Capítulo XXIV

Llegamos al ático y

la subí en brazos rendida por completo, tanto por la mona como por lo

placentero del encuentro. Espero que cuando despierte sea de buen humor porque

al encontrarse aquí conmigo de nuevo va a ser una impresión fuerte y aunado al

show en la disco, definitivamente: ¡soy hombre muerto! Pero, por ahora esta

profundamente dormida, la desvestí y sus curvas me hacen salivar, tiene la

marca de mi mano en la nalga ¡se ve bellísima! Me acerco y la beso, aun huele a

su orgasmo ¡Dios! Esta mujer me fascina y me enoja a partes iguales. La deseo y

quiero en mi cama justo así como está, paso la lengua por la marca y las ganas

de morderla son infinitas. Se mueve, me retiro, se gira y casi golpea mi

rostro, abre los ojos y los míos están como platos;
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