Capítulo XXXI: Rescate

Luxion se quedó ahí, tirado en el suelo de esa sucia celda, con la mirada pérdida al frente. No podía moverse, ni intentaba hacerlo, porque cada vez que lo hacía. Una corriente de sangre se precipitaba a su boca y le impedía respirar. En esa cueva oscura y fría no entraba ni un rayo de luz. No sabía cuánto tiempo había pasado ni cuántos días llevaba encerrado. Solo podía esperar hasta que llegara su fin.

Después de un tiempo, el cuenco de sopa ya había tomado un color oscuro y emanaba un aroma a rancio. Kale no había vuelto desde ese día y nadie más había traído comida. Ya se había acostumbrado al dolor de su cuerpo. Aún con dificultad, pero se podía mover con más libertad. Los gritos fuertes de personas furiosas se escucharon hasta la celda. Una voz familiar gritaba con gran vigor.

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