Sara Christine, una joven que nació en Londres, sus padres tenían una economía estable, eso les daba la oportunidad de darle de todo a su única hija, quien padecía de obesidad. Los pediatras le aconsejaban que la mantuvieran con una dieta permanente para evitar posibles enfermedades que surgen por el sobre peso.
Les dolía el corazón que ella pedía de comer lo que era prohibido, que al final le terminaban dando, siempre decían de vez en cuando no es malo, sin imaginarse que a largo plazo ella sufriría las consecuencias. A su corta edad ella supo lo que es ser despreciada por su propia familia sin saber el motivo que origino ese odio.
Sara creció sin complejo por el amor que sus padres le daban, haciéndola sentir siempre bella. Ya que ella había venido a ser una pieza importante en su felicidad, Samanta, la esposa de Oliver, era estéril, después de quince años de matrimonio se dio cuenta de la dura realidad.
—Mujer tranquila, la niña será feliz.
—Es que no quiero que después se sienta menos que las demás.
—deja de ser paranoica, además la niña es muy inteligente.
—Eso sí.
Sara desde muy pequeña fue sometida al desprecio por la familia de su padre, que no desaprovechaban la oportunidad para decirle bastarda, gorda y fea, haciéndola de menos menospreciándola. Todo eso iba destruyendo la confianza de la pequeña, que no siempre estaba con sus padres para defenderla
Su padre la consiente, y le da el amor que la niña necesita, lo mismo hace su madre, algo que ella aprecia mucho. A él le duele el corazón por lo que le hacen a su hija, así que decidió buscar un prestamista para que le proporcionen una enorme cantidad de dinero, para hacer prosperar su negocio y dejarlo a nombre de su única hija. Eso ayudaría a que ella salga adelante sola sin necesidad de nadie, así sus hermanas no le harían daño en su ausencia.
—Amor no creo que sea una buena idea de que te hagas de deudas.
—Sabes que el negocio que tenemos es una herencia que comparto con mis hermanas.
—Sí, lo sé, además ellas están esperanzadas a ti, no hacen nada por dedicarse a la herrería.
—Es trabajo de hombres.
—Pero ahí están a la hora de cobrar su dinero.
—Mujer, no te calientes la cabeza con eso, tú solamente cuida de nuestra hija y de ti.
—Amor, la niña cumplirá seis años, yo digo que es mejor decirle la verdad.
—¿Qué verdad?
—Que la adoptamos.
—No, eso no es necesario, ella es nuestra hija.
—Es que me da miedo que tu familia…
—No se atreverán, ellas dependen de mí, no considero que arruinen esa lealtad de mi parte.
Encontró una persona que con tan solo su firma le prestaba el dinero, se embrocó en ese trato que firmo sin pensarlo mucho. De inmediato vio el dinero reflejado en su cuenta, se alegró mucho, así que empezó a mejorar las herramientas, de la su herrería, de la cual ha obtenido grandes beneficios, tanto el cómo toda la familia, que dependen de él.
—Lo conseguí mujer.
—¿El que, viejo?
—El dinero, ya remodelé la Herrería, ya verás que fundaré otra muy pronto para que no les falte nada.
—No te esfuerces mucho, ¿Cuánto debes pagar?
—Es muy poco, tú no te preocupes por eso, es más, vete con la niña a comprar ropa y comida.
—A ella le encantara, ya que no sale de casa si no es conmigo.
—Deben salir más seguido, es preocupante que ella prefiera estar encerrada.
Los años pasan y Sara no baja de peso, cuando ella cumplió los diez años su madre cayó enferma que no volvió a levantarse de la cama, ella la atendía día y noche, mientras Oliver trabajaba duro, al ver a la niña que se encerraba juntamente con ella, algo que a Samanta le dolía el corazón.
—Hija, ven a sentarte.
—Mamá, ya te daré de comer, te estoy haciendo una sopita.
—¿Dónde está la cocinera?
—Ella se ha ido, pero no importa, yo sé hacer de todo.
—No quiero que descuides tus estudios por mi culpa.
—Tranquila, voy sobresaliente en mis estudios, seré la mejor te lo prometo.
—Tan linda. —le toma la mano— Hija, hay algo que te deseo decir, no quiero que sufras más adelante…
—¿Qué cosa madre? —ella le presta atención.
—Sabes que eres muy amada por nosotros, nunca quiero que lo dudes.
—Lo sé madre, no entiendo qué quieres decirme.
