Capítulo 34.

Jack Connor.

Pudimos salir a tiempo, con quemaduras de primer grado, sin nada de qué preocuparnos. Lo primero que hago cuando llego a mi oficina, es romper una pantalla con una de las tantas pelotas de golf que Eric tiene en su escritorio.

—¡Hey! Tranquilo. La vamos a encontrar. —Eric intenta calmarme. No dejo de dar vueltas por toda la oficina.

—¡¿Cómo es posible que simplemente haya desaparecido en nuestras narices y no tengamos ni una m*****a pista de dónde podría estar?! —estallo.

—Incautaron la morgue. Dicen que no hay nada que nos indique dónde están. Nadie lo ha visto desde ayer.

—¿Están allá todavía? —pregunto.

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