Profunda y aterciopelada

Ella se ha cambiado de ropa. Tanto Riso como ella cenaron. El pequeño estaba feliz en la nueva habitación.

—¿Flor? —el llamó y ella lo miró—. ¿Por qué besaste a ese hombre? —era una pregunta inocente, pero la tomó por sorpresa—. Pensé que conocías a alguien a quien amaba —dijo con un puchero mientras esas grandes perlas del océano la miraban traicionadas.

Ella lo acercó antes de pellizcarle las mejillas regordetas con adoración.

—No fue un beso. Fue um —ella no sabía qué decir.

—Él tomó los labios, ¿verdad? No quisiste dárselos, pero él los aceptó porque tus labios son lindos —dijo lo que pensaba y ella se quedó callada—. Flor, nos quedaremos en esta habitación, ¿verdad?

—Sí, cariño —susurró ella, besando su frente.

—Ahora es el momento de que te vayas a la cama —dijo y lo puso a dormir.

Entró al baño, cerró la puerta, se deshizo de la ropa y se metió a la bañera que había sido preparada con anticipación. Su vida dio un vuelco en un solo día, pero nunca antes había sido tan tr
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