presa o encontrara otra más buena que desvíe su atención.

Mario sabía que debía ir al hospital y ser algo frontal con Astrid, ya no tenían tiempo, aunque esto también podía ser sospechoso, se supone que apenas se conocían y de hecho ninguno de los dos se debía nada, pero Astrid también sabía que debía encontrarse con Mario pronto, Kique ya se había ido a su casa, y dijo que regresaría a medio día al hospital.

No se dio cuenta de su error hasta que se fue el detective.

- Golpeó su cabeza contra la puerta - Astrid

- Estoy en muchos problemas, no debí decir eso – Astrid mientras pensaba en lo que le dijo al detective.

Tenía ya demasiado estrés por lo de su hermano, cuentas por pagar de los medicamentos y ahora fue agregada a la lista de sospechosos del asesinato, le había contado al detective indirectamente que estuvo en el cuarto del crimen.

- Necesito comunicarme con Mario y Kique es el único que puede ayudarme – Astrid en su mente.

- Pero que hago estas 5 horas – replicó Astrid.

Esta espera fue agonizante no solo para Astrid, sino para Mario que también necesitaba tomar una decisión que dependía si iba a seguir libre o por fin llegaría el día de su condena.

Para las 10 de la mañana Mario ya estaba decidido a correr el riesgo, no iba a ir de manera frontal como él quería, iba a utilizar a Kique para su recado, no se lo iba a decir abiertamente.

- Mandaré un canasto de frutas con una carta de distracción con Kique – Mario ya muy lúcido.

Mientras el seguía en la casa de Carlos hasta que levantaran la investigación e hicieran una limpieza de la casa de él.

- Mario preguntó a sus amigos a la vez - ¿Tienen el número de Kique? Es que quiero darle una canasta de frutas y una carta para Astrid, disculpándome por traerle muchos problemas a ella y a su hermano.

- Alejo riéndose le dijo - ¿Así de lanzado?

- Hecho el dolido, yo sé que te gustó – dijo José siguiendo con la mofa.

- Ya déjenlo tranquilo, es la primera vez en años que por fin no parece un ermitaño – Carlos riéndose.

Todos estaban tan animados que le siguieron molestando de esa manera y Mario solo se reía con ellos, por último, uno de ellos se compadeció de él.

- Esta bien te lo paso por mensaje, ten – dijo Carlos.

- ¡Gracias, amigo!, la verdad es que si me gusta Astrid – dijo Mario muy alegre.

El estaba muy alegre por razones diferentes, ya tenía su conexión y de paso un salto de suerte para los dos.

- Hola, soy Mario, ¿Me puedes hacer un favor? – escribió en un mensaje de chat.

- Hola Mario, lo que gustes – respondió Kique.

- ¿Puedes recoger una canasta de frutas de donde estoy? Es que no quiero ir al hospital yo mismo, sería algo incomodo y Astrid debe estar muy abrumada – Mario por mensaje

- Está bien, pásame la dirección y te ayudo amigo – Kique por mensaje.

Mario le pasó su dirección, preparó la canasta con dos cartas, una camuflada debajo de todo y otra a la vista con unas palabras muy condescendientes; con que dedicación y detalle la hizo.

Sus amigos lo vieron con una sonrisa de oreja a oreja y muy motivado.

- Ellos pensaron – ella lo tiene loco.

Kique llegó por el recado tipo 11 de la mañana, solo quedaba que ella leyera las cartas y con ello algo de esperanza. A la hora acordada, al medio día estuvo en el hospital visitando a Astrid.

- Hola, ¿Cómo está todo? – le dijo Kique a Astrid.

- Un poco más tranquila con todo, pero sigo abrumada – Astrid con un suspiro largo.

- Eh, mira esto te lo envió Mario, pensó que debía disculparse y te mandó una carta con esta canasta de frutas – Kique.

Fue como un cantar de los dioses, por fin algo que le podía servir, no confiaba en él para nada, pero creyó que no era tan tonto.

- Gracias, no lo esperaba, pero si hablas con él dile que no necesitaba hacerlo, pudo haber venido sin más – Astrid.

Sin tener apuro solo mantuvo la carta con ella e iba a esperar que Kique se marchara para poder leerla, si su hermano despertaba de la cama no se movería y podría tener el camino libre.

Pasaron unos minutos, conversaron sobre su hermano, un poco de la vida cotidiana y de alguna novedad que por el momento no era nada relevante para la vida de Astrid.

- Me llamas si necesitas algo más, regresaré en la noche para ayudarte a cuidar a tu hermano – dijo Kique.

- Ah que lindo, ¡gracias! – respondió Astrid con una pequeña sonrisa.

Ni bien se fue empezó a leer la carta y lo hizo lentamente.

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