Pov Sacerdotisa Las puertas de la manada se abrieron hace rato para recibir a Bastian, con la única diferencia de que no viene solo. Es extraño que vuelva a tener visiones después de tanto tiempo; supongo que su poder está despertando y eso se debe al tiempo que ha pasado más cerca de él, o mejor dicho, él de ella. Xantea se para a mi lado y, más atrás, están Mara y Deiros discutiendo, como últimamente lo hacen. —Mira la cara de Bastian, podría burlarme de él de por vida, pero con el reto que se le viene, mejor no. —¿Reto? No, querida, espera a que conozcas a Leina y sabrás que ella es más que un reto. Esa mujer va a ponerlo de cabeza por obligarla a venir. Xantea se ríe a mi lado, mirando el carruaje de tonos negros y azules oscuros que viene en aparente calma. Bastian se baja del caballo, parándose frente a la puerta por un momento, tomando aire. —¡Voy a matarte, Bastian! Tal como lo pensé, Leina definitivamente está enojada. —Te juro que vas a pagar por esto. Te odio. Na
Pov Leina Creo que no había dormido tan bien en mucho tiempo. Esta mañana, algo ha cambiado; siento su olor cosquillear mi nariz. Recojo sus prendas destrozadas para olerlas, dejando que esa sensación de tranquilidad me llene. Se supone que nuestro vínculo está roto; sentir esto es muy raro. Escucho el cerrojo de la puerta y prácticamente vuelo a la cama para tomar la daga. Espero frente a la puerta con impaciencia. Sé que es él; su aroma es fuerte y estoy segura de que, si tuviera a Ava, estaría loca por comérselo, y no en un sentido sano. Me abalanzo sobre él apenas lo veo; la bandeja de comida cae al suelo, esparciendo todo su contenido. El filo corta su mano cuando la toma para evitar que llegue a su pecho. Con su otra mano, me toma de la cintura, guiándome hasta la cama para acorralarme. Ambos forcejeamos: él sobre mí, intentando quitarme la daga y yo, por querer clavársela. —Leina, nena, basta, por favor. —Jódete, Bastian, deja que te la clave. Jadeo cuando
Pov Bastian Dos días, dos malditos días, y la incomodidad no se me quita. Golpeo el escritorio con frustración, mirando al soldado atrapado entre el pantalón. Por más veces que me he masturbado por su culpa, no siento la liberación que necesito. Esa mujer es simplemente una condenada manipuladora. «Una sexy manipuladora. Yo no me quejo; que nos utilice como su juguete sexual si ella quiere, yo con gusto me dejo». «No la defiendas, Thorin. Desde aquella mañana ya no me dejó tocarla y ahora no para de mencionar a Xantea en cada cosa». «Ella cree que es nuestra Reina. Ten algo de conciencia; seguramente pensará que hicimos demasiadas cosas con ella». Tiro los papeles al otro lado de la habitación sin saber qué más hacer; ella sabe que me tiene en sus manos y solo me tortura. Me paro frente a la ventana, mirándola jugar con nuestro cachorro. Sonrío al ver la hermosa imagen. Esa sonrisa y felicidad ahora son reemplazadas por una tristeza que empaña todo mi mundo al darme cuenta de
Pov Bastian Los Alfas bajan la cabeza y siento a Mara y Deiros tratando de calmarme. Todo lo que veo ahora es rojo mientras me levanto poco a poco de mi asiento. —¿Qué dijiste?— pregunto, con mis caninos alargándose y mis pupilas mezclándose con las de mi bestia. Mis garras raspan la madera y todos mis instintos reaccionan para proteger a mi hembra. Él no va a llevársela; tendrá que ser sobre mi cadáver. —No— digo con voz ronca. Thorin está presente, listo para luchar por su compañera tanto como yo. —Entonces la información es mía, Rey Bastian. Cuando ella esté en las manos de Amre, no venga a suplicarme por nada porque no le daré nada. Esto es un claro desafío; él pretende llevársela en mis narices y eso jamás va a pasar. Deiros me detiene con todas las fuerzas, al igual que Mara y todos los que pueden. Rujo de rabia tratando de zafarme de quienes me sostienen para ir a destrozarlo; me importa un carajo si entro en guerra con su maldito reino. Ella es mía. —Detente,