—Yo, en el pasado, antes de que nacieras, no pude ser bendecida de llevar fruto en mi vientre. Me hice a la idea de nunca ser madre, pero un día, una de las chicas que trabajaba para nosotros, salió embarazada, se vio sola y desamparada que tu padre y yo la apoyamos en todo el embarazo. — ella tóese, se limpia la boca rápidamente— Esa joven le toco dar a luz en una tarde lluviosa, tu padre y yo la llevamos al hospital, ella ingresó para ser atendida.
—Madre… ¿Qué quieres decirme? ¿Cómo que no llevaste fruto en tu vientre?
—Esa joven murió al dar a luz, la niña sobrevivió y me fue entregada, desde ese momento ella me enamoro, la quise casi de inmediato cuando la recibí en mis brazos, desde ese momento experimenté que es la felicidad de ser madre.
—¿Esa niña, soy yo? ¿Cómo?
—Si mi amor, tu padre y yo decidimos adoptarte, criarte como nuestra hija, fuiste la mayor de nuestras alegrías. Que eso no te haga menos.
—Ahora sé por qué mis tías me desprecian. Mis primas siempre me decían bastarda, no comprendía por qué lo hacían.
—Ellas son tontas, si supieran lo maravillosa que eres.
—Mamá, tienes que recuperarte, no quiero quedarme sola.
—Hay mi amor, eso es lo quiero también, pero a veces no es lo queremos, sino lo que Dios disponga, solamente te pido que cuides de tu padre, él te quiere mucho, a su manera, compréndelo por no ser muy expresivo como yo.
—Lo sé mami, yo también los quiero mucho, tengo los mejores padres, fui muy bendecida.
Sara se decidió a dormir con su madre es noche, su padre ocupo otra habitación para darle espacio en la cama a su esposa, se sentía tan cansado que de inmediato se quedó dormido. La joven recostó su cabeza a un lado de la cama cuando el sueño le vencía, su madre le acaricia el cabello, en eso ella dejó de sentir esa caricia.
—Mamá, Mamá despierta, mami, voy a prepararte el desayuno, abre los ojos por favor.
No recibió contestación, algo que no sucedía anteriormente, ella colocó su oído en el corazón de su madre, al notar que ya no latía más, se le rodaron las lágrimas, quería gritar, pero un nudo en su garganta se lo impidió. Lloró amargamente, hasta que su padre al escuchar el alboroto entra a la habitación un poco asustado, al ver a su hija tirada encima del cuerpo de su esposa se dio cuenta lo que sucedía.
—Ella… —Sara no dejo hablar a su padre.
—Papá, mi madre no responde. —la joven corre a los brazos de su padre, él se queda sin habla, no puede llorar, simplemente la mira fijamente.
—Ella ha partido de este mundo, cariño. —besa la cabellera de su hija.
—No, no, ella no puede irse, no me puede dejar, papá haz algo para que regrese.
—No se puede cariño, Dios la ha acogido en sus brazos.
—No quiero que se vaya. ¿Qué voy a hacer si ella?
Oliver abrazó a su hija para calmarla, él sabía de qué eso acontecería tarde o temprano, ya que el médico le dijo que solamente duraría un par de meses por la enfermedad terminal que ella padecía. Quiso divagarse en el trabajo y no pensar en la muerte, que no pudo pasar tiempo con su esposa, algo que estaba lamentando. Organizó el velorio y entierro, toda la familia de ella y de él se hicieron presente para darle las condolencias.
Sara no se separó del féretro en ningún momento, escuchaba los susurros de la familia, algunos la consolaban, otros la despreciaban, ya que decían que ella era una arrimada, que se había aprovechado de ellos. Trato de ignorar esas palabras que llegaban a sus oídos. Sentía tanto dolor por la ida de su madre que lo que escuchaba murmurar no le afectaba.
—Hola, gorda, horrible. —ella levantó la mirada para ver a una de sus primas por parte de su padre.
—No molestes ahora, no quiero escuchar tonterías.
—Haber cuando te largarás de nuestra familia, ni te queda que te hagas la mártir, ni madre tuya que era mi tía para que te sientas tan dolida.
—¿De qué hablas, Eliana? —le dice a la hija mayor de Vanesa, quien es la hermana mayor de Oliver.
—Ya sabemos que eres una adoptada, mi madre no te acepta y yo tampoco, eres una vergüenza para nosotros, solamente mírate lo fea y marrana que estas.
—No me interesa escucharte. Respeta estamos enterrando a mi madre, tus palabras no me ofenden, yo sé quién soy.
—Mi tía nunca fue tu madre, como te atreves a decir que eres hija de ellos. —ella la ve con lágrimas en sus ojos.
