—Secretaria Pérez, ¡no te quedes allí parada! ¡Ve a dormir, o sino habré desperdiciado mi dinero en vano!

Lorenzo entrecerró por un momento los ojos y le dijo con calma. Lucía tenía la cara ardiendo de vergüenza.

—¡No soy una mujer tan fácil! Lorenzo, ¿qué piensas de mí?

Aunque era muy coqueta, pero... ¡no podía dejar que los hombres la consiguieran tan fácilmente! Especialmente Lorenzo, que no entendía nada de los pensamientos de una mujer. ¡Todo debía hacerse gradualmente! ¿Cómo podía ser tan directo?

Lorenzo se rió entre dientes.

—No, ¿qué tiene de malo dormir una pequeña siesta? Simplemente recuéstate y duérmete, ¿no es así?

Lucía se quedó boquiabierta.

—¿Estás hablando de ese tipo de dormir?

¡Para él, ¿dormir no significaba intimidad entre hombre y mujer?!

—¿Y qué más podría ser?

Lorenzo se rascó curiosamente la oreja y frunció el ceño.

—Si no hacemos esto, ¿cómo engañaremos a esos despreciables de la familia Pérez? Probablemente ya se hayan ido, pero no podemos desperdi