Escuché la voz entusiasmada de Ana a través del teléfono.—¡Por supuesto! Hemos estado reservando el puesto de Sanadora Principal para ti. Pero escuché que Teo por fin volvió a la manada. ¿Aceptará el traslado?Solté una risa seca, sin pizca de alegría.—Va a estar aliviado.Esa misma tarde, Teo llegó temprano a casa, con una expresión que intentaba parecer relajado, pero le delataba cierta culpa. Se notaba que sabía que se había perdido el cumpleaños de Alejandro.—Oye, campeón, ¿quieres entrenar un rato conmigo? —le dijo, acercando la mano para despeinarle el cabello con una gesto amistoso.Pero Alejandro retrocedió, serio, sin titubeos.—Tengo una práctica de combate programada —le respondió, cortante.—Podría enseñarte algunas técnicas de nivel Beta. —insistió Teo, incómodo, intentando sonar casual.—No hace falta. El entrenador de la manada ya conoce mi nivel.La mano de Teo cayó. Entonces se giró hacia mí, sacando una pequeña caja de terciopelo del bolsillo.—Te traje
Alejandro tiró de mi manga con suavidad.—Mami, cuando lleguemos a la nueva manada, ¿voy a tener que volver a ver a papá?Lo abracé con fuerza, aspirando su olor de lobezno, ese aroma cálido que me daba fuerzas para seguir adelante.—No, amor. Nunca más.—Bien —susurró él, cerrando los ojos contra mi pecho—. No quiero ser Beta, de todos modos. Yo quiero ser sanador, como tú.Esa noche, el teléfono sonó de nuevo. Era la asistente de Teo.—Está preguntando por ti —me dijo con voz esperanzada—. Tal vez si hablaran...—No —le respondí, firme, sin vacilar—. Que se quede con la familia que eligió.Tres días, y estaríamos lejos de aquí.Pero justo el día en que íbamos a firmar los papeles de transferencia de manada, Alejandro se dobló de pronto, sintiendo un dolor intenso.Su piel ardía como fuego, y sus huesos comenzaron a moverse bajo la carne. Era una transformación anticipada.El miedo me atenazó el pecho. Todos los entrenadores lo habían dicho, Alejandro era excepcional, proba
Mientras tanto, Teo acababa de enterarse de que Marcos estaba estable tras su transformación prematura, y por fin se permitió relajarse.Sara, agotada de tanto preocuparse, dormía profundamente a su lado.Y sin embargo, algo en el pecho de Teo no le permitía relajarse. Sentía un hueco extraño, como si el vínculo de pareja ya no estuviera allí.Instintivamente, agarró el teléfono. Llevaba dos días apagado, desde que se encerró para cuidar a Marcos. Esperaba encontrarlo lleno de llamadas perdidas mías, rogándole que volviera. Siempre era igual: yo esperaba, yo suplicaba, yo perdonaba.Pero no había nada.Confundido, abrió nuestro historial de mensajes. Mi último mensaje era de hace dos días.Un único texto, desesperado:—Contesta, por favor. Alejandro está iniciando una transformación prematura. Necesita la poción inhibidora.Lo había ignorado. Pensó que era otra forma de llamar su atención. Ni siquiera se molestó en responderme.Ahora, con ese hueco en el pecho creciendo más y
Sara fingió preocupación con un gesto bien calculado.—Teo, ¿qué pasa? Estás distraído. Cuéntame, quizás pueda ayudarte.Teo negó con la cabeza, y su voz sonó más pesada que nunca.—Las sanadoras me dijeron que Alejandro fue hospitalizado. Pasó por su primera transformación, sin la poción. No puedo sentir a mi pareja a través del vínculo. Ni siquiera puedo contactarla por teléfono.Esa tarde, Teo ya no pudo quedarse quieto.—Necesito ir a verlos. Si Alejandro de verdad pasó por el cambio solo... debieron estar aterrados.Pero antes de que pudiera moverse, Marcos lo abrazó con fuerza por la pierna.—¡No! ¡No me dejes, papá!Apenas acababa de despertar, pero con una señal sutil de Sara, se echó a llorar de forma desgarradora, aferrándose a Teo, como si su vida dependiera de eso.Sara supo actuar.—Marcos, cariño... si tu padre necesita irse, déjalo...—¡No! —gritó el niño, entre sollozos—. ¡Lo necesito aquí! ¡No voy a tomarme la pócima estabilizadora si se va!El rostro de Te