Pov Leina Kian me mostró su manada; al menos así le digo yo. Él la llama "ciudadela de bronce". Las calles son de piedras grandes y pulidas. Las casas están hechas de adobe, así como parte del palacio. Caminamos por las calles concurridas y transitadas por caballos, mercaderes y niños que corren jugando. El sol es fuerte para esta zona árida; sin embargo, hay fuentes de agua por toda la ciudadela para que se mantenga siempre en una temperatura adecuada. —Me alegra que te guste pasar tiempo conociendo a mi gente. Camino junto a Kian, que sostiene un paraguas sobre nosotros. Una hilera de doncellas está más atrás y, al fondo, los guerreros se mantienen en alerta. —Todo es nuevo, así que… es natural que actúe como chiquilla encantada de todo lo que ve. Aquí las personas no son tan amables, al menos no conmigo, ya que soy extranjera. Supongo que nunca en sus vidas han estado tan cerca de una loba sin loba. —Esta noche se llevará a cabo una ceremonia de unión; mi segundo al mand
Pov Leina No sabía a dónde íbamos, pero estos pasillos jamás los había recorrido antes. Es una parte alejada del palacio donde nadie parece tener mucho acceso. Subimos una escalera hasta quedar en un piso alto donde se podía ver parte de la ciudadela y el cielo lleno de estrellas. Grandes columnas se alzan para soportar una cúpula dorada sobre nosotros. Me quito las sandalias al ver que él también se quita sus botas. Mi corazón comienza a acelerarse al darme cuenta sobre qué estoy caminando; es igual a la piedra blanca de unión que dejamos atrás. —Kian…— el pecho y el estómago se me retorcían de los nervios; comencé a temblar sin razón alguna o con razones suficientes. —Aquí se unen los líderes; solo son ellos dos, Leina. No hay público ni un chamán, solo dos almas que se complementan solas. Toda la ciudadela los ve desde aquí y tal vez… puedan verlo hoy. Mi corazón se salta varios latidos sin bajar su acelerado ritmo. Él extiende su mano sin apartar la vista de mis ojos, espe
Pov Leina Podría decir que ahora todo está en paz, pero no cuando una guerra se aproxima. Los vientos fríos son más helados de lo normal. Las nubes grises apenas permiten pasar los rayos del sol a las cosechas. Miro hacia el horizonte y todas las tierras que mi vista alcanza a ver desde este balcón. La oscuridad se acerca, lenta, silenciosa, consumiendo todo a su paso. Mi cuello arde, mi alma se agita pidiendo la unión de un vínculo roto que cada día se reconstruye. Todo mi cuerpo entero me quiere llevar a los brazos del hombre que ahora duerme en la cama después de pedir perdón hasta quedarse dormido. Lo sé, sé que lo necesito, lo necesito como a mi vida, pero una vez que vuelva a llevar su marca, todo cambiará; esa oscuridad se alzará con más fuerza para reclamarme. —No puedes escapar de lo inevitable—dejo que ese susurro se lo lleve el viento y cierro los ojos, dejando que esa paz, por un momento, me embriague. Una mano grande y fuerte rodea mi pequeña cintura, jugando con l
Pov Leina No pensé que volvería a sentirme de esta forma: completa, llena, viva. Sonrío al sentir el vínculo de nuevo fortaleciéndose, reconstruyéndose como si nunca hubiese desaparecido. Mi cabeza reposa sobre el ancho pecho de mi compañero mientras él acaricia mi espalda, haciendo círculos. Podría decir que me siento agotada; mi cuerpo duele una barbaridad, y eso es verdad, pero me siento tan feliz que ese sentimiento opaca mi malestar. —¿Te duele?— amo esa voz suave y ronca que solo utiliza conmigo. —Un poco— y no miento, su nudo aún se mantiene en mi interior y no parece querer bajarse. Es como si quisiera asegurarse de que todo lo suyo quede allí adentro, y la idea de quedar embarazada ahora no es algo que quiera. —No hagas eso, amor. Puedo sentirlo. Sé que te fallé y lo lamento, pero te doy mi palabra de que esta vez no será igual. —Lo sé, es solo… perdón, tengo miedo—sollozo, mojando su pecho sin poder evitar las lágrimas. Tengo miedo de que ese pasado se repita, miedo