—Hermana, deja de hablar con esa piojosa, no sea y te contamine. —se acerca Tory, quien es un año mayor que Sara.
—Tienes razón, se me pueden pasar los piojos y los kilos de más.
Las hermanas se alejan, sonriendo malévolamente, rumbo donde están sus padres, ellos están alegando con Oliver, apenas han enterrado a Samanta. Sara no se quita de la tumba de su madre, llora por la impotencia que siente en ese momento, no sabe qué hará ahora en adelante. Oliver la ve a lo lejos, no sabe cómo consolarla.
En una familia donde eres una amenaza económica, el desprecio y la humillación están en todo momento. Oliver está preocupado por su hija que acaba de perder a su madre. —¿Te preocupa esa arrimada? ¡Es el colmo contigo, hermano! —No te expreses de esa manera Vanesa, a ella le ha dolido la partida de su madre. —Sabes que no es nada de nosotros, no sé por qué te empeñas en seguir teniendo a esa gorda. Mejor concéntrate en tu trabajo. —No te permito que te expreses de esa manera, ella es mi hija, Samanta y yo la adoptamos legalmente desde que nació. —Por favor hermano, sabes que esa chica solamente te estorbara, tú tienes mucho trabajo, debes enfocarte en hacer crecer la herrería. Nuestros gastos han aumentado y queremos que nos subas la tarifa de lo que nos das. —Ese es mi problema, por favor ya párale con ese odio que le estás enseñando a tus hijas. La tarifa seguirá igual, yo también tengo gastos. Además, es lo justo lo que les doy. —Mis hijas simplemente expresan lo que sienten,
Oliver por fin pudo ponerse en contacto con una de sus hermanas, estaba tan preocupado que no le puso cuidado a una punzada que le dolía en el pecho. Al escuchar la voz de su hermana se alegró de que por fin cayera la llamada. —¿Qué quieres? Habla que no tengo mucho tiempo, estoy por irme al Spa. —Hermana, he tratado de llamar a mi cuñado y mi hermana y ninguno me contesta, no sé qué les está pasando. —¡Ah! Ellos se fueron del país por motivo de vacaciones, ahora viven en Europa, es que acaso no te dijeron nada. Hermano, estás muy alejado de la familia que no sabes nada de nosotros. —No lo sabía. ¿Cuándo se fueron? — el dolor aumento. —Hace unas semanas se fueron, no se dé donde agarraron dinero, porque para esos lujos hay que gastar mucho billete. Oliver, escucha la voz de su hermana muy lejos, no puede creer lo que está escuchando, colgó la llamada y con ayuda del empleado, quien lo ayudo a subirse al auto, condujo despacio hasta su casa. El dolor cada minuto era insoportable
Buscó en sus cosas a ver si había algo de valor que podría vender, para poder comprar comida, por lo menos para esta semana, pero cada objeto le recordaba a su difunto padre, y se le hacía difícil deshacerse de ellos. Ahora su vida se ha complicado aún más, y no puede recurrir a sus tías, porque sabe que la odian a muerte. «Que haré, tengo que pensar en algo, no puedo perder lo que mi padre me ha dejado, jamás perderé esta propiedad, juro que haré lo que sea para mantenerla, te lo prometo papito» —pensó, mientras busca cosas de valor. Al final no encontró nada, bajo a cenar y le contó a Francisca que no encontró trabajo, La mujer mayor la animo, que esperará unos días y después lo intentará de nuevo. Nunca se sabe cuándo la suerte les cambia a las personas, en estos momentos se reprende no haber aceptado las joyas que su padre le ofrecía en el pasado, siempre ella se negaba, porque no salía a ningún lado. Después de un mes las cosas se complicaron más, por el hecho que les cortaron
*AARÓN* Le tomo del cabello, le doy un beso agresivo mordiéndole el labio inferior, y tirándola con fuerza lejos de mí, bien sabe que cuando quiero algo lo tomo sin preguntar, no necesito que se me ofrezcan. —Ahora vete y haz tu trabajo. —Me rompiste el labio, con que me dijeras que no, era suficiente. —Para la próxima medita muy bien tus palabras y movimientos. Ahora lárgate a tu trabajo, dentro de dos semanas viene otro cargamento de chicas, te quiero alerta, ya que al principio se quieren escapar. —Bien sabes que a mí no se me escapa una, soy tu mejor empleada. —Eso espero, porque ya tengo compradores potenciales, por eso quiero viajar esta semana antes de que llegue ese cargamento. —Cuando regreses las chicas ni parecerán pueblerinas. —Ya sebes el discurso, a cada una se le dará una cuota para que ayude a sus familias, así las mantenemos contentas haciendo mejor el trabajo. —Ya tengo cubierta esa parte, mejor me voy, no dejo de sangrar por tu culpa. —Ya lárgate. Me enfer
*AARÓN* Al encender la laptop lo primero que hago es revisar el correo, en cuanto lo abro una foto me llama la atención, “quien lo iba a decir la gordita sexi es la deudora”, qué casualidad, aunque no creo en las casualidades, pero esa chica no me conoce. Llamo a Sergio. —Halo, dígame, señor. —Sergio, tráeme a esa chica a mi casa, vendales los ojos porque no quiero que me vea. Quiero escuchar lo que tiene que decir. —Entendido, señor, ella se pondrá muy contenta. —ya veremos si las casualidades existen y hasta donde es capaz de llegar por pagar lo que su padre me debe. Al día siguiente, Sergio me avisa que viene con ella, y ha hecho lo que le he ordenado, de alguna manera ella me devolverá mi dinero, aún no sé nada de ella. Una de las sirvientas toca la puerta de mi despacho, le digo “Adelante” —Señor, el abogado llego. —ordeno que pasen. —Buenos días, señor. —lo miro entrar solo. —¿Vino la chica? —no me gustan los rodeos. —Si señor. Ella espera en la sala. —¡¡Porque carajo
Sin mirarlo al rostro salió corriendo de ese sitio, bajo las escaleras aprisa, corrió hasta salir de la propiedad de él, se orientó porque se siente aturdida y noto que su casa no está lejos de ahí, así que decidió caminar. «Papá, porque te fuiste, que haré ahora con semejante deuda, ese hombre quiere su dinero, que voy a hacer» las lágrimas no la dejan ver bien el camino, se limpia para proseguir su andar. Camino durante media hora, hasta llegar a su casa, la nana se alarmó al verla llegar con la orilla del pantalón sucio y al igual sus sandalias, pero lo que más le alarmo fue su rostro, sus ojos hinchados y rojos, al igual que su nariz. —¿Hija, que fue lo que te pasó? —le abrazo, Sara lloro en su hombro, sabe que todo está perdido. —Hemos perdido todo, no pude llegar a ningún arreglo con él, estamos en la calle, nana. —lloró más fuerte al escucharse así misma que ya no posee nada— Soy una inútil, que haré de ahora en adelante, vamos a quedar en la calle. —No te preocupes, que Di
Al día siguiente Sara se levantó con más ánimos, se mentalizó que con llorar no iba a solucionar nada, una luz volvió a surgir en su interior, junto con su nana se sentaron en la sala, suspiraron las dos y se rieron porque ya llorar no se puede. La nana le acaricio su mano para darle ánimos y marco el número del médico que un día le dijo que contara con él. —Halo, buenos días, con quien desea hablar. —Con el doctor. —Es una paciente o es primera vez que llama al consultorio del doctor Lendos —Dígale que le habla Sara, que soy la hija de su amigo Oliver Moore —Permítame un segundo. —espero unos minutos —Halo, Señorita Sara, qué sorpresa recibir su llamada. —Doctor, gracias a Dios que me contesta y me recuerda. —Como no recordar a la hija de mi amigo, dígame el motivo de su llamada. —Necesito hablar con usted, es mi última esperanza en estos momentos difíciles. —¿Qué le está pasando, la noto angustiada? —¡Doctor! ¿Cree que podamos vernos? —Ven a mi casa mañana, es mi día libr
Esa noche se quedó a dormir ahí, una habitación muy pequeña para ella, pero por lo menos se respiraba tranquilidad, aunque con el pensar que pronto perdería todo. A la mañana siguiente, el médico la despacho dándole un dinero para que comprara algo en el camino, cosa que ella no rechazó, no quería pasar otra vez la agonía que paso cuando venía. Compraría esa barra de chocolate que tanto anhelaba. El taxista la dejo en la estación, estaba meditando como se lo contaría a la nana, aunque perdieran la casa no quedaran a la deriva, por lo menos tendrán un techo y trabajo, eso ya era algo. Camino hacia la ventanilla de pago cuando un hombre la tomo del antebrazo. Ella se sobresalta, no conoce al tipo, él la arrastra por el pasillo. —Camina y no hagas ninguna escena, porque aquí no más te mueres. —¿Qué quiere?, no tengo dinero, se lo juro. —¡Cállate y camina, no hagas nada estúpido! —Sara no sabe lo que ocurre, la asusto que debajo del saco el hombre cargaba un arma de esas que veía por l