Cada intento de Teo por contactarme a través del vínculo acababa igual, con el eco mudo de algo que ya no existía.Y fue entonces cuando el verdadero miedo lo golpeó. Corrió hasta el campo de entrenamiento, a punto de perder el control y transformarse ahí mismo, movido por el pánico.—Necesito ver a Alejandro. ¡Ahora!El entrenador principal, un lobo anciano que había servido a tres Alfas, lo miró como si estuviera frente a una peste.—¿Tú eres el Beta Teo? ¿El que va diciendo por ahí que Marcos es su hijo?El mundo de Teo se tambaleó. Cada vez que había ido allí, había sido para Marcos, para aplaudir sus técnicas, estar en sus ceremonias, presumir sus progresos frente a otros Betas.Jamás había asistido a un solo entrenamiento de Alejandro.Ahora todo el recinto creía que Marcos era su único hijo.—No... —la voz de Teo se quebró—. Marcos es hijo de Sara. Alejandro... es mi heredero de sangre.La carcajada del entrenador fue como una cuchilla.—¿Heredero de sangre? Lo dejaste
Después de la ceremonia de marcado, Teo encontró mis antiguos diarios. Se burló de ellos, los llamó “fantasías patéticas de Omega”. Aun así, los guardé. Me aferré a la esperanza.Pero el día antes de abandonar su territorio...Encendí una hoguera ritual y los lancé uno por uno al fuego. Fueron cinco años de amor unilateral, reducidos a cenizas.Y mientras ardían, no sentí dolor. Solo alivio.Tal como ahora.—La disolución del vínculo ya fue presentada ante el Consejo Alfa —le dije en voz baja, con mi loba tranquila y firme.—Pero ya no importa. Hemos cambiado de manada. Y según la ley ancestral, cruzar territorios con intención hostil anula todo vínculo anterior. Sigues teniendo sentimientos por Sara y su hijo. Si quieres seguir jugando a la familia perfecta con ellos, hazlo. Pero mi hijo y yo no somos ni seremos la segunda opción de nadie. Puede que alguna vez te haya amado, Teo, pero mi amor nunca fue barato. Mi loba te eligió, luchó por ti y te esperó. Pero también aprendimos
Cuando el campo de entrenamiento se incendió, mi esposo corrió a rescatar al hijo de su primer amor, y dejó a nuestro cachorro atrapado entre las llamas. Estuvo a punto de morir.La ama de llaves Omega irrumpió en mi sala de curación, pálida y temblando de angustia.—¡El centro de entrenamiento de los lobeznos está en llamas!Sentí que el corazón se me detenía. Alejandro estaba allí entrenando.Corrí hasta el lugar con el alma en vilo. Lo encontré hecho un ovillo en una esquina, con su piel cubierta de quemaduras rojas.—Mamá... —balbuceó, cayendo en mis brazos con la cara cubierta de ceniza y lágrimas.—¿Papá de verdad no me quiere? —su voz se quebró entre sollozos.Mi pecho se rompió en mil pedazos, mientras siguió hablándome entre sollozos.—Papá fue el primer Beta en llegar cuando empezó el fuego. Pensé... pensé que venía a rescatarme.Su pequeño cuerpo temblaba contra el mío.—Lo llamé, le supliqué que me ayudara. Pero... pasó de largo. Fue directo hacia Marcos, lo cargó y se fue.
Hace cinco años, mi mejor amiga Ana ya no podía soportar verme sufrir por Teo. Sabía que llevaba ocho años enamorada de Teo en silencio.La noche de luna llena en la que cumplimos los dieciocho, cuando nuestros lobos se reconocieron como pareja, Ana tomó una decisión por mí. Vertió un elixir de feromonas potenciado en mi copa de vino, sin decirme nada.Me quedé paralizada cuando me empujó dentro de la habitación de Teo y cerró la puerta con llave.—¡Ana! ¿Qué demonios estás haciendo?Ella se recostó contra la puerta, sonriendo con tranquilidad.—Lo sé, desde hace años. Teo también te ama. Reacciona a tu aroma, pero es demasiado orgulloso para admitirlo. En la luna llena pasada, cuando cambió de forma, lo oí aullar tu nombre.Quise detenerla, pero el olor de Teo ya llenaba la habitación, y mi cuerpo empezó a arder por dentro.Ana se rio al otro lado de la puerta.—Disfruta tu noche, preciosa.Y el sonido del cerrojo fue lo último que escuché.Esa noche, Teo me reclamó